La primera vez que Renata Flores visitó Vilcashuamán, tropezó, cayó y se golpeó el labio superior, que manchó de sangre la ciudad inca ayacuchana. Ese golpe se convertiría en una cicatriz casi imperceptible que lleva con ella hasta hoy. En ese tiempo tenía 11 años y asistía a una excursión escolar. La joven no imaginaba que ocho años más tarde grabaría, ahí mismo, lo que se convertiría en el video que hizo que el mundo ponga sus ojos y orejas en ella, con más de 2,1 millones de visitas en YouTube. Podríamos decir que Renata lleva marcas de Vilcashuamán en su piel.
En 2015, la denominada ‘Reina del Rap & Trap en quechua’, por The New York Times, grabó el cover de Michael Jackson The Way You Make Me Feel, Chaynatam Ruwanki Cuyanaita, en quechua. Todo sucedió en el complejo arqueológico de Vilcashuamán, un escenario hermoso, una de las ciudades incas más importantes. Hoy, mientras Renata está en casa terminando su nuevo álbum, es Vilcashuamán el que está en riesgo de caer. Renata lo cuida desde el amor y también la nostalgia de su primer gran escenario, y divide su vida entre ambas motivaciones que la hacen actuar más rápido de lo que ya está acostumbrada.
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La rapera quechua de 21 años tiene un estudio de grabación en el tercer piso de su casa, en Huamanga, y un complejo arqueológico a poco más de dos horas de ella. El primero es un refugio en el que se encierra a componer con la disciplina de un monje tibetano. El segundo, Vilcashuamán, fue el centro administrativo inca, si no de los más importantes del Perú, el más importante de Ayacucho. En él se encuentra el ushnu más imponente del país, una suerte de pirámide de cuatro niveles que en su parte más alta tiene una silla en donde el inca se sentaba durante las ceremonias especiales. Hay quienes dicen que parte de este monumento estaba revestido con láminas de oro. Hoy está apuntalado con troncos de madera, por el peligro de colapso, y revestido por un extraño hongo llamado liquen, que corroe la piedra con voracidad récord, hasta dejarla caer.
El impacto inició el año pasado. Renata y su equipo querían grabar un live en Vilcashuamán y, al llegar, se encontraron con un lugar apuntalado, lleno de palos. “Está en riesgo. Si no se hace algo, se va a caer. Hay paredes que ya se cayeron”, dice Patricia Rivera, su madre y mánager. Vilcashuamán era tal vez un llamado para hablar de la madre tierra. En ese entonces, Renata ya estaba pensando en Pachamama, el primer sencillo de su álbum, que tendrá seis canciones y tal vez una más, de último minuto.
COMPONER Y CUIDAR
A principio de año, Renata Flores se encerró en su casa y no quiso salir más. Tenía un disco por componer, grabar, posproducir y lanzar, todo eso antes de que agosto de 2022 asomara.
Ella y su madre están acostumbradas a la velocidad, pero Renata se ha encerrado en la casa a la que su familia se mudó este año. Su cuarto, en el segundo piso, ya no tiene la vista al volcán dormido Acuchimay –como en la casa anterior, también en Huamanga–, y es por eso que ya no compone en la comodidad de una cama de habitación, sino que lo hace en el estudio, un piso más arriba. Si la cosa se pone difícil, sube unos escalones más, a la azotea; desde ahí sí se llega a ver el Acuchimay y todo fluye mejor aún.
Fuera de eso Renata puede encontrar alguna melodía o letra en su cabeza, en cualquier lugar y momento del día. Cuando Renata está en modo composición, en los desayunos o los almuerzos no está realmente presente. “Ya sabemos que está pensando en melodías”, dice su madre mientras ríe de la distracción de su hija mayor. Hoy, hay una cosa más que atrapa la atención de Renata, recuperar Vilcashuamán y evitar que siga deteriorándose.
Renata a veces compone en quechua y a veces en español. Cuando lo hace en quechua, siente que puede expresar mejor sus sentimientos. En español puede expresar más lo “técnico”. El quechua es un idioma más noble, más tierno, más puro. “Cuando yo hablo con mi abuelita, ella me transmite eso. Cuando hablo en quechua, me imagino a ella diciendo eso”, dice refiriéndose a sus letras y a sus abuelas Adalberta (materna) y Julia (paterna).
UN DISCO ENTRE MANOS
El día empieza con Renata y su madre discutiendo. Esta mañana, la línea melódica de una canción se les ha escapado. “Yo siempre le digo, ¡grábate! Si no, todo lo que compongas se va a perder”, dice Patricia. Renata, que está acostumbrada a ir con su iPhone rosado por todos lados y con la aplicación de voz encendida, ha olvidado esta vez esa instrucción, aunque lo resuelve reemplazando lo perdido por una creación nueva, otra melodía como salida de una máquina de loops. Renata es una creadora compulsiva de melodías, que debe grabar constantemente antes de que se pierdan en el viento. El tarareo y solfeo de una voz como la de ella deben quedar registrados siempre, como quien caza momentos inolvidables, algo así como el momento Kodak de la voz.
