A 30 minutos del corazón de Oxapampa, se encuentra una de las entradas al Parque Nacional Yanachaga Chemillén, una de las áreas naturales protegidas con más biodiversidad en nuestro país. “En este lugar conviven más de 90 especies de anfibios y 120 especies de mamíferos… aunque muchos no lo sepan, esta es un área altamente irremplazable para el mundo”, cuenta con emoción Salomé Antezana, jefa de este Parque Nacional.
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Aquí, amanece poco antes de las cinco de la mañana y por las noches arrulla la lluvia intensa junto al cántico de diferentes insectos. Este bosque de neblina -que es hogar de cedros de más de 35 metros de altura y todo tipo de aves- es hábitat también de una especie entrañable para los países de los Andes: el oso de anteojos. Con una población de más de 5 mil ejemplares en el Perú, el también conocido como oso andino es la única especie de oso en Sudamérica que enfrenta amenazas para su supervivencia, amenazas que van desde la fragmentación de su hogar a causa de la deforestación hasta la cacería furtiva.
“El oso andino está en categoría de amenaza, en la lista roja. Por ello es tan urgente monitorear el área que ocupan, con la finalidad de consolidar los planes para su conservación en los tres ecosistemas del parque: selva alta, selva baja y pajonal”, precisa Jorge Tiravanti, consultor del Sernanp, a propósito del proyecto de instalación de cámaras trampa que se viene desarrollando en el área natural protegida y del que Somos pudo conocer en primera persona gracias al apoyo del Sernanp y la cooperación alemana para el desarrollo implementada por la GIZ.
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-TIERRA DE OSOS-
Para el monitoreo de la población de osos andinos en el área natural de Oxapampa, se han empleado alrededor de 50 cámaras trampa instaladas desde agosto de este año. Ello, no ha sido tarea sencilla, pues la elección de los árboles donde se instalarían estos dispositivos no fue aleatoria: se necesitó mapear transectos en el bosque de neblina que cuenten con indicios claros del recorrido del mamífero, señales que van desde arañazos en los árboles hasta pelos y heces del mismo.
“Una vez que encontramos el indicio, colocamos la cámara en el árbol a 50 cm. del suelo, asegurando fuerte con la correa porque el oso tiende a jugar con ella y puede terminar arrancándola o mordiéndola”, agrega Tiravanti. Los caminos que recorre el oso andino son por lo general en pendientes con mucha vegetación, por lo que los guardabosques llevan siempre consigo implementos de seguridad y machetes, si es que es necesario abrir camino. Al día, estos equipos recorren entre dos y tres transectos del parque, con la labor de monitear cómo va el funcionamiento de las cámaras, instalar nuevas y retirar aquellas que ya cumplieron un rango de 30 días.
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Los resultados, son cada vez más interesantes, logrando apreciar al oso andino muy de cerca, alimentándose e incluso acompañados por sus crías. En tanto, se espera que a fines de este mes vea la luz el primer reporte general de la instalación de estas cámaras, con hallazgos de suma importancia para la construcción de estrategias de identificación y conservación del oso de anteojos.
El uso de cámaras trampa es exclusivo para áreas naturales protegidas.
Su objetivo es monitorear la diversidad biológica del lugar para la elaboración posterior de planes de manejo y conservación de especies.
Estas cámaras son colocadas en árboles del parque nacional (a 50 cm. del suelo) y se mantienen allí por un periodo aproximado de un mes cada una, encendidas las 24 horas al día.
Para capturar imágenes y videos de las especies del lugar, estos dispositivos se activan vía sensores infrarrojos y detectores de movimiento.
-GUARDIANES DEL BOSQUE-
Para ser guardaparque no es necesario ostentar una carrera prestigiosa o cargar con numerosos títulos en ciencia. Hoy, basta con tener una importante cualidad: pasión y respeto por lo natural. Aquí, en Oxapampa, ya es costumbre que los guardaparques con más experiencia visiten a menudo las escuelas para contagiar ese espíritu aventurero en charlas para niños y adolescentes.
De hecho, muchos de los guardaparques que en la actualidad se internan en el Parque Nacional Yanachaga Chemillén durante 22 días iniciaron su camino así, contagiados por el ‘bichito’ que les sembró uno que otro experto con más sabiduría. Para el guardaparque Héctor Chamorro -que lleva más de 20 años al cuidado de esta área natural- esta es una realidad que positivamente ha ido cambiando con el tiempo.
“Me da orgullo ver que cada vez más jóvenes se preocupan por proteger lo suyo. En los tiempos que yo ingresé, la juventud no tenía mucho interés ni respeto por la biodiversidad. Cortaban, quemaban, mataban, destrozaban. Hoy ya no. La juventud de ahora está más concientizada, están dispuestos a aprender más y más, lo que es muy beneficioso para la conservación de nuestra biodiversidad”, comenta, con la esperanza de que las nuevas generaciones hereden ese mismo amor por la riqueza en biodiversidad que nuestro país ostenta. //