Sonidos autóctonos, ritmos electrónicos y urbanos, y la dulce voz del quechua conforman la fórmula perfecta de jóvenes talentosos del nuevo panorama musical.  (Diseño: Verónica Calderón / Foto: Elías Alfageme)
Sonidos autóctonos, ritmos electrónicos y urbanos, y la dulce voz del quechua conforman la fórmula perfecta de jóvenes talentosos del nuevo panorama musical. (Diseño: Verónica Calderón / Foto: Elías Alfageme)
Vanessa Cruzado Alvarez

Antes de aprender a hablar, Renata Flores (Huamanga, 2001) ya cantaba. En las grabaciones caseras de bebé se escucha cómo emula –entonada– melodías que van desde clásicas canciones andinas hasta géneros como el rock. Su voz gustaba tanto que en cada reunión familiar le pedían que cante y una prima la acompañaba para no sentir tanto ‘roche’. La timidez, claro, la fue dejando por una misión casi obsesiva que se trazó de muy chica: que no se pierda el quechua, idioma que aprendió a hablar a los 13 años. Gracias a su propuesta de rap y trap en la lengua de los incas, se ha convertido en la lideresa de una nueva generación de artistas que fusionan melodías tradicionales con ritmos urbanos.

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