La fiesta del fútbol es un evento que despierta todo tipo de pasiones. Capaz de paralizar países enteros durante 90 minutos, el balompié es el único deporte capaz de mover cielo, mar, tierra y hasta economías enteras. En un país que por 36 años vio crecer generaciones enteras sin la alegría de un Mundial, la magia se multiplica.
Así lo indica Francesc Rufas, profesor y Máster en Marketing de EAE Business School, quien estuvo recientemente en Lima para ofrecer conferencias sobre cómo la participación de Perú en el Mundial influencia la economía local. “La expectativa y euforia social que provoca el regreso del Perú a una Copa del Mundo luego de 36 años se traslada finalmente a un crecimiento de consumo en la población” afirma el experto. Se dice que el solo hecho de haber clasificado a Rusia podría aportar hasta 0,5 puntos porcentuales en el PBI nacional”.
Hasta el repechaje contra Nueva Zelanda, en noviembre pasado, ya se había vendido más de 3 millones de camisetas de la selección. Y si los once de Gareca pasan a segunda fase, se podrían llegar a vender 4 millones más. “Esto significa un consumo nacional de unos 180 millones de dólares en camisetas y no necesariamente de Umbro, la marca oficial, porque más del 70% del merchandising que hay es pirata. Esto, a fin de cuentas, potencia los talleres locales” revela Rufas.
LA PUNTA DEL ICEBERG
Pero esto no es todo. Con Perú en Rusia 2018, la tecnología a nivel de TVs, tablets, smartphones y dispositivos móviles en general crecerán entre 48% a 55%; los bares y restaurantes, entre un 30% y 50%; y la inversión de las marcas en publicidad, un 30%. “La euforia social generalizada disparará el consumo hasta en un 15%, repercutiendo en muchísimos sectores” detalla el Máster. “Y el regreso de Paolo Guerrero a la selección es como una guinda en el pastel” agrega.
Es cierto también, que esta fiesta es un arma de doble filo. La excitación generalizada del país puede perjudicar los puntos de crecimiento del PBI si la contrastamos con la productividad del mismo. ¿Por qué? Pues básicamente por los horarios del partido. “Con partidos a las 10 u 11 de la mañana, luego de 36 años, ¿quién va a estar realmente trabajando cuando la selección está jugando?” finaliza Rufas.
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