Buenos Aires es hoy el hogar fugaz de la actriz y dramaturga Paloma Yerovi. Proyectos laborales la tienen viviendo allá por unos meses junto a su esposo, el artista plástico Pablo Patrucco, y sus hijos Isabela (5) y Salvador (4). La distancia, sin embargo, no impide que ella continúe promoviendo la publicación de Caballo de noche, una aplaudida obra de teatro que escribió y dirigió en el 2004. Tampoco que cuente detalles sobre el rol protagónico que tiene en la última película de Augusto Tamayo, en la que interpreta con vehemencia a esa mujer adelantada a su época que fue Flora Tristán, trabajo en el que además compartió escena con Diego Bertie, su querido amigo, que ya no está.
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—¿Tenían una relación cercana Diego y tú?
Sí, fuimos muy amigos… [guarda silencio unos segundos]. Nos conocimos hace mil años, cuando hicimos La casa de Bernarda Alva en el teatro; él recién había vuelto de vivir fuera. La química se dio al instante. Luego Michelle Alexander nos llamó para hacer la serie de TV Yuru, la princesa amazónica y no perdimos el contacto. Era muy noble, gracioso y generoso, no solo en su manera de ser, sino como compañero de escena.
—En La herencia de Flora, película que acabas de terminar de grabar, Diego interpretó al capitán Chabrié, el gran amor de Flora Tristán, tu personaje.
Sí. Diego y yo nos sentimos siempre muy unidos en escena. En este caso todo fluyó muy bien, en parte, claro, gracias a la dirección de Augusto Tamayo. Todas las escenas las hicimos con mucha pasión por la historia.
—¿Qué significó dar vida a quien fuera una de las figuras históricas más importantes de esa causa en el Perú?
Mucho. Flora fue feminista en un momento en el que no existía el feminismo. Ella creía en la igualdad entre hombres y mujeres cuando todo estaba creado y hecho por ellos. Si lees sus textos hoy, se te pone la piel de gallina por lo tristemente vigentes que son. Yo aspiro a tener la fortaleza y la voluntad visceral de Flora para sobrevivir; eso fue finalmente lo que le permitió salir adelante.
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—Publicas Caballo de noche 18 años después de que pusiste la obra en escena. ¿Cómo te has reencontrado con la historia?
Me distancié de la escritura por dedicarme más a la actuación, sí. La editorial Caja Negra me convocó recientemente para publicar esta obra de teatro que fue mi tesis de licenciatura. Debo confesar que al revisar de nuevo el texto me vi tentada a corregir muchas cosas, pero finalmente no lo toqué. Preferí que fuera un testimonio de ese momento. Si alguien la vio cuando la montamos, con Ricardo Fernández y Elene Bentin en el 2005, seguro tendrá otra interpretación porque las personas somos distintas de lo que fuimos.
—Uno de los personajes principales de la historia es un adulto mayor. Por otro lado, tú misma has tenido una cercanía grande con figuras de edad avanzada. ¿A qué se debe?
Tiene que ver con el mundo del que yo vengo: el de mis abuelos maternos. Ellos me criaron y fueron clave en mi vida. Cuando escribí Caballo de noche, mi abuelo Alfonso Cisneros acababa de morir: pudo haber sido una forma de encontrarme con él en otro plano. Y por mi lado Yerovi siempre se ha hablado de mi abuelo y mi bisabuelo. Ese mundo del pasado me ha hecho una chiquivieja. Cuando mis amigos me dicen que vayamos por una chela, yo les digo que mejor por un café [ríe].
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—Leonidas Yerovi, tu bisabuelo, fue uno de los más importantes intelectuales peruanos de inicios del siglo XX. Luego estuvo tu abuelo, que llevó el mismo nombre y fue periodista. ¿Qué historias familiares tienes sobre ellos?
Muchas. Mi papá las conoce todas al detalle. Ya le he dicho que abra su canal de YouTube para que las cuente y no se pierdan, porque además están ligadas estrechamente a la historia del Perú. Tengo que decir que mi tatarabuelo Yerovi, que era ecuatoriano, también tenía una columna sobre la realidad política del país en el siglo XIX. Es increíble. Justamente una de las historias que sé es que mi bisabuelo viajó a Ecuador a buscar a su padre y entonces no fue bien recibido por la familia de allá. Aquello me quedó haciendo ruido, por lo que acepté una oferta de mi papá para ir, muchas décadas después, a conocer a esa ala de la familia y ver qué pasaba. Fuimos con libros de mi bisabuelo y todo muy bien. Curiosamente, luego me llamarían de Ecuavisa para hacer una telenovela y me quedé a vivir tres años allá.
—Tu padre Nicolás también es un conocido hombre de prensa y humorista gráfico. ¿Su figura también te ha influenciado?
A estas alturas de la vida, te das cuenta de que eres producto de los que te antecedieron.
—Antonio Cisneros, además, fue hermano de tu madre. Tu padrino.
Sí, mi papá y mi tío Toño relanzaron la revista Monos y monadas, y así el primero conoció a mi mamá. Recuerdo que él y yo nos reíamos mucho, tenía un sentido del humor muy agudo. En sus recitales de poesía había mucha puesta en escena. Mi tío le quitaba esa solemnidad y hacía que la literatura fuera más cercana a la gente. Una vez de chica le enseñé mis poemas y me dijo: “No hay remedio, a eso te dedicarás”. Y mira, acabo de terminar un poemario. //