LIMA, 10 DE MAYO DE 1960

PROGRAMA DE TELEVISION "FESTIVAL DE LA CANCION CRIOLLA". 

FOTO: EL COMERCIO
LIMA, 10 DE MAYO DE 1960 PROGRAMA DE TELEVISION "FESTIVAL DE LA CANCION CRIOLLA". FOTO: EL COMERCIO
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Una breve incursión por algunos bares del Centro de Lima –realizada con fines exclusivamente periodísticos– mostró queEl triste, de José José; Nuestro secreto, de Arturo ‘Zambo’ Cavero; El rosario de mi madre, de Mario Cavagnaro; Mal paso, de Luis Abelardo Núñez; Víbora, de Rómulo Varillas... sí, la música criolla la rompe no solo cuando Perú gana un partido, también cuando los peruanos nos debatimos entre la catarsis y el despecho.

No deja de ser curiosa la sazón de nuestra educación sentimental. ¿Qué nos dice que sigamos cantando a voz en cuello, casi celebrando, que la gente, que es tan cruel y despiadada/ y que no le importa nada, se ríe de tu mal paso? La música criolla, pilar de nuestra identidad nacional, ¿también resiste/necesita un análisis crítico a la luz del final de la primera década del siglo XXI? Sí, como todo bien cultural.

Arturo Sulca, docente de Humanidades de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, lo vio así cuando escribió “Vals, sujeto y nación en el Perú”, trabajo en el que analiza, entre otras cosas, las contradicciones de la masculinidad criolla en los valses. Y vaya que tuvo material.

Damián junto a tres leyendas de la música criolla: Lucila Campos, don Óscar Avilés y Arturo 'Zambo' Cavero en la peña Del Carajo, donde solían presentarse. (Foto: Archivo personal)
Damián junto a tres leyendas de la música criolla: Lucila Campos, don Óscar Avilés y Arturo 'Zambo' Cavero en la peña Del Carajo, donde solían presentarse. (Foto: Archivo personal)

Mala mujer, no tiene corazón

Hablemos, por ejemplo, de “”, vals compuesto por Rómulo Varillas, primera voz del trío Los Embajadores Criollos. Para entrar a este análisis de canciones creadas entre las décadas 40 y 60 del siglo pasado, el trabajo de Arturo Sulca detalla el contexto: en la década de los 40 está en boga la representación cultural de la “mujer mala”. “Los tangos de arrabal acentúan la imagen de una mujer que lleva la marca del mal y de un hombre que queda a merced de sus designios. Porestos mismos años, Hollywood, por medio del llamado film noir, se encarga de difundir la “imagen de la femme fatale”. El asedio de la “mujer mala” en la cultura de masas de mediados del siglo XX incide también en el movimiento musical criollo”, escribe.

Sulca cita a Maruja Barrig para explicar que la mujer ha sido imaginada en la tradición occidental en dos planos contradictorios: por un lado, es la encarnación de la virtud (la virgen María) y, por otro, la encarnación de la maldad (Eva). En “Víbora” nos encontramos frente a la mujer como portadora del mal humano. El título de la canción es bastante elocuente y se refiere directamente a la tradición del Génesis. “La tradición bíblica tiene un peso fundamental en el imaginario criollo por tratarse de una cultura que siempre ha estado bajo los designios ideológicos de la Iglesia católica más tradicional”, dice Sulca. “Así como Eva fue castigada por haber ofrecido a Adán la manzana del árbol prohibido, esta mujer-víbora del vals criollo recibe, según el sujeto masculino, también un castigo: la culpa”, añade.

Siguiendo esta ruta signada por los estereotipos femeninos creados en el catolicismo, llegamos a “El rosario de mi madre”, canción compuesta por Mario Cavagnaro. En ella el mensaje que se lee entre líneas es “Devuélveme el rosario de mi madre, de mi santa madre, pues tú, mala mujer, no estás a la altura de su santidad”. En la canción la figura sacralizada de la maternidad es evidente y el sujeto masculino le dice a la mujer que no merece nada de lo bueno que él le puede dar porque ella, sujeto femenino, no se acerca a la santidad de la madre.

El análisis que Sulca hace de la letra de esta canción es muy interesante: el sujeto masculino le proporcionó a su pareja el “rosario de su madre” para que pueda servirle como una suerte de antídoto al “veneno mortal” de la mujer. Luego, como la relación amorosa no funcionó, el sujeto le exige a la mujer que le devuelva la garantía (el rosario). El hombre no desea ser visto nunca más por la mujer porque cuando le sea devuelto el “rosario de la madre” ya tendrá otra vez la imagen de ese ser que sí “supo conservar” el amor del sujeto. El rosario de la madre llenaría el vacío producido por la destrucción del “corazón”, se tornaría, pues, en el centro de la ontología criolla. Edípico.

Los tiempos cambian

Aclaremos que la idea no es demonizar nuestra música criolla. Reconociendo lo dicho hasta aquí, el investigador Fred Rohner, docente de la PUCP, pide mirar la música del ayer en su contexto. “La música popular, en general, desde el siglo XI en adelante, siempre ha tenido mensajes de amor sufriente. Sí se pueden encontrar rasgos machistas en la , pero también en el bolero, la balada... y si hablamos de tango, que es mucho más agresivo, ahí sí encontramos hasta letras feminicidas”, señala.

“La música criolla es una radiografía de una época. La mayoría de valses que consumimos fue compuesta entre el 50 y el 70 y refleja una forma de pensar que también reflejan las baladas y otros tipos de música de la misma época”, añade.

Hace un tiempo Cecilia Barraza declaró que no cantaría “Propiedad privada” o “Víbora” y Bartola está en contra de cantar canciones con mensajes machistas, violentos o racistas. La antropóloga y docente PUCP, Alejandra Ballón, está de acuerdo con mirar críticamente las tradiciones, por supuesto, y destaca que sean las mujeres representantes del que tengan estas reflexiones. ¿Pasará lo mismo con los hombres que se mueven en este espacio? “Es claro que son creaciones de otra época y que evidencian el sentimiento machista patriarcal naturalizado y legitimizado entonces. La pregunta es hoy cómo se lee esto: ¿podemos seguir normalizando la añoranza de cantar esas canciones en coro, como una cuestión de identidad que naturaliza situaciones nocivas o tóxicas?”, dice.

Hoy, 31 de octubre, celebraremos la edición número 75 del Día de la Canción Criolla. No está de más explorar en el riquísimo repertorio del vals peruano tradicional y contemporáneo. Como dice Fred Rohner: “Hoy hay muchísima gente que hace , pero pasa inadvertida porque no figura en los medios, mientras que en los 70 los dos o tres canales que había solo pasaban ese tipo de música”. Entonces, ¿se anima a dejar ir la Víbora que vive en su playlist y darles una oportunidad a nuevas composiciones? Si se anima, aquí tiene una opción:


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