Practicando el deporte, los integrantes de la selección de rugby de Maranguita han encontrado una manera de canalizar su energía y sentirse orgullosos de sus logros, a pesar de estar recluidos a temprana edad. (Foto: Luis Miranda)
Practicando el deporte, los integrantes de la selección de rugby de Maranguita han encontrado una manera de canalizar su energía y sentirse orgullosos de sus logros, a pesar de estar recluidos a temprana edad. (Foto: Luis Miranda)
Luis Miranda

Era un sábado diferente en el Centro Juvenil de Diagnóstico y Rehabilitación de Lima, más conocido como ‘Maranguita’. El lugar es famoso por albergar a menores de edad que cometieron delitos de adultos y que cumplen condenas incluso pasados los 18 años. Lo diferente de un día como hoy es que se juega por primera vez un campeonato de rugby dentro de los muros del penal, ubicado en San Miguel. A pesar de que la enseñanza de este deporte de origen inglés empezó allí hace tres años, recién desde febrero se formó una especie de selección con los chicos que habían mostrado interés.

Los equipos invitados de fuera para este certamen entre rejas eran el Blues, Zuma Sports y Linces de Lamsac. Maranguita dividió a sus jugadores en dos equipos de acuerdo a edad: los Incas y los Baby Incas. Estos eran los únicos conformados por chicos privados de su libertad, los cuales estaban ansiosos por quedarse con el trofeo de la copa Inca.

El profesor Gianmarco Barrón ‘Ronsoco’, entrenador de los dos equipos del penal, recuerda que durante la etapa de preparación sus muchachos pedían entrenar horas extras, pues querían demostrar a sus padres que a pesar de haber cometido errores podían hacer las cosas bien. También menciona que en el equipo hay tres menores venezolanos que fueron convocados por la seriedad con que entrenaban. De hecho, uno de ellos es subcapitán de la selección principal de Maranguita.

Ahora, ¿por qué un deporte que se ve tan violento, con encontronazos y tacles, con contrasuelazos y atajadas de cara, había sido escogido para practicarse en un penal donde se supone que sus ocupantes llegaron por ejercer algún tipo de violencia? “Porque enseña el autocontrol, la disciplina, el respeto a la reglas y a las autoridades”, explica Barrón. “Yo siempre les digo que en el rugby no solo aprenden a pasar balones, sino a saber ganar, perder y no bajar los brazos”.

Dentro de la violencia manifiesta que hay en un partido, los chicos, pues, saben que tienen que controlar su jugadas con reglas específicas. Por ejemplo, hay que atajar el avance de un rival solo tacleándolo de los hombros para abajo. El partido es una guerra en la que alguien será el ganador, pero no hay guerra si no hay adversario, y por eso tan importante como el partido es celebrar lo que en rugby se llama el tercer tiempo. Es decir, el espacio en que todos se reúnen ante una buena mesa y comparten las anécdotas más graciosas del partido. Entonces es que se suele entonar cánticos e intercambiar abrazos.

Aquella vez se jugó en la modalidad todos contra todos. Los Incas y los Baby Incas no ganaron pero se quedaron con el segundo lugar en sus respectivas categorías. Nada mal para jovencitos con pocos meses entrenando. “Estaban tan felices que me parece que el 100% quiere seguir jugando rugby después de cumplir sus condenas. Ya algunos sueñan con estar en la selección nacional”, señala ‘Ronsoco’, ex integrante de la selección peruana de rugby.

En Maranguita, muchos chicos quieren dejar el fútbol y pasarse a practicar el nuevo deporte pero la falta de presupuesto lo impide. Al inicio entrenaban descalzos, pero empresas como Fila y Umbro donaron las zapatillas. Los clubes de rugby de la Universidad de Lima y de colegios como Newton y Markham hicieron lo mismo con la ropa deportiva. La federación regaló pelotas e implementación. Y los entrenadores no cobran ni un sol por hacer de ellos buenos deportistas. Donan su tiempo para la noble causa.

Madre y tías felicitan a menor interno por sus logros deportivos. (Foto: Luis Miranda)
Madre y tías felicitan a menor interno por sus logros deportivos. (Foto: Luis Miranda)
/ LUIS MIRANDA

“Con presupuesto los entrenadores podríamos pasar más horas con ellos, pero tenemos trabajos que atender. Mi sueño es que cada pabellón tenga su propio equipo y poder así hacer un campeonato interno. Así se inculcaría los valores deportivos a más jóvenes,” dice Barrón.

Entre los espectadores del certamen estaban los familiares de los jóvenes recluidos. Las miradas de orgullo eran evidentes.

Esta incursión del rugby no habría sido posible sin el padrinazgo de la fundación Espartanos de Argentina, cuya misión es llevar el deporte de la pelota ovalada a las cárceles. De hecho, 50 carceles de su país ahora lo practican.

Para finalizar, el profesor nos dice con orgullo que uno de sus alumnos ya salió de ‘Maranguita’, que ha cambiado mucho y que ahora es jugador de un equipo profesional de rugby. //

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