Cuando las autoridades cusqueñas develaron el monumento en la plaza de San Blas, de 2,80 metros de alto, una sonrisa de esperanza iluminó los rostros de la pequeña representación de artesanos cusqueños. La mayoría de estos maestros tuvo que cerrar sus tiendas y talleres, y muchos de ellos hoy trabajan en el campo junto a los campesinos y ganaderos para poder mantener a sus familias. La pandemia y las restricciones obligatorias que trajo tiraron abajo el turismo y muchos años de estabilidad económica.
“Nosotros somos 18 mil artesanos en el Cusco, de ellos somos 4 mil formales”, señala el artesano Felipe Rodríguez en su acogedora tienda, a 50 metros de la plaza. “Mi trabajo es el único sustento de mi familia. Lo mismo para sustento de mi familia. Lo mismo para mis cuatro ayudantes. He tenido que trabajar en construcción, pintando fachadas para sobrevivir”, agrega.
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Por eso, cuando la tela negra dejó al descubierto la obra escultórica llamada El abrazo imposible, los aplausos de los asistentes (pocos, para evitar aglomeraciones) llenaron la plaza que hace un año atrás refulgía de colores y turistas. San Blas y sus callecitas empinadas, de piedra, siempre fue el barrio de los mejores artesanos de la ciudad.
“Para nosotros esta escultura es un aliento, un incentivo moral para hacernos ver que sí podemos salir adelante”, añade Rodríguez. La obra que se expuso al público hace pocos días está hecha en fibra de vidrio metalizada. Es parte de una campaña impulsada por la marca Cusqueña que, dentro del distanciamiento social, simboliza el abrazo imposible, ese que aún no podemos darnos y que todos esperamos con ansias.
Dos artistas, uno de Cusco y otro de Lima, crearon cada uno un personaje. Los dos se abrazan en unaLos dos se abrazan en una unión que también simboliza al hombre andino con sus valores ancestrales. Edilberto Mérida, de Cusco, hizo la figura humana y Rafael Lanfranco dio forma a un personaje mitológico que él explica como la unión del puma, la serpiente y el cóndor.
El hermoso monumento estará a la vista en la plaza de San Blas por un mes y luego pasará a una ubicación definitiva en el mirador de Taray, en Písac, en pleno Valle Sagrado. La marca busca usar esta iniciativa para contribuir con los artesanos locales que ya no tiene ingresos por la prolongada ausencia del gran turismo.
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“Nuestra marca siempre ha buscado resaltar la cultura peruana y nos mostramos muy orgullosos de nuestro histórico legado, por ello tenemos como finalidad contribuir con el arte en la ciudad del Cusco”, señala Diego Devoto, director de Marcas Premium en Backus.
La escultura será replicada en formatos pequeños de 30 centímetros de alto que serán intervenidas por otros artistas locales y se pondrán a la venta en las tiendas Índigo y Cuatro en un Baúl. El objetivo es recaudar fondos para contribuir con la comunidad de artesanos de San Blas del Cusco.
Como resalta el ejecutivo de Backus, lo imposible es una constante para un país milenario como el nuestro que venció a la gravedad y construyó una ciudad en las montañas, como Machu Picchu, y cocinó sin fuego un plato como el cebiche, que conquistó el mundo. Hay que resaltar que Cusqueña tuvo esta iniciativa como parte del lanzamiento de un producto que también parecía imposible: la nueva cerveza elaborada con dos maltas diferentes (ver recuadro). Incluso partes del monumento están hechas con las maltas en mención.
Gracias a esta idea, que servirá para convocar poco a poco al turista (local y luego extranjero), los artesanos de San Blas planean realizar una feria (con los protocolos de distanciamiento) donde exhibirán sus productos a precios de oferta. La realización depende del permiso del municipio. //
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