Desde hace unas semanas, grupos de mujeres se reúnen en la Plaza de la Bandera para encontrar su ‘machita’ interior. (Foto: Fidel Carrillo)
Desde hace unas semanas, grupos de mujeres se reúnen en la Plaza de la Bandera para encontrar su ‘machita’ interior. (Foto: Fidel Carrillo)
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Vanessa Romo

Cuando en la fiesta de la Candelaria de 1997 la puneña Josefina Mamani se convirtió en la primera ‘machita’ caporal peruana, no tenía intención de serlo. Solo quería bailar con comodidad la saya, con la que tanto se conectaba. Sí había visto en el carnaval boliviano de Oruro la figura de la ‘machita’, como se le denominaba a la mujer que se vestía con traje de hombre caporal –saco, pantalón y botas con cascabeles– y en el Perú había observado a algunas mujeres que bailaban en el bloque de los varones, casi desapercibidas. Para Josefina, a quien le habían dicho que no podría caminar –había tenido un accidente– y, sin embargo, bailaba para la Virgen de la Candelaria desde los cinco años, no había imposibles. En 1997, a los 23 años, alquiló dos trajes: se puso la chaqueta femenina y el pantalón masculino. Y así bailó.

Recuerda que a lo lejos escuchaba a hombres que gritaban que parecía una ‘machona’, que así no bailaba una mujer. Josefina convirtió todo ese rechazo en fuerza para que sus pasos retumbaran más. No estaba en el bloque de varones caporales, le dieron un espacio especial. Poco a poco más mujeres se unieron y otras compañías empezaron a reclutar ‘machitas’. Muchas ‘cholitas’ o ‘caporalitas’, como se les conoce a las que bailan con faldas pequeñas y tacos, se pusieron el pantalón. La reivindicación de las ‘machitas’ había empezado.

Andrea Chuiman es actriz y danzante en el Ballet Folclórico Nacional del Perú desde sus inicios, ya hace más de diez años. Este año se decidió a comenzar el proyecto que quería desarrollar desde el 2017: usar el arte para que las mujeres se sientan más seguras de sí mismas. (Foto: Fidel Carillo)
Andrea Chuiman es actriz y danzante en el Ballet Folclórico Nacional del Perú desde sus inicios, ya hace más de diez años. Este año se decidió a comenzar el proyecto que quería desarrollar desde el 2017: usar el arte para que las mujeres se sientan más seguras de sí mismas. (Foto: Fidel Carillo)
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Trece años después, una joven limeña, inspirada en Josefina y en el camino de sus predecesoras, quiere hacer evidente una característica intrínseca del personaje: su poder feminista. Ella es Andrea Chuiman, parte del Ballet Folclórico Nacional desde sus inicios y quien desde hace dos años buscaba crear un espacio para que más mujeres conozcan la figura de la ‘machita’ y, a través de ella, puedan descubrir su fuerza interior.

Para lograrlo tenía que formar un equipo. Convocó a otras actrices y danzantes (Suli Vilcañaupa, Lola Santillana, Maite Avellaneda y Laura Santa Cruz), las ‘machitas’ superpoderosas, como las llama. Con ellas están preparando una performance sobre la historia del personaje y su rol de resistencia en la danza peruana, que presentarán desde el 6 de marzo en el Teatro Peruano Británico.

-LIBERACIÓN MEDIANTE EL ARTE-

¿Qué hace empoderador a este acto? Para el director de Asuntos Culturales de la PUCP, Rodrigo Benza, la danza caporal reserva las acrobacias y la fortaleza al personaje masculino, mientras que el femenino es sexualizado y cumple una función ornamental. “Lo que hace la ‘machita’ es transgredir y cuestionar el sistema de poder instalado”, comenta.

