La trama de Manco Cápac es tan despojada que pareciera un ejercicio de contemplación espiritual. En cierta forma es la antítesis de buena parte del cine peruano, siempre necesitado de una intriga policial o una historia mecánica de amor/desamor para atrapar a su audiencia. El segundo largometraje del cineasta puneño Henry Vallejo (ver recuadro) le huye conscientemente a todo eso para ocuparse de la historia de Elisván, un chico del campo que llega a Puno por una promesa de trabajo que no se cumple. Así, se ve obligado a sobrevivir haciendo lo que sea.
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