Hace un tiempo conversaba con una amiga acerca de “la vida”. Ella y yo nos conocemos hace muchísimo tiempo, hemos crecido juntas (aunque separadas por distancia física) y sabemos mucho la una de la otra. Conversábamos acerca de eso, de cómo hemos cambiado a lo largo del tiempo y las cosas que hemos logrado. Yo le decía que la admiro mucho, tanto personalmente como en el ámbito profesional. En lo profesional, ha logrado mucho: tiene un puesto muy importante fuera del país, viaja todo el tiempo por trabajo (que es algo que a mi me encantaría hacer y por el tipo de trabajo que tengo no lo hago con frecuencia), conoce gente de distintas partes del mundo y tiene un impacto muy importante con lo que hace.
En esta conversación, ella me contaba que está pronta a ascender en su trabajo, lo ha conversado con su jefe y en cualquier momento empieza la parte de entrenamiento para su nuevo puesto. Es uno aún más importante y con mucho más impacto y ella está muy emocionada y, naturalmente, muy nerviosa. Dentro de las cosas que me dijo, hizo un comentario como este: “a veces no me la creo y siento que tengo engañado a todo el mundo”. Conversamos un poco del tema y le dije que a mí me ha pasado lo mismo, y más de una vez. Además del trabajo clínico, dicto clases en una universidad y escribo en esta plataforma (y en Instagram) acerca de temas relacionados con la salud mental. Y lo hago solo porque es algo que disfruto.
Le decía a esta amiga que más de una vez he pensado cosas como “quién soy yo para escribir de manera públicamente” acerca de temas que considero tan importantes. Si es que alguna vez te has sentido así o has pensado algo parecido, quiero decirte que es completamente normal. De hecho, la sensación de que estamos engañando al resto, que en realidad no sabemos nada – a pesar de haber estudiado muchos años y ejercido una profesión durante mucho tiempo – y que no merecemos el éxito que tenemos, se llama Síndrome del Impostor.
El síndrome del impostor no es un síndrome con base biológica, tiene un origen 100% social y cultural y aparece cuando no hay armonía entre nuestros logros y lo que creemos y sentimos con respecto a ellos y a nosotros mismos, además de nuestro conocimiento sobre un tema o profesión. Este síndrome se caracteriza por un conjunto de síntomas, incluidos algunos pensamientos específicos que impiden que las personas interioricen sus logros, los disfruten y sientan que los merecen. Además, se presenta culpa y sensación de ser un fraude o impostor.
Un impostor es una persona que finge ser alguien que no es con el fin de conseguir una meta u objetivo, y quienes sufren de este síndrome tienden a sentir como si estuvieran fingiendo frente a los demás. Si el resto supiera lo “mediocre” que realmente son, los verían de una forma completamente distinta. Así, lo que se hace es desvalorizar los propios méritos, éxito y habilidades.
El término síndrome del impostor fue acunado en 1978 por las psicólogas Imes y Clance luego de que encontraran, como resultado de una investigación, que 7 de cada 10 mujeres exitosas tendían a creer que no eran inteligentes y que otras personas las sobreestimaban. Durante mucho tiempo fue un tema que se atribuía a las mujeres debido a la introyección de los roles de género y al hecho de que “son los hombres quienes deben alcanzar el éxito”. Sin embargo, el día de hoy se sabe que también aparece en hombres, aunque aún son mayoritariamente las mujeres quienes lo padecen.
Se sabe también que son las personas con alto rendimiento quienes tienen mayor tendencia a presentar estos síntomas, y esto se debe a la incapacidad que presentan para internalizar sus propias habilidades y a sentir que cualquier otra persona podría realizar las tareas que ellos realizan. Estas personas, a pesar de tener pruebas externas de sus capacidades, están convencidas de que son un fraude y que no merecen el éxito ni reconocimiento (cuando lo hay) que han conseguido, y tienden a tildar estas pruebas como resultado de la suerte o coincidencia.
A estas características se le suma la realidad de que cada vez es más difícil confiar en las propias habilidades. El contexto en el que vivimos nos hace estar en constante competencia con otros, sea por puestos de trabajo, puestos para estudiar, sueldos, likes, etc. Por eso, vivimos comparándonos y sintiendo que siempre hay alguien que puede hacer las cosas mejor que nosotros, por lo que siempre queremos más y no necesariamente sabemos cómo lograrlo. Esto genera, en muchas ocasiones, que cuando logramos algo no podamos sentirlo como meritorio, que pensemos que nuestros logros no son reales, o que atribuyamos nuestro éxito a factores externos como contactos, casualidad, perseverancia, y suerte.
Una forma de trabajar en esto es interiorizar los propios logros, saber que no es un trabajo fácil y usualmente debe hacerse acompañado de un/a psicoterapeuta. La realidad es que vale la pena trabajar en este tema; primero, para no auto sabotear nuestro trabajo y éxito; y segundo, para estar mejor. Finalmente, ¿quién no quiere estar mejor?