Quinientos mil dólares. Con eso se podrían comprar tres departamentos en una playa en Lima o pagar la planilla mensual de los dos clubes más grandes de la Liga 1. Con esa cifra también se podría comprar una sola figurita Panini de Lionel Messi.
En abril de este año, un hombre cuya identidad es un secreto de estado, compró un cromo edición limitada del crack argentino por 522 mil dólares. No es un hombre, claro: es una fanático billonario que puede darse lujos de jeque, un sibarita del fútbol. Y Messi no es solo un crack argentino: es el mejor futbolista del planeta, desde hace quince años, y acaba de anunciar que Qatar 2022 será, probablemente, su último Mundial.
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Uno imagina a los coleccionistas de figuritas o camisetas como seres extravagantes que viven en sótanos donde acumulan sus artículos en cajas que abren de cuando en cuando, como si se tratara de un sommelier que baja a su bodega para catar un vino añejo. Son un poco así. Pero también son ingenieros industriales de 30 años que viajan a Perumin por cuestiones de trabajo. Como Miguel Montalvo Robertson, por ejemplo, que esta tarde, víspera del 30 de octubre, cumpleaños de Diego Armando Maradona, me enseña un álbum para aficionados del 2001 con figuras inéditas sobre ‘Pelusa’, QEPD. “Hoy, digamos, esto puede costar 100 soles y en su momento costó 5. Pero aquí lo que es importante de entender es que su valía crece conforme pasan los años. Es como la historia: su grandeza real se mide en perspectiva, con el tiempo, a distancia”.
Por eso, cuando le pregunto sobre la insólita cifra pagada por aquel ciudadano inubicable en abril pasado, responde: “En diez años valerá más”.
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El anuncio de Messi (35) sobre Qatar y el final de su vida en mundiales, además de la edad de Cristiano (38 el próximo febrero), han iniciado el extenuante debate sobre el futuro de este deporte. Los más románticos creen que sus cuarenta serán los nuevos veinte y que ambos, Lionel y Cristiano, tendrán energía para algo más. Los más desolados —entre los que me incluyo— anuncian la catástrofe: el mundo volverá a ser común y corriente. Quizás esta frase del periodista argentino Jorge Barraza explique por qué será tan doloroso que el fútbol se quede sin Messi corriendo en la cancha, como si tuviera patines. “Leo no es un jugador, son cuatro dentro de ese breve envase: la seriedad competitiva de Alfredo Di Stéfano, el sentido del gol de Pelé, la habilidad extrema de Maradona y la inteligencia superior de Bochini”. Cien años de fútbol en 168 centímetros.
Para los coleccionistas, en cambio, este proceso los ha obligado a apurar el inventario: ¿cuántas de las primeras ediciones de los cromos o figuritas de Messi y CR7 tienen en sus cajones? ¿Es posible empezar un negocio? ¿Existe mercado para ello? Jack Hurtado es el rostro del Museo de Coleccionables de Fútbol, una rareza en el país sin memoria, que hoy tiene un brazo comercial: La Casa de las Figuritas, con locales en Santa Anita y Centro Cívico y una sucursal en Arequipa. Vende todo: desde álbumes de Stranger Things de Netflix, hasta el Capitán Tsubasa, Hello Kitty y todo Panini Fútbol. “Voy a transmitir un consejo de uno de los más grandes coleccionistas mexicanos, Raúl Valencia, que decía que en estos tiempos no se trata de llenar rápido un álbum. Hoy se busca completar el álbum de la forma más barata y lo más importante, preservarlo. En un futuro, las figuritas y los álbumes que mejor se conserven costarán mucho más que su valor original”.
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Montalvo Robertson viajará a Qatar 2022 en las próximas horas como parte de un largo romance que tiene como pretexto al fútbol: en una cancha conoció a su novia, Steffi Roth. Le he pedido hacer matemáticas, antes que inicie su check in rumbo a otro mundial en su vida de fanático: “Una figurita Panini del primer Lionel Messi en mundiales, es decir, Alemania 2006, puede costar 200 soles en promedio, y una del mismo álbum pero de CR7, 180. Quizá más”. Hace, sin embargo, una observación científica: “Los precios crecen en el mercado internacional si su propietario, por ejemplo, las lleva a una casa oficial para ‘gradearlas’, es decir, obtener un certificado de autenticidad, calidad de preservación y cantidad existente en el mundo”, explica. Eso eleva su cotización a cifras exorbitantes, miles de dólares, no aptas para ahorradores. Beckett.com es la más importante en este mercado de compra y venta. Obtener ese certificado puede costar entre 200 y 300 dólares y puede tardar hasta 12 meses. Allí, por ejemplo, se puede llegar a una fantástica conclusión que hace brillar los ojos a cualquier coleccionista: usted tiene una de las cinco figuritas en este estado que existen en todo el mundo. Entonces, aquel cromo se convierte en oro.
Más o menos, como escuchar en la TV que se acaba de ganar la Tinka, gracias a lo que compró en el kiosco. //
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