No suele dar entrevistas, pero cuando dice (o calla), la moneda verde y el sol nacional se mueven. Durante varias semanas estuvo en ‘veremos’ su ratificación en la presidencia del Banco Central de Reserva del Perú, pero ya en su misma silla de vuelta, de alguna manera los números retoman su estabilidad. Julio Velarde, el economista más importante - y quizá el más poderoso- del país dice lo que piensa, aun cuando lo que diga no vaya a gustar.
“Jamás renunciaría si el momento está malo”
En una de las pocas entrevistas personales que ha dado a la prensa (El Comercio, 11/11/2006), Julio Velarde aseguró que no es de los que saltan del barco cuando se está hundiendo. Se iniciaba como presidente del BCR y esperaba –al borde de la impaciencia- que el Congreso de entonces terminara de repartirse la peliaguda designación de los directores que lo acompañarían. Comenzado su segundo gobierno, Alan García le había pedido personalmente que asumiera la conducción del banco. “Jamás renunciaría si el momento está malo; solo lo haría si el momento es bueno, por responsabilidad”, afirmó entonces.
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En aquella entrevista también dijo que volvía al Perú y al BCR “por tonto” (ya había sido director en los 90), aunque aclara que en momentos de dificultad, siempre se puede “mejorar el banco para encontrar la excelencia”. De cualquier modo, dejaba atrás su puesto de presidente del Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR), en Colombia, para convertirse, durante la siguiente década y media, en el hombre que hizo confiable al sol, y objeto de estudio a la estabilidad macroeconómica peruana.
Sin pelos en la lengua
El mejor banquero central global del año (2015) y mejor banquero central de las Américas (2020) es inagotable, rasgo muy común en un ejecutivo “workaholic”, como lo llama un ex colaborador en el BCR. Solo hay una cosa que lo fatiga: el Congreso.
En el último año tuvo que ir varias veces para explicar por qué algunos proyectos de ley no tenían ni pies ni cabeza. Al salir, pensaba que le habían entendido, pero normalmente ocurría todo lo contrario. Más de una vez aceptó responder la llamada de RPP para expresar, sin contemplaciones, su preocupación -y perplejidad- por lo que salía de ciertas comisiones parlamentarias. “Una garantía del BCR (a reprogramación de créditos) sería inadmisible, la credibilidad la hemos ganado en 30 años, tenemos la política monetaria más expansiva del mundo, ¡que todo esto se tire al tacho por un proyecto irresponsable no tiene nombre!”, decía en octubre del 2020. Le faltaban palabras para describir las propuestas de devoluciones de la ONP, “uno de los proyectos más desastrosos que podría haber”. E incluso no faltó la ocasión en que tuvo que defenderse cuando fue tildado de “amigo de las AFP”. Visiblemente molesto, respondió a Cecilia García (Podemos Perú) que “tal vez está acostumbrada a maltratar a otra gente, […] pero esto es una afrenta y no tengo por qué tolerárselo”.
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Técnico y político; impaciente e irónico
Mantener durante años la tasa de inflación entre 2 y 3% -la más baja de América Latina, junto con Panamá y El Salvador- agota menos que soportar intentos de imponerle a directores del BCR sin la experiencia adecuada para el cargo. Aunque tomaba con ironía el hecho de que, durante la gestión de Humala, el banco llegó a funcionar, casi por 24 meses, solo con dos de siete directores –”Ya nos hemos acostumbrado, mejor ser pocos que malos”, “el BCR es el puesto que menos interesa en los arreglos políticos, por eso al final se elige a muy buena gente”-, aquella vez estuvo a punto de renunciar.
En mayo del 2012, el problema de la demora en los nombramientos incluyó a Rafael López Aliaga. El ex cuadro de Solidaridad Nacional -que hace poco recomendaba “dejar el tipo de cambio a seis soles, para que la gente pobre sienta”- estuvo a punto de ser designado como director del BCR, si no fuera porque Velarde se opuso y expresó su preocupación a un grupo de congresistas.
