Miguel Tudela Chiozza (28) nos recibe en su casa de Punta Hermosa con la confianza y tranquilidad que solo se tienen cuando se hacen bien las cosas. Viste ropa de baño, sandalias y una polera negra para protegerse de la neblina y el leve viento que sopla en su terraza, desde donde tiene una inmejorable vista del mar. El 2022 fue, probablemente, el mejor año de su carrera deportiva: el surfista peruano cerró la temporada liderando el ranking sudamericano de las QS (Qualifying Series), tras obtener cinco títulos consecutivos en Galápagos, Iquique, Arica, Río de Janeiro y Punta Rocas.
“Ha sido un año bastante redondo. Tomé la decisión de disfrutar cada cosa que hacía, tanto en las competencias como en mi vida personal. Creo que eso me dio una motivación extra. Al final, los resultados se fueron dando”, cuenta Miguel, café en mano.
MIRA TAMBIÉN: ¿Por qué cada vez más limeños y extranjeros lo dejaron todo y se establecieron en el norte peruano?
El tablista tuvo un extraordinario rendimiento, a pesar de que una lesión amenazó con arrebatarle su temporada de ensueño. El pasado 6 de septiembre, un mensaje que publicó en sus redes sociales hizo pensar lo peor: “Con tristeza tengo que contarles que tengo una inflamación en la rodilla derecha, producto de un desgaste en el cartílago de la tibia”, decía el texto. Viene arrastrando dicha molestia desde el 2018, a causa de un golpe que sufrió mientras competía en las QS 3000 de Filipinas. Milagro o esfuerzo, Tudela logró recuperarse al cabo de unas semanas.
“Más allá de las terapias físicas, lo que a mí me hace sentir bien es el contacto con el mar. Es como si su energía acelerara el proceso de recuperación. Así esté agripado o enfermo, siempre me meto al agua. Es algo que hago desde que soy chico”, dice Miguel. Con la inmensidad del océano que tanto ama como telón de fondo, conversamos con él.
—¿Pensaste que la temporada se acababa para ti después de tu lesión?
Cuando cosas así ocurren, es mucho lo que pasa por tu cabeza. Yo trato de ser siempre optimista. Felizmente tengo un grupo humano detrás que me da soporte en esos momentos difíciles para seguir adelante.
—Hace un momento mencionabas que decidiste disfrutar lo que hacías. ¿Antes te costaba lidiar con la presión que implica la alta competencia?
Al ser deportista profesional, la presión y la ansiedad son una constante. Si estás en una mala racha o los resultados no te acompañan, suele pasar que te empiezas a presionar solo. Sientes esa necesidad de lograr o ganar algo para revalidarte. Cuando lo mejor, quizás, es simplemente fluir y ser consciente del privilegio que tienes de hacer lo que más te gusta, que en mi caso es correr tabla.
—En los Juegos Olímpicos de Tokio se hizo énfasis en la salud mental de los deportistas. ¿Cómo trabajas ese aspecto?
Hace un tiempo empecé a trabajar con un psicólogo deportivo, Jaime Mestre. Con él intento conversar prácticamente de todo lo que sea necesario. Le hago saber mis dudas y él me proporciona las herramientas para resolverlas.
—¿Qué has aprendido en tu terapia?
A llegar mejor preparado anímicamente a cada competencia. Pase lo que pase. Creo que ese ha sido el cambio más grande.
—Más allá de las lesiones, ¿te ha tocado pasar por algún bajón emocional últimamente?
Yo en el 2021 tuve una primera mitad de año increíble. Clasifiqué a las olimpiadas y me fue relativamente bien, aunque pudo ser mejor. Pero después de Tokio, todo empezó en picada hacia abajo. En verdad tuve un bajón bien fuerte. Competía y me iba mal. Felizmente, recuperé las ganas. Ser deportista es como estar en una montaña rusa: tienes altos y bajos, pero hay que aprender a lidiar con ello. Y entender que mantener tu mejor nivel de manera constante no siempre es posible.
—¿Qué te saca de esa nube gris?
Principalmente el apoyo de mi novia [la empresaria y modelo Alessandra Bonelli]. Ella estuvo siempre en todo momento conmigo. Me decía: “No te rindas, tú puedes”. Fue su motivación la que no me dejó caer hasta el fondo.
