Renzo Giner Vásquez

Una grulla color fucsia, un cangrejo más grande que un elefante amarillo o un avión apoyado sobre un escarabajo. Todas las figuras que en algún momento surgieron en la mente del profesor Antony Llanos ahora se ven plasmadas sobre la enorme mesa de madera que tiene frente a él. “Tengo 47 años y practico desde los cuatro. ¿No hay problema si hago esto durante la conversación, cierto?”—, pregunta mientras comienza a doblar una nueva hoja de papel — “Me relaja”.

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El arte de doblar hojas con el fin de elaborar figuras específicas se originó en China alrededor del año 105, coincidiendo con la invención del papel, y llegó a utilizarse durante ceremonias y rituales. Para el siglo VI esta práctica fue introducida en Japón, donde se desarrollaron las bases de lo que hoy conocemos como origami —“oru”, doblar; “kami”, papel—.

Inicialmente, la papiroflexia estuvo reservada para usos ceremoniales y sagrados debido al costo y complejidad de elaborar papel en los primeros años; sin embargo, durante el periodo Edo (1603 - 1868) la práctica se popularizó y se transformó en una actividad recreativa dentro de los hogares japoneses.

La práctica de este arte se ha expandido por el planeta al punto de que cada 11 de noviembre se celebra el Día Mundial del Origami. En el caso peruano se estima que llegó durante el siglo XX de la mano de la migración japonesa.

Origami proviene de las palabras japonesas "oru" y "kami" que significan doblar y papel respectivamente.
Origami proviene de las palabras japonesas "oru" y "kami" que significan doblar y papel respectivamente.
/ Antonio Melgarejo / El Comercio

En la cultura japonesa se utiliza incluso en templos o ceremonias. Por ejemplo, se obsequian dos mariposas para representar el amor en una pareja, también se pueden dejar o quemar frente a la tumba de alguien querido en señal de respeto. Es muy valioso”, explica Llanos.

La popularidad del origami entre las familias japonesas no solo llevó a que cada una se especializara en su propia figura sino que esta era transmitida de generación en generación a modo de legado. “Es muy interesante porque ninguna familia tiene la misma figura que otra, incluso si eligen el mismo animal. La forma en la que yo veo y represento a un tigre será distinta a la que tú o tu familia lo haga, por ejemplo. Por eso nadie puede decir que existen mil o cinco mil figuras de origami... existen millones”, afirma el maestro.

Y así como figuras, también existen variantes. Llanos menciona algunas de ellas como el origami purista, donde se representan a animales o personas; el kusudama, que consiste en figuras hechas con pedazos pequeños de otras; el estructural, con figuras geométricas; o la de utilizar papel mojado.

Sin embargo, la papiroflexia no solo se limita a ser una expresión cultural y artística, a lo largo de los años se ha comprobado que permite desarrollar actividades motrices, creativas, lógicas e incluso psicológicas.

Yo te lo puedo asegurar. Pasé de ser un niño que no hablaba con sus padres a enseñar origami a distintos grupos, algunos de ellos incluso con neurodivergencias como el autismo o trastornos de déficit de atención”, asegura Llanos.

El origami tiene un importante lado ceremonial y simbólico en la cultura japonesa.
El origami tiene un importante lado ceremonial y simbólico en la cultura japonesa.
/ Antonio Melgarejo / El Comercio

— Camino de papel —

Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y un leve autismo, ese fue el diagnóstico que explicaba por qué el pequeño Antony, de tres años, destruía sus juguetes y prefería no conversar ni con sus amigos ni con su familia. “Un profesional le recomendó a mis padres que hiciera trabajos manuales. Comencé dibujando pero luego mi papá, quien tenía conocimientos de origami porque mi bisabuelo era un maestro en el arte, me enseñó a hacer barquitos, carritos y tanquecitos”, recuerda.

La primera figura que Antony logró armar por sí mismo fue un barco. “No me gustó” — ríe. — “pero fue el empujón para continuar. Es uno de los trabajos que comienzas a hacer contigo mismo. Mis padres luego me compraron libros y comencé a aprender nuevas figuras. De repente, ese niño que no socializaba comenzaba a mostrarle esas figuras a sus padres y ellos se lo comentaban a nuestros familiares. Al poco tiempo prácticamente estaba haciendo una exposición sobre mis figuras con mi familia, hablaba de cómo fue el proceso y el tiempo que me había tomado”.

Para Antony es imposible estimar la cantidad de figuras que ha armado en estos más de 40 años practicando origami. Son cientos de miles o incluso millones. Lo que sí recuerda es cuánto ha tardado con algunos de ellos. “He pasado semanas, con algunos tardé meses porque no sabía cómo avanzar, lo dejaba y lo retomaba tiempo después”, dice.

Y por supuesto que tiene favoritos. “El sapito saltarín fue uno de los primeros con los que más me divertí. El escorpión también me encantó y el tsuru, por su importancia cultural”, enlista.

El tsuru o grulla en español es muy probablemente la figura más representativa del origami. Según la tradición representa la buena suerte, buena energía y consuelo. Antony explica que durante el duelo por la muerte de un ser querido, por ejemplo, los parientes reciben algunas grullas de regalo a modo de consuelo. “Además, está la tradición de hacer mil grullas para recibir algo a cambio, eso tiene una explicación psicológica y otra más simbólica” — comenta mientras deja la figura que estaba armando, acomoda su silla y despeja la voz. — “El ritual apunta a que la grulla trae suerte, hacer mil multiplicará tu suerte por esa cantidad. Y la psicológica dice que al desarrollar la paciencia y enfoque necesarios para llevar a cabo esa labor dejarás de pensar en tu problema y cuando hayas terminado serás otra persona, estarás en otro estado”.

Llanos asegura que practicar origami le permitió desarrollar sus habilidades sociales.
Llanos asegura que practicar origami le permitió desarrollar sus habilidades sociales.
/ Antonio Melgarejo / El Comercio

Con el tiempo Antony descubriría que el papel no solo lo acompañaría durante su infancia sino que mas bien marcaría su camino de vida. Se convirtió en ingeniero de papel, un oficio casi desconocido que se encarga del diseño, desarrollo, construcción y producción de diferentes piezas como tarjetas, libros, entre otros.

En paralelo, desde 1998 es profesor — se resiste a que lo llamen maestro “porque hay personas que hacen cosas mucho más increíbles” — de origami y kirigami. Desde esa tribuna, además, se ha encargado de utilizar este tradicional arte en beneficio de niños que como él poseen alguna neurodivergencia.

En el 2003 llegué al Centro Cultural Peruano Japonés y durante todos estos años he podido trabajar con distintos grupos, incluidos algunos que me recordaban las sensaciones que yo experimenté de pequeño. Uno entiende por qué están tan inquietos, por qué se frustran. Hay quienes creen que el origami podría llevarlos a que se frustren, pero en realidad les enseña que es muy estimulante para su cerebro. El origami es terapéutico, te ayuda a desarrollar la coordinación motora, la concentración, la percepción visual. Por eso hay colegios que lo utilizan y muchos más deberían hacerlo”, señala.

Llanos reconoce que con el paso de los años es más complicado despegar a un niño de un monitor para ponerlo a doblar papel por primera vez, pero confía en que la mística que por milenios ha acompañado al origami le permita sobrevivir como una valiosa expresión artesanal.

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