Mira la pantalla de su Smartphone y me muestra abierto el WhatsApp. En la parte superior se lee “David” y, en la inferior, una conversación que se evidencia larguísima. El mago George ha encontrado unos viejos brochures del espectáculo que el mítico Copperfield hizo alguna vez en el Castillo Mágico de Hollywood, en Los Ángeles, y les ha tomado una foto. La ha adjuntado y ha presionado enviar. Cree que su amigo y cliente, uno de los más legendarios ilusionistas de la historia, al que tiene registrado en su lista de contactos, podría apreciar la memorabilia. Este le agradece mucho y la charla continúa. Crear trucos y actos para él es solo uno de los logros que Jorge Larrabure Iglesias, 44 años, chorrillano, ha conseguido en 28 años de carrera; así como el haberse presentado en 30 países, tener una escuela para ‘amateurs’ y profesionales y ser considerado por muchos el mago más importante que el Perú tiene hoy. El también padre de dos niños y empresario juguetero habla con Somos sobre todo ello y la magia en el mundo pospandémico a propósito del próximo estreno de su espectáculo “Ilusión, magia más allá de la realidad” en el teatro del Centro Cultural de la Universidad de Lima.
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Este es tu show anual. ¿Qué le has preparado al público?
Pretendo desafiar los sentidos de las personas. El mensaje es que la magia más increíble está a nuestro alrededor, solo que muchas veces nos la perdemos. Está en el poder del abrazo, de la sonrisa, el encuentro con alguien al que no ves hace mucho. Hay mucha ilusión óptica, tiene un gran final. Todo está construido para asombrar y conmover.
¿Quién te inspiró a iniciarte en las maravillas de este oficio?
Dos personas. Primero fue mi abuelita materna, Julita. A los seis años la vi haciendo desaparecer uno de mis carritos de juguete. Quedé alucinado. Ese es mi primer recuerdo de un acto de magia. El segundo se dio cuando a los 7 años, viendo la TV, me topé con un mago alemán que se presentaba en el Castillo Mágico de Hollywood, un lugar icónico en el mundo en el que actúan los mejores magos del mundo. Después de ver eso, le dije a mi papá: “Quiero ir a la universidad de la magia”, y ahí nació esta fiebre.
¿El anhelo perseveró?
Sí y no. Hasta los 13 y 14 años yo estaba en otra, pero un día vi en la librería Época de Miraflores un libro de Patrick Page que se llamaba “El gran manual de trucos y magia” en cuya contraportada decía: “¡Aprende a cortar a una mujer por la mitad! ¡Desaparece un elefante!”, y yo: ¡wow! Vendí mi bien más preciado, mi bicicleta, para poder comprar ese libro. Desde ahí, no paré porque conocería poco después a Jorge Lam, quien se convertiría en mi mentor junto a su padre.
¿Qué sueños has cumplido siendo mago durante estos 28 años?
Muchos. Después de 25 años de carrera profesional, fui contratado por el Castillo Mágico de Hollywood, ese que yo vi de chiquito en la TV, para presentarme ahí. Luego he trabajado para “Masters of the Illusion”, la serie estadounidense de TV más importante de magia que hay; también en el Magic Circus de Londres, un sitio legendario. Además, fui mago oficial de Universal Studios en Orlando por tres años.
No es habitual que los jóvenes quieran ser magos hoy. ¿Dirías que son una especie en extinción?
No, pero es verdad que se trata de un nicho. Mira, la magia existe desde hace más de 5 mil años y los magos existirán mientras en el ser humano haya capacidad de asombro. De hecho, el gran desafío del mago es que esta nunca se extinga. Yo hace 15 años me dedico a inventar trucos de magia para que magos de todo el mundo los puedan usar. Tengo más de 70 registrados. He diseñado varios efectos para David Copperfield, con quien tengo una relación amical. Los magos tenemos para rato.
¿Qué le asombra a la gente?
Ver un acto en que no se evidencia ‘el truco por el truco’. Es decir, que encuentre detrás una connotación emocional. Mi trabajo como mago es asombrar y emocionar. Quiero que la gente salga del teatro diciendo: “¡wow!, no sé cómo hizo eso, pero me hizo acordar a mi padre, mi hijo; me hizo llorar, reír, revivir…”.
Aquella no es una misión sencilla. Sobre todo hoy que vivimos en un mundo cínico, tecnológico e inmediato.
Sí, la gente hoy tiene una coraza encima en la que está grabado: “A mí no me vas a engañar”. Pero mis espectáculos están diseñados para engañar. Empiezo con algo muy fuerte, que la gente dice: “¿¡Qué pasó!?”. Pero luego pasan lo minutos, bajan la guardia y vuelven a ser niños entregándose a la ilusión.
Eres optimista. ¿Eso ha logrado que perseveres?
Sí. Mucha gente a mi alrededor me dijo, desde que recuerdo: “De la magia no vas a vivir”. O: “Nunca lo vas a lograr”. Esas son palabras muy fuertes cuando tienes 14 años. Pero mi padre y mi madre me enseñaron a creer en mí, y eso es lo más valioso que puedes darles a tus hijos: confianza. Trato de hacerlo con mis dos chicos. Todo eso me ha llevado a tener la carrera en la que hasta he trabajado con mi ídolo y amigo David Copperfield.
¿Cómo qué has creado para él?
Por ejemplo, una rutina completa que pueda hacer en su avión privado. Cuando lleva invitados hace magia para ellos. Entre otros muchos recursos. Es una inspiración para mí. No lo envidio, tiene una vida muy sacrificada, aunque ha conseguido cosas increíbles. Yo viajo muchísimo y atiendo varios proyectos de trabajo a la vez, pero me gusta estar con la familia y estoy muy orgulloso y feliz de lo que vengo consiguiendo con mi carrera. Seguimos para adelante. //