***
Miguel Tudela lleva a Punta Hermosa en la piel: sobre su brazo derecho tiene dibujada en tinta negra a la isla de la Ballena, el espacio donde aprendió a correr tabla —con apenas tres años— entre las olas de Señoritas y Caballeros. Pero también lleva al popular balneario del sur en su corazón, por ser el lugar donde nació, creció y se hizo hombre dominando la brava marea de Pico Alto. La mejor escuela para comprender que al mar hay que respetarlo.
COMPARTE: Kaia: makis, poke bowls y otras delicias de fusión nikkei que conquistan a los veraneantes de Punta Hermosa
Los maestros siempre los tuvo en casa: Miguel Tudela y Giovanna Chiozza —sus padres— son surfistas aficionados de toda la vida. En la década del ochenta se asentaron en esta playa a 40 kilómetros de Lima para huir del estrés y el caos propios de las grandes ciudades. Así, Miguel Tudela Chiozza inició su carrera deportiva a los 14 años y siempre tuvo el apoyo familiar. En casi quince años ha cosechado una larga lista de logros que se resumen en la veintena de trofeos, medallas y cheques gigantes que hoy adornan la sala de su casa.
Por estos días, su primera competencia será en el QS 5000 de Noronha, en Brasil. Pero su principal objetivo es asegurar un cupo en la World Surf League 2023, cuya primera fecha arranca este 29 de enero, en Pipeline, Hawái. Para ello viene haciendo trabajos de gimnasio y puliendo su técnica de la mano del surfista Gabriel Aramburú, su entrenador de siempre.
A la par, mientras se prepara para poder competir en el circuito mundial, Miguel comparte las labores administrativas del negocio gastronómico que puso con su novia, la modelo Alessandra Bonelli, con quien vive en Punta Hermosa. Se trata de La Charcu, un pequeño pero acogedor espacio donde se puede comprar fiambres, carnes y pizzas y que también funciona como café. “Siempre tuve la idea de tener mi propio negocio. Con Ale y Pierre —Cateriano, su otro socio— abrí este local al ver que mucha gente se mudaba al sur chico y no había propuestas gastronómicas de este tipo”, cuenta. Así transcurren sus días hoy.
—¿Te imaginas una vida fuera de Punta Hermosa?
Una mitad del año la paso acá, y la otra la paso viajando. A veces, por distintas circunstancias, me toca ir a Lima para estar algunos días. Cuando voy, trato de salir lo más temprano que puedo para evitar el tráfico. Para mí es superdifícil acostumbrarme a la vida en la ciudad. Acá todo es muy tranquilo, a pesar de la explosión inmobiliaria que se ha visto en los últimos años.
—¿Qué es lo que más rescatas de haberte criado en en la playa?
A los amigos que hice de niño, con quienes aún nos seguimos viendo y haciendo compañía, sobre todo en la soledad del invierno. Pero lo más lindo de nacer acá es que te involucras desde muy chico con la naturaleza. Podría decir que aprendí a nadar antes que a caminar.
—Hace casi un año se produjo un derrame de petróleo en la costa norte de Lima. ¿Qué sensación te produjo la noticia?
Es muy triste ver como cada vez más ocurren hechos de este tipo, que terminan afectando a los ecosistemas. Uno de ellos es el mar, pero también es algo que pasa en la selva. Siento que no hay un control adecuado y mucho menos voluntad de buscar una solución. Es increíble que cosas así sigan pasando. En el Perú tenemos las mejores playas del mundo, de eso no tengo dudas, pero no las estamos cuidando como deberíamos.
—El país está pasando por un momento político y social complejo, que nos termina afectando a todos. ¿Tienes la esperanza de que las cosas vayan a mejorar?
Es complicado, pero no imposible. Lamentablemente, las personas que gobiernan nos han defraudado en los últimos años. Ha habido un retroceso gigantesco en muchos aspectos. Yo espero que se ponga al mando alguien con la capacidad de recuperar nuestro lindo país.
—¿Es difícil seguir para ti con tus proyectos en este contexto?
Definitivamente, uno no deja de pensar en lo que está pasando. Es difícil para la gran mayoría de peruanos. Sobre todo para aquellas personas olvidadas, que no tienen acceso a una vivienda digna o a una buena educación. Es en ellos en quienes hay que pensar. //
Miguel Tudela nos ayudó a trazar un mapa con sus olas favoritas para practicar surf y la altura máxima a las que pueden llegar.