Nos podemos quedar con el gol de Farfán y la celebración de Christian Ramos como Spiderman, también imprimir la portada histórica de El Comercio y colgarla en uno de los rincones de nuestras casas, pero la clasificación a Rusia 2018 tiene un artífice que merece un lugar especial en nuestros corazones. Ricardo Gareca logró cuatro cosas que ningún otro técnico consiguió en Perú durante 36 años.
CAMBIÓ LA MENTALIDAD DEL JUGADOR PERUANO
Marzo del 2015. Primera conferencia de prensa de Ricardo Gareca al mando de la selección peruana. Un 'Tigre' con camisa blanca, terno oscuro y una melena más grande de lo usual, daba a conocer los dos principales objetivos -aunque sin anunciarlo de esa manera- de su gestión. El primero: "Esencialmente, quiero que el jugador peruano crea en sus condiciones". El segundo: "Quiero, por sobre todas las cosas, el compromiso y convencimiento de que podemos". En otras palabras, Gareca llegó al Perú con un pensamiento claro: si hace 36 años no clasificamos, no es por falta de calidad. Pase lo que pase más adelante, Ricardo puede decir que cumplió y dijo la verdad. ¿Por qué estaba tan convencido de que cambiaría el chip de la selección? Entre 2007 y 2008, del entrenador dirigió 64 partidos a Universitario de Deportes. Esa experiencia le ayudó a conocer de cerca la mentalidad del futbolista peruano. Varios años después llegó para cambiarla: hoy competimos contra equipos de primer nivel de igual a igual. Como dice Gareca -que en cada conferencia nos demuestra que siempre dice la verdad- "hoy Perú le puede ganar a cualquiera". No sé si seguirá siendo así el día que el 'Tigre' deje de ser el técnico de la selección.
ARMÓ UN EQUIPO
Lo hizo desde la conformación del plantel, hasta en el estilo de juego. No solo sabemos quiénes son los habituales titulares y sus suplentes (tenemos recambio, como nunca lo imaginamos), también que -sustituciones más, sustituciones menos- la selección va a jugar a lo mismo siempre. Es así desde aquel 2-2 contra Venezuela en Lima. Perú se planta en la cancha como quiere Gareca. Como lo pensó, trabajó y deseó todo el cuerpo técnico. Pelota al ras del suelo, líneas bien juntitas, explotar las bandas y movilidad en ataque. Tirarse atrás no es una opción. La selección peruana propone. De local o visitante. La idea es clara. Son características propias de un Perú que, desde 1998, no sabíamos exactamente para qué estaba preparado. Lo mejor es que se traduce en resultados. No solo se trata de ser competitivos, también de triunfar. Con Maturana se jugaba bien, pero no se ganaba. Markarián nos dejó la idea de que 'ratoneando' era posible competir. 'Chemo' nunca fue capaz de implantar un modelo, más allá de la garra. Son pocos los técnicos que lograr impregnar un sello a sus equipos. Gareca es uno de ellos.
CONSOLIDÓ JUGADORES
Más claro, imposible. Al Cueva de Alianza Lima lo convirtió en el '10' de Sao Paulo. Edison Flores pasó de ser un jugador de recambio, incluso hasta resistido, a titular indiscutible y decisivo. Luis Advíncula es hoy uno de los mejores laterales derechos que juega en Europa. Christian Ramos es capaz de salir jugando como si se hubiera formado en un equipo de Alemania. Renato Tapia ya no es el futuro, es el presente. Y el puesto se lo pelea Pedro Aquino, otro joven con proyección. ¿Hace cuánto que no teníamos dos jugadores por puesto? Apostó por Santamaría y por momentos parece que será una versión mejorada de Alberto Rodríguez. Le dio la libertad a Yotún de ser el cerebro del equipo. Ya sabemos los resultados de esa apuesta. André Carrillo, más allá de que milite en Arabia, fue la sensación del Grupo C del Mundial Rusia 2018. Hasta Paul Pogba, uno de los jugadores más caros del mundo, reconoció el nivel del ex Alianza Lima luego del doloroso Perú-Francia en Ekaterimburgo. "El jugador peruano tiene un plus cuando se pone la camiseta de la selección. Y eso no todos los países lo tienen", dijo en una conferencia de prensa. Eso te lo debemos a ti, Ricardo.
SIEMPRE MANTUVO EL EQUILIBRIO
Una de las grandes virtudes de Ricardo Gareca es su equilibrio emocional. Sereno en las victorias, mucho más en las derrotas. Esa capacidad para afrontar cada conferencia de prensa como si las emociones post-partido (o pre-partido) no le movieran ni un pelo, es sorprendente. Esa estabilidad, esa habilidad para tener siempre los pies sobre la tierra lo llevaron no solo a contagiar a los jugadores -más ecuánimes y sobrios para declarar- sino a tomar las decisiones correctas en los momentos más importantes. En los tiempos malos, sacó conclusiones claves para el futuro de la selección. En los tiempos buenos, siempre pensó en seguir mejorando. No se nubló por el tercer puesto en la Copa América 2015: al año siguiente llevamos casi otro plantel al torneo Centenario en Estados Unidos. No perdió los papeles por el mal inicio en las Eliminatorias, ni tampoco se sintió el mejor después del triunfo en Quito. Aguantó las críticas -muchas sin sentido- del periodismo y sigue respondiendo con la misma amabilidad de siempre, pese a todo. Todo ese equilibrio que transmitió, es una de las razones que nos permiten celebrar este 15 de diciembre un año del día más feliz de los peruanos en los últimos 40 años.