Una mañana, Renata tuvo una de esas epifanías musicales y su madre y mánager la escuchó. Como muchas veces, le insistió en que grabe. “No, ya la tengo, la voy a recordar”, dijo en ese entonces una joven Renata que hasta hoy intenta traer a su mente esa extraña melodía que vino a su cabeza. Lección aprendida. Hoy tiene un nuevo iPhone, con más almacenamiento, y está pensando en aumentarlo con una cuenta de iCloud.
ALMA QUECHUA
La joven rapera es tímida y en ocasiones esconde sus sentimientos detrás de una risa nerviosa. Sus cosas personales, las que no le incumben a nadie, solo a ella, las guarda celosa e impenetrablemente, es algo casi infranqueable.
Una tarde, hace un par de semanas, Renata lloró. Fue en una videoconferencia con periodistas de medios internacionales, que concentraban a la BBC, France Presse, EFE, AP, Reuters, Kyodo News de Japón y Economist Intelligence, entre otros. Nunca le había pasado antes frente a medios de comunicación: lo que vivieron sus abuelas en la época del terrorismo le duele profundamente, y por eso respondió a la pregunta de uno de los periodistas, sin poder evitar quebrarse. Es en ese dolor donde se refleja el Ayacucho que Renata lleva en la mirada. “Este disco es más personal, en el primero traté de ponerme en los zapatos de cada mujer, de cada heroína. En este es solo Renata, hay canciones de amor y de desamor también”, dice Flores como quien se da una licencia de tanta intimidad para decantar en el público un poco de su vida, a pesar de su timidez.
También dicen que el quechua es tímido, pero artistas como ella han logrado que empiece a gritarse, a cantarse, a resonar en cada rincón del país. Ahí reside el mérito de Renata, en vencer su timidez hasta hacer explotar el idioma que lleva como bandera.
Esto está atado a Vilcashuamán. Es ese lugar y el quechua los que la marcan y le dan el sello que transmite en sus canciones. “Queremos todo lo material, pero estamos perdiendo los sentimientos”, dice Renata refiriéndose a lo que es tangible y a la vez sagrado.
Rara vez sale de casa y casi siempre es con la intención de salvar su escenario de infancia y artístico, con la campaña que ha creado, “Recuperemos Vilcashuamán”. Tiene el apoyo de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Ayacucho y ahora busca apoyo de Cusco, que tiene más experiencia en temas de deterioro de complejos arqueológicos. La idea es reunir fondos lo más pronto posible. El tiempo límite es cualquier momento antes del próximo derrumbe.
La última semana de junio, Renata, en un reto para su velocidad del día a día, tuvo su única salida, digamos larga. Viajó a Lima con una agenda repleta de pendientes, pero tal parece que Flores es más veloz que el tiempo: sube a un taxi, rumbo al aeropuerto de Ayacucho, luego al avión, luego a Lima. Hace fotos, dos spots publicitarios, un video clip, cuatro cambios de ropa en un día, vuelve al hotel limeño para comer a medias un taco y recordar cuando viajó a México. Luego al aeropuerto de vuelta y de ahí a su casa en Ayacucho. Finalmente, ya en Huamanga, planea su visita a Vilcashuamán, su lugar, su escenario preferido. Coordina con autoridades de la zona y vuelve a casa para seguir componiendo, ya de noche, con el volcán Acuchimay no en la ventana de su cuarto, sino ahora desde su azotea, que hace que se sienta más en casa.
Su sangre siempre se quedó en Vilcashuamán desde esa caída de niña, como se queda hoy, de grande, en sus canciones. Al final del día, baja a su cuarto a descansar, con el tiempo aún corriendo, pero cansadamente en paz. //
Carlos Condori, director de la Dirección Desconcentrada de Cultura en Ayacucho, explica que Vilcashuamán fue el centro administrativo del imperio incaico. “Hasta el año pasado, en Ayacucho no teníamos ningún sitio arqueológico saneado, ahora Vilcashuamán está inscrito en registros públicos. Pero no podemos seguir viéndolo como está ahora”.
Condori se refiere al estado de deterioro del lugar. “Estamos haciendo lo posible para que los muros no colapsen. No necesitamos poner palos, sino hacer una intervención más grande”.
El hongo del Liquen es uno de los principales problemas, pues corroe la piedra. De ahí que Renata encabece la campaña “RECUPEREMOS VILCASHUAMÁN”, que busca reunir fondos para que, de la mano de expertos, se haga una evaluación del daño y tomar acción. Quienes deseen colaborar, pueden hacerlo a través de la cuenta BCP SOLES 22070582192043 o al Yape 940796785.