Una nueva cama ha llegado a casa y con ella una gran pregunta: ¿ahora qué hacemos con la cama antigua que aún funciona?
Podemos sacrificar un pedazo importante de nuestro pequeño departamento para guardarla — y convertirla en un nuevo acumulador de polvo.
Podemos regalársela a alguien, pero en nuestro círculo más cercano nadie la necesita realmente.
¿La botamos entonces? — Ni locos, está entera.
¿Y si la donamos? ¿A quién sería?
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Escenarios como este se repiten a diario por toda la ciudad y no necesariamente tiene a una cama como protagonista. ¿Cuándo fue la última vez que cambio de refrigeradora? ¿Recuerda qué hizo con ella? ¿Qué pasó cuando tocó renovar el microondas? ¿Y qué hay de la ropa que ya no usa?
Menos del 2% de peruanos reciclamos nuestros objetos en desuso y pese a que no hay una cifra exacta sobre las tasas de donaciones en nuestro país, estas suelen ser bajas o como mucho elevarse únicamente en fechas específicas como las Navidades.
Conscientes de esta necesidad nació hace nueve años Recidar, una empresa que busca darle una nueva vida a objetos en desuso y con ello, además, tener un importante impacto ambiental y social.
“Yo identifiqué el potencial social y ambiental que había en la reutilización de objetos usados. En el Perú hay 10 millones de personas en situación de pobreza, de las cuales 7 millones viven en una ciudad. Ellas son las principales consumidoras del mercado de artículos usados, pero enfrentan un ambiente de informalidad que no les da garantías, seguridad ni una experiencia de compra. Entonces, nosotros buscamos dignificar este proceso y que las personas de menores ingresos dejen de sentirse excluidas del mercado formal”, explica a El Comercio Boris Gamarra Pinto, fundador de Recidar.
Para entender mejor el modelo que sigue la empresa volvamos al ejemplo de la cama.
El primer paso fue contactarlos, algo tan sencillo como entrar a su página web para rellenar el formulario virtual o escribirles por WhatsApp detallando los artículos que deseas donar y el distrito en el que resides.
“Hola Recidarian@, ¡muchas gracias por tu donación! La recivisita ha sido agendada para este martes”, confirman luego de una breve coordinación.
El día pactado un camión de Recidar llegó a nuestro domicilio y dos jóvenes se encargan de subir los objetos donados antes de seguir con su ruta. La empresa tiene cobertura en toda Lima Metropolitana.
¿Pero qué pasa después?
“Nuestro gran diferencial es que antes de llegar a nuestros puntos de venta físico, pasamos por un proceso de revalorización. Eso quiere decir que limpiamos, reparamos, tazamos y calculamos las emisiones que se ahorran al reutilizar ese artículo. Recidar actualmente genera empleo para 33 personas y nuestro mayor músculo, con 20 trabajadores, está justamente en el proceso de revalorización, desde quienes van en los camiones a recoger las donaciones hasta el equipo de carpintería, de reparación de electrodomésticos, quienes lavan la ropa, etcétera”, detalla Gamarra.
En cuanto al lado ambiental, el joven emprendedor confía en que los datos pueden ser más claros que cualquier explicación. “Entre el 2017 y el 2024 hemos reutilizado 1 millón 100 mil ítems, eso representa 2.480 toneladas de CO2 evitadas”, afirma.
Para alcanzar dicha cifra, Recidar no solo apela a las donaciones de los hogares sino que ha desarrollado un programa llamado Empresas 2S (Solidarias y Sostenibles) para recolectar objetos en desuso de compañías certificándolas como donaciones.
El último paso para las donaciones es llegar a Mi Bazar de Recidar. Actualmente poseen tres locales, uno en Villa El Salvador, otro en Chorrillos y el más reciente en Comas, en los que los miles de productos son ofrecidos a precios solidarios. “Es una cachina pero en la que sabes de dónde viene el objeto que vas a comprar y te llevas una buena experiencia. Dignidad a precios accesibles”, resume Gamarra.
- Historias que inspiran -
El modelo implementado por Recidar le ha valido una serie de reconocimientos y galardones, resaltando principalmente su perfil innovador y ambientalmente positivo. A sus 36 años Boris mira hacia atrás lleno de orgullo, pero de inmediato se vuelve a enfocar en los retos pendientes que tiene el camino.
“Cada año unas 60 mil personas visitan nuestros bazares, pero si lo vemos en perspectiva son 7 millones de peruanos que no tienen presupuesto suficiente para comprar lo que les hace falta en casa, así que hay mucha chamba por hacer”, resume.
Pero para entender mejor la determinación de este joven por romper aquel modelo injusto hace falta retroceder en el tiempo, específicamente hasta su época universitaria. Al igual que muchos jóvenes peruanos, Boris alternaba sus estudios de Economía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos con trabajos temporales.
“Uno de ellos fue vender cosas usadas en Tacora. Tenía un tío que era recolector, recorría la ciudad comprando fierros, catres y botellas que luego vendíamos. Yo vivía en Chorrillos pero cada fin de semana íbamos a Tacora a las 3 de la mañana y vendíamos hasta las 5 de la mañana”, recuerda. “Probablemente te preguntas por qué a esa hora, yo también me lo preguntaba al principio. Resulta que había una ley de la calle, según la cual después de las 5 de la mañana podían robarte tu mercadería o robarles a tus clientes. Así pasé un año y aprendí cómo la sociedad termina obligando a quienes no tienen condiciones a comprar de esa manera”.
Este conjunto de experiencias han llevado a que Gamarra, ahora desde su tribuna como empresario, abra oportunidades no solo para sus clientes sino también dentro de sus propias filas.
La encargada de que todo funcione en los bazares de Villa El Salvador y Chorrillos es Ana Soto, mejor conocida como Anita. La joven llegó hace seis años al Perú desde su natal Barquisimeto, en Venezuela, y se instaló en Villa El Salvador. “Yo fui clienta aquí, empecé a comprar lo que necesitaba para el hogar porque tienen precios accesible y para mí fue de gran ayuda en ese momento. Con el tiempo se presentó como una opción laboral, hace un año y medio comencé como vendedora”, cuenta.
Actualmente, Anita dirige un equipo de siete vendedores y asegura que la misión más importante que tienen es que ningún cliente cruce la reja de salida sin haber tenido una grata experiencia. “Nosotros tenemos 12 categorías de productos, desde peluches y vestidos de fiesta hasta materiales de construcción. Incluso a veces nos llegan productos que ni sabemos cómo funcionan así que nos toca investigar para poder explicarle al cliente. Pero estando de este lado te das cuenta que lo que a veces para nosotros parece que no tendría utilidad, para otra persona es muy valioso. Estando acá te das cuenta que en realidad ningún objeto es basura”, sentencia.
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