Lo que aprende un hombre cuando tiene un bebé de 3 meses, por Abraham Taipe. FOTO: Archivo familiar.
Lo que aprende un hombre cuando tiene un bebé de 3 meses, por Abraham Taipe. FOTO: Archivo familiar.
Abraham Taipe

Gabriel Jesús ha cumplido tres meses. Y desde que su corazón empezó a latir, todo ha cambiado. Todo.

Cada persona experimenta la noticia de ser padre de forma distinta. Hay quienes saltan, otros lloran y unos más siguen sorprendidos por unas semanas, como anestesiados ante el futuro acontecimiento. A ese último grupo pertenezco.

Pero tarde o temprano el remezón y la emoción te alcanzan.

Aún recuerdo aquel día. Era una mañana tranquila cuando entré a esa sala a acompañar a mi pareja. Me puse a su lado, mientras tanto el doctor empezaba a hacer su labor de revisar cómo se iba formando el bebé. En la pantalla veía como Gabriel se acurrucaba y ocultaba su rostro, con la timidez de alguien que no sabe lo que vendrá. Cuando de pronto unos latidos fuertes, poderosos, mágicos – no sé cómo describirlo- inundaron aquel cuarto y toda mi existencia. Eran como golpes continuos a una mesa que removieron toda mi cabeza. Allí entendí que iba a ser padre.

Debo decir que lo que siguió no fue un embarazo fácil. Dos amenazas de aborto hicieron que mi acostumbrado corazón de hierro terminara por quebrarse y dieran paso al llanto más amargo que recuerde. Y es que la probabilidad de perder la felicidad (tu felicidad) genera dolor, angustia y miedo. Todo junto. Y dormir en el sillón de una clínica a la espera que todo esté bien, acrecienta la pena.

-Tres meses (una vida)-
Finalmente, el 9 de mayo se coronó la alegría. Entonces, creí –ingenuamente- que todo sería más sencillo, pero la primera noche con tu nueva familia: hijo-padre-madre, no es un cuento de hadas. ¿Cómo se carga un bebé? ¿Por qué llora? ¿Tiene frío? ¿Es el pañal? Las preguntas se acumulan y las enfermeras no siempre tienen la mejor (y más amable) respuesta.

En las primeras semanas dormir es un anhelo. Las preguntas se responden pausadamente y el temor a cualquier pequeña enfermedad ronda toda la casa. Y si la herida de la cesárea de tu pareja se complica, debes consolarla. Y si la misma te lleva a emergencia de madrugada, está permitido quebrarte una vez más, para luego respirar y continuar. Recuerda: un bebé no espera.

Al término del primer mes ya eres un experto en lavar biberones, en pasearlo para que duerma, en sobarle la espalda y que bote el clásico chanchito; y, sobre todo, a esperar con estoicismo que el maldito cólico estomacal desaparezca.

Sin embargo, todo trae recompensas. Las semanas, si bien parecen largas, te abren la puerta a sucesos trascendentales: tu hijo reconocerá tu rostro y empezará a sonreír. Y luego a reír a carcajadas y emitir sus primeros sonidos.

Pero hay algo más: tomará tu mano. Y allí recordarás lo que escribió un gran novelista: "Cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre".

Para los tres meses habrás memorizado los precios de pañales, pañitos húmedos, gaseovet (aero om), shampoo y a guardar los cupones de descuento de las cadenas de farmacia. A actuar en modo automático por las madrugadas, a bañar a tu hijo con agua tibiecita, a cargar su tina, a secarlo, a llevarlo de compras. Y más. Y así serás feliz, a pesar que no estás ni siquiera en la mitad del camino por recorrer.

Y también te prepararás mentalmente para enfrentarlo a una sociedad que se resiste a dejar de convivir con el machismo. Pensarás en qué le dirás si un día lo ves llorando desconsoladamente porque tuvo un día de M, si -como deseas- no ama el fútbol, si detesta mover un dedo para ordenar o limpiar al menos su cuarto, si cree que lavar es "cosa de mujeres" o si en la adolescencia comete el pecado de probar las drogas porque es "cosa de machos".

Ser padre es difícil, pero se aprende.

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