“Julio no es un político, sino un economista que dice lo que piensa, aun cuando a su audiencia no le vaya a gustar lo que va a escuchar”, lo describe Gianfranco Castagnola, ex director del BCR. Por eso no tiene problema en decir que en casi todos los gobiernos se han cometido errores. El “Estado fallido” llama Velarde a una sucesión de oportunidades desperdiciadas: “con Toledo se avanzó muy poco”; “García no implementó medidas de impacto”; con Humala “se hicieron proyectos caros, malos e ineficientes”; “los planes de Kuczynski no llegaron a concretarse”; “Vizcarra no tenía un plan, bajó de un avión y asumió la presidencia”. Pero cuando el país peligra, el estratega del BCR se mete de lleno, sin horarios ni descanso.
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Decisiones drásticas, y rápido
Desde el primer momento de la emergencia por Covid-19, Velarde fue un importante respaldo para la entonces ministra de Economía, María Antonieta Alva. “El domingo 15 de marzo, cuando cerramos la economía, me dijo algo clave: ‘Tu mejor política económica es combatir el virus’”, recuerda Alva, ex alumna de Velarde en la Universidad del Pacífico (UP). “Él tenía claro que la cuarentena serviría de algo si es que el sistema de salud podía ganar tiempo para fortalecerse”.
Mientras tanto, alguien tenía que asegurarse de que no se cortara la cadena de pagos. Tres días después de decretado el primer confinamiento, Velarde reunió a su equipo del BCR. Gustavo Yamada, uno de sus directores, recuerda cada palabra: “Nos dijo: ‘tendremos que tomar decisiones bien drásticas e ir viendo en el camino cómo reaccionamos’. Esa suele ser una de sus frases”.
El único que parecía mentalmente preparado para la crisis era Julio Velarde, quien anunció a sus directores: “Si la economía va a estar parada muchas semanas, hay que dar créditos con garantía. En Europa recién se está discutiendo, pero nosotros vamos a tener que hacerlo, y rápido”. No había una palabra para lo que Velarde tenía en mente, un programa de préstamos para la gran empresa, y en una segunda etapa, enfocado en las micro y pequeñas (Mypes). Después el gobierno lo bautizaría como ‘Reactiva Perú’.
En el MEF se oponían a que el Estado asumiera el 100 por ciento de la garantía de los préstamos, y más bien se optaba por bajar el porcentaje para que los bancos compartieran el riesgo y fuesen más rigurosos al momento de evaluar a las empresas beneficiarias. Hubo “serias diferencias”, entre Alva y Velarde sobre el punto, refieren algunas fuentes. “Julio sentía que ponerle menos del 100% de garantía iba a hacer que los bancos se tomaran un poco más de tiempo en evaluar y él quería que el programa saliera rápido”, asegura la ex ministra. De hecho, al presidente del BCR le desesperaba que pasaran las semanas y no salieran la norma, la reglamentación y los contratos. “Al final se llegó a un acuerdo intermedio, con Julio siempre poníamos los intereses del país al frente”, recuerda Alva.
Un creativo cauteloso
Para ser un economista salido de la academia, la cátedra y la investigación, Velarde muchas veces ha tomado decisiones fuera de los libros. Sabe que hay que seguir los principios de la ortodoxia, pero también cuándo ser creativo y solucionar los temas complejos con ingenio. Una “audacia acotada”, lo define un colega. “No son ideas originales, sino un poco distintas”, aclaró él mismo, en un discurso. En todo caso, ideas que estaba consciente de que se podían hacer. Todos coinciden en que conocer los mercados es más un arte que una ciencia, y que aunque se apoya mucho en su equipo, la táctica es suya.
