TODOTERRENO. El autor de la nota seguido de cerca por otro grupo de corredores. Ni las altas temperaturas ni el fuerte temblor que alarmó a todos en la última noche en el bivouac lograron opacar la maravillosa experiencia.  (Foto: HMDS-Peru2019©JoyArthos)
TODOTERRENO. El autor de la nota seguido de cerca por otro grupo de corredores. Ni las altas temperaturas ni el fuerte temblor que alarmó a todos en la última noche en el bivouac lograron opacar la maravillosa experiencia. (Foto: HMDS-Peru2019©JoyArthos)
/ JOY_ARTHOSSu
Raúl Alarcón

Fueron cinco días intensos en medio del desierto de Ica. Había que completar una distancia total de 120 km en autosuficiencia, bajo un intenso calor de 30 grados y una mochila con más de seis kilos. En ella, los 506 corredores cargamos todos nuestros alimentos e implementos básicos.

Esta fue la premisa de la segunda edición de la Half Marathon des Sables (HMDS) en Perú, una de las carreras más extremas del mundo, que se desarrolla en tres etapas y que requiere de una gran resistencia física y mental. La competencia es “la hermana menor” de la Marathon des Sables, que recorre 250 km en el desierto del Sahara.

El ‘bivouac’:nuestro refugio

Luego de más de cuatro horas de viaje en bus desde Lima, los corredores hicimos un alto para un transbordo en medio del desierto. Así, abordamos los portatropas del Ejército que nos trasladaron hasta el bivouac o campamento, a orillas de la playa Barlovento. Fue nuestro hogar durante cinco días.

Ahí se iniciaría nuestra preparación para la autosuficiencia, por lo que nos quedamos con lo estrictamente necesario: la ropa para correr, así como los alimentos que cargaríamos en la mochila. Como se corre con lo que uno carga, hay que ir muy ligero. No hay duchas y el agua se restringe a cinco litros por día.

Cada bivouac se dividía en seis carpas individuales distribuidas de manera circular. Me tocó convivir con corredores locales y ecuatorianos, y la buena química surgió de inmediato, mientras en otros bivouacs se izaban banderas de diferentes países. Si algo faltaba, nos ayudábamos entre todos. Y esa fue nuestra premisa básica: la solidaridad.

Reyes del desierto

Las jornadas se iniciaban muy temprano, entre las 3 y 5 a.m. El primer día se realizó la charla técnica y se brindó una cena para recargar energías. Al día siguiente se inició la autosuficiencia, así como la primera etapa, que consistió en correr 31 km. El reto de la jornada fue vencer la gran duna, con un ascenso de 690 metros que varios tuvimos que sortear, literalmente, a gatas.

Existe una regla implícita entre los corredores: al menos una vez en la vida debemos ser voluntarios en una carrera. Ser voluntario en HMDS implica desde ayudar con los equipajes, repartir el agua diaria e hidratar a los corredores durante las tres etapas hasta darles ánimo y asistirlos.

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Sinesio Yánez –o ‘Chencho’– es delgado y no muy alto. Como otros jóvenes españoles, llegó como voluntario para la primera edición de la HMDS del 2018. Ayudó a los corredores y se enamoró del desierto de Ica. Chencho se hizo una promesa: entrenaría fuerte para volver y correr la HMDS en Perú.

Chencho no solo volvió y corrió en esta edición, sino que logró superar a la leyenda del atletismo español y gran favorito, Chema Martínez, así como al atleta local Emerson Trujillo (segundo puesto). “Nunca había competido en arena, ni corrido más de 40 km. El triunfo es una sorpresa”, me confesó la joven promesa de 20 años, que obtuvo un tiempo de 9h18m18s.

El gran reto

La segunda etapa de la HMDS, de 55 km, fue la más dura. Pese a que la altimetría fue menor que el día anterior, tuvimos que ascender tres dunas de regular tamaño. Cada corredor conoce mejor que nadie su cuerpo y por ello carga con sus implementos: geles, sales, gomitas y barras proteicas en mi caso. Así como agua y energizantes.

El cuarto día fue de descanso y lo aprovechamos para refugiarnos bajo un fresco toldo que fungía de área social. Ahí practicamos yoga, estiramientos y se curaron las ampollas y heridas del día anterior. Fue la última velada de convivencia y por ello en cada bivouac se respiró un aire de nostalgia.

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Un aullido se deja escuchar en el bivouac al caer la noche. Es señal inequívoca de que ella está presente. Pequeña, risueña y de una energía contagiosa, Maigua Ojeda es una ultramaratonista española que viaja por el mundo registrando carreras e historias que comparte en sus redes.

“He sentido el desierto más vivo que nunca, con paisajes que me han sobrecogido”, me confesó la también impulsadora de LOBXS, proyecto online para empoderar a las mujeres en el mundo del trail. Maigua estuvo acompañada de dos barbudos y divertidos personajes: Jorge Cremades y Fran Guzmán, dos influencers que contagiaron su buen humor con sus ocurrencias.

Fin de la aventura

La tercera etapa se inició con el desmontaje de las carpas para luego partir despedidos por los portatropas del Ejército. Ya no volveríamos más al bivouac. Aún quedaban poco más de 20 km para la meta.

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La historia de Amy Palmiero-Winters (EE.UU.) es admirable. Tras perder su pierna izquierda en un accidente, no se amilanó y se convirtió en la primera mujer con una pierna de prótesis en culminar la exigente Marathon des Sables (250 km), en Marruecos. Amy fue mi vecina y nunca la escuché quejarse por nada. Verla cada mañana en su ritual de alisarse el cabello cenizo frente a su espejo antes de colocarse la prótesis fue un gran aliciente. Y al igual que la de Amy, hay cientos de historias inspiradoras que este desierto atesorará, como la de la argentina Flavia Riccardi, que corrió los 120 km descalza.

PURA INSPIRACIÓN. La estadounidense Amy Palmiero-Winters se convirtió –en abril de este año– en la primera mujer con una pierna de prótesis en culminar la Marathon des Sables de Marruecos (250 km). Abajo: los pies de Flavia Riccardi, la argentina que compitió totalmente descalza. (Fotos: HMDS-Peru2019©BenjaminSoto)
PURA INSPIRACIÓN. La estadounidense Amy Palmiero-Winters se convirtió –en abril de este año– en la primera mujer con una pierna de prótesis en culminar la Marathon des Sables de Marruecos (250 km). Abajo: los pies de Flavia Riccardi, la argentina que compitió totalmente descalza. (Fotos: HMDS-Peru2019©BenjaminSoto)

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El último tramo se desarrolló bajo un calor intenso. Tras un leve ascenso hasta la cima de una duna, se podía apreciar la meta. Era el último kilómetro de los 120 y mi corazón palpitaba a mil. Fueron segundos eternos en los que solo atiné a no perder el paso, mientras las experiencias de los últimos días aparecían de golpe en mi mente.

Al cruzar la meta miré al cielo para agradecer, antes de darme un gran abrazo con Patricia, quien hizo posible esta gran aventura. “Gracias por confiar”, atiné a decirle antes de que me felicitara y colocara la medalla de finisher. La más especial por el esfuerzo desplegado, pero más que nada por todas las vivencias que me deja. //

AGRADECIMIENTOS: Half Marathon des Sables, Nike, Perú Fit, Anku, Demolitor, Huella Verde, Sprout Living, Fundación Oli

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