Cada año, el Perú arroja 3.600 toneladas de plástico al mar de Grau, según un informe de 2017 del Minam. Con esa cantidad, podrían haberse construido más de 14 mil obras de arte como las de estas fotos.
Por lo menos como las que ha exhibido el proyecto ReciclArte en el Boulevard de Asia, desde el inicio de la temporada hasta el cierre. Más de 500 kilos de residuos plásticos se usaron para la confección de las tortugas marinas más grandes del país, unos armatostes de plástico transformado en más que un montón de basura que contamina y destruye el océano que besa la capital del Perú. El padre de las criaturas fue el escultor Eduardo Ribeyro.
Manuel Silva, gerente de Comunicaciones y Sostenibilidad de Backus, explica así la iniciativa: "Este es un proyecto que hemos trabajado entre Backus y Wong para sensibilizar a las personas sobre el impacto del plástico de un solo uso. En Backus, más del 90% de los residuos que generamos son reutilizados en otras industrias. Esta iniciativa reafirma nuestro compromiso de contribuir a un país con #MenosPlasticoMasVida y promover una cultura de reciclaje".
Son dos tortugas, una de más de 6 metros de ancho por 5 de largo y la otra de casi 6 metros de ancho por 4 de largo, hechas de material 100% reciclado. Parte del plástico usado provino de dos limpiezas de playas organizadas por el Ministerio del Ambiente en las que participaron casi 500 voluntarios de ambas empresas: San Pedro, en Lurín, y Márquez, en el Callao, a inicios de enero del 2019. Un dato: en mayo del año pasado se recogieron más de 3 toneladas de basura de Márquez, probablemente, la playa más contaminada de Lima.
Hace unos meses, Gabriel Villarán, bicampeón latinoamericano de ALAS 2005 y 2006, subcampeón mundial ISA Billabong en el 2010, Laureles Deportivos ese mismo año, es decir, una autoridad, le contó a Somos sobre un temor que puede pasar inadvertido hoy pero que pronto -los ecologistas hablan del 2050 como la fecha límite- será una dolorosa realidad: en unos años habrá más plástico que peces en el mundo.
“Antes yo comía pescado cuatro o cinco veces a la semana. Ahora como una o dos veces al mes. Está probado que estamos comiendo plástico y no quiero que mi familia ni yo nos enfermemos. Se acabó tu cebichito, tu chicharrón de pescado. Se acabó”.
El plástico que todavía arrojamos al mar -un sorbete, una tapita, una bolsa de pan que crees inofensiva- puede tener otro final. Puede ser una obra de arte.