Doce cascabeles, seis en cada bota, hacen que las ‘machitas’ caporales no pasen desapercibidas. Ese sonido, según refieren, permite que cada paso las haga sentir más fuertes. (Foto: Fidel Carrillo)
Doce cascabeles, seis en cada bota, hacen que las ‘machitas’ caporales no pasen desapercibidas. Ese sonido, según refieren, permite que cada paso las haga sentir más fuertes. (Foto: Fidel Carrillo)
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Ese sistema predominantemente masculino es el que casi no permite que el proyecto de Andrea, Machita Mujer Caporal, vea la luz. “Cuando se lo compartía a amigos caporales me decían que la danza no tenía nada que ver con darle poder a la mujer. Hubo un tiempo en el que me lo creí”, cuenta en medio del sonido de los cascabeles que marcan el ritmo de su caminar. Suena lejana esa época para ella, ahora que anda por las calles con sus compañeras, transformadas en ‘machitas’ de pies a cabeza, sin pasar desapercibidas.

Hay cinco cuadras entre su casa, el centro de prácticas de las cinco ‘machitas’, y la Plaza de la Bandera, donde se tomaron las fotos para esta nota y, desde hace tres semanas, el lugar de reunión de Andrea con otras mujeres que buscan aprender a bailar o simplemente a desfogarse. “No teníamos idea de cuánto se necesita un espacio para que las mujeres griten, se sientan empoderadas, puedan ser escuchadas”, cuenta Maité, quien también ha sido parte de las clases maestras.

¿Qué hace empoderador a este acto? Para el director de Asuntos Culturales de la PUCP, Rodrigo Benza, la danza caporal reserva las acrobacias y la fortaleza al personaje masculino, mientras que el femenino es sexualizado y cumple una función ornamental. (Foto: Fidel Carrillo)
¿Qué hace empoderador a este acto? Para el director de Asuntos Culturales de la PUCP, Rodrigo Benza, la danza caporal reserva las acrobacias y la fortaleza al personaje masculino, mientras que el femenino es sexualizado y cumple una función ornamental. (Foto: Fidel Carrillo)
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Cada una de las cinco integrantes de Machita Mujer Caporal ha tenido distintos acercamientos con la danza y ser ‘machita’. En el caso de Lola, la menor del grupo con 28 años, la agilidad de los pasos fue lo que la atrajo. Suli cuenta que toda su vida fue ‘caporalita’ y que cuando quiso ser ‘machita’ le dijeron que perdería su femineidad. “Al contrario, ganas fortaleza. Hay que entrenar físicamente. Yo siento que mi traje es mi armadura”, comenta. Hay algo que resalta: la ‘macha’ no quiere ser varón. “Queremos bailar con destreza y eso no nos hace menos mujeres”, añade.

Además de las clases maestras –a las que puedes ir sin saber siquiera bailar– y la performance teatral, hay algo más que busca el proyecto de Andrea. “Este año estamos trabajando con niñas en albergues o centros comunitarios. Les enseñamos a confiar en ellas a través de los pasos decididos de las ‘machitas’”, agrega. “Somos niñas fuertes y valientes”, gritan las pequeñas en estos talleres. La ‘machita’ ha cumplido su misión de ser. //

ada una de las cinco integrantes de Machita Mujer Caporal ha tenido distintos acercamientos con la danza y ser ‘machita’. (Foto: Fidel Carrillo)
ada una de las cinco integrantes de Machita Mujer Caporal ha tenido distintos acercamientos con la danza y ser ‘machita’. (Foto: Fidel Carrillo)
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¿Fiesta religiosa o cultural?

Una nueva edición de la Fiesta de la Virgen de la Candelaria comenzó en Puno y nuevamente apareció la duda de si la celebración está perdiendo su carácter religioso. El que la planteó este año fue el obispo de Puno, Jorge Carrión, quien señaló que pediría a la Unesco que retire el título de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad a la fiesta –que fue concedido en el 2014–, ya que cuando se oficiaba la misa en honor a la patrona, los bailarines no dejaron de danzar. Aunque luego se retractó, danzantes y académicos iniciaron el debate sobre el tema.

Soledad Mujica, directora de Patrimonio Inmaterial del Ministerio de Cultura, señaló a Somos que la religiosidad andina se expresa también a través de la danza y que hay asistentes de distintas etnias, espacios y raíces que demuestran su respeto de distintas maneras. “Pero nadie va con ánimos de ofender a la virgen”, dijo. Mujica comentó que la declaratoria ha ayudado a mejorar la organización de la fiesta, como evitar la sobreexposición de logos de cervezas y crecer de forma ordenada.

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