Las respuestas han sido diferentes para cada crisis (la gran recesión del 2008 o el fin del boom de commodities del 2013), pero quizá la situación más difícil, anterior a la pandemia, se remonta a 1990, cuando Juan Carlos Hurtado Miller lo mandó llamar. Velarde era director en el BCR y fue uno de los pensadores del plan de estabilización económica y la reinserción del Perú a los mercados. Unos días antes del histórico anuncio del ministro de Economía por televisión, Velarde expuso al consejo de ministros las nuevas leyes de lo que sería por siempre recordado como el ‘fujishock’. “Nos opusimos a anclar el tipo de cambio, a pesar de la presión de organismos internacionales. Fuimos el primer país en Latinoamérica en implementar un esquema de flotación, que años después adoptaron los demás”, contó Velarde frente a un auditorio, hace unos años. Tras el autogolpe de 1992, se aceptó su renuncia junto al resto de directores del BCR.
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Intimidante y sencillo
Para quien no lo conoce puede ser difícil seguirle el ritmo (del trabajo, de las ideas). Tiene un humor muy raro (“estás inteligente”, suele decir a quien le responda correctamente). No busca caerle simpático a todo el mundo. Alardea un poco de su memoria enciclopédica para las cifras, y también para las anécdotas y bromas. No tiene mal carácter, pero tampoco es la Madre Teresa de Calcuta. Es implacable con la gente que dice tonteras con cierta pompa, buscando impresionarlo. Puede hablar de arte o literatura con la naturalidad con la que desgrana las principales leyes económicas. O quedarse una tarde entera charlando sobre historia medieval a partir de un documental visto en Netflix (cuando darse un descanso era posible). Es interesante verlo no como el encumbrado economista, sino en otro registro, el hombre que no teme hablar disparates o ponerse frívolo, sabiendo que se está en ese código. Comparte con un grupo de amigos su gusto por los vinos. “Últimamente, solo saluda por los cumpleaños”.
Vive desde hace más de 20 años en el mismo piso 15 de un clásico edificio de Miraflores, frente al mar. Es un buen conversador, siempre hace preguntas, le gusta aprender. Nunca se casó ni tuvo hijos. No tiene afanes protagónicos de un político, ni la arrogancia que se atribuye a los economistas. En las grandes convenciones mineras, en las reuniones anuales de banqueros centrales, cumbres donde se codean los funcionarios de más alto nivel, prefiere las esquinas. Para ser uno de los peruanos más influyentes y poderosos -que hasta antes de los confinamientos vivía la mitad del año en aviones-, se siente cómodo con el perfil bajo. Escoge a pocos interlocutores y logra una mejor visión sin ser necesariamente detectado.
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Un “genio caótico” al que sus alumnos no entendían
Hasta antes de la pandemia, Velarde solía dar conferencias y charlas dentro y fuera del país. Lo disfrutaba mucho, aunque no siempre ‘medía’ bien el auditorio y hablaba ‘en difícil’, detalle que fue corrigiendo por su mismo rol de presidente del BCR. Es un economista e intelectual premiado por sus buenas notas y primeros puestos desde las carpetas del colegio Santa María, en la década del 60, luego en la universidad y en sus doctorados en Estados Unidos y Alemania (en el Instituto de Economía Mundial de Kiel es una celebridad). En la universidad tenía fama de caótico, es una suerte de genio distraído que puede ser políticamente incorrecto. En el 2008 fue criticado por sugerir que en los techos de los barrios pobres de Lima (donde “por suerte no hay edificios”) se podría sembrar hortalizas, para sentir menos la inflación. Mereció editoriales, y con el tiempo aprendió a ser más prudente.
Sus ex alumnos recuerdan ese aire de superioridad descuidada, casi como si diera la clase a cien mil pies de altura, lejos de lo mundano y predecible. Encendía un cigarrillo con los restos del anterior y vestía siempre igual (monotonía muy común entre sus pares). “Probablemente la primera clase no entendimos nada, pero nos impresionó, era una mente brillante”, recuerda Gianfranco Castagnola sobre ese hombre que parecía siempre torturado por alcanzar la perfección. Era “el Google” de la época. Todo sabía. Sus alumnos lo admiraban, lo seguían. Siempre ha sido un intelectual preocupado por el Perú como promesa, buscando la fórmula para salvarlo a través de los números. //
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