AL FILO DE LA MUERTE. Juan Loo ‘Purunga’ observa el fondo del abismo llamado Mercadillo antes de descender en busca de los preciados moluscos adheridos a las peñas. La accidentada costa de Huarmey ha hecho que aquí se conserven playas vírgenes y paisajes repletos de vida natural.
AL FILO DE LA MUERTE. Juan Loo ‘Purunga’ observa el fondo del abismo llamado Mercadillo antes de descender en busca de los preciados moluscos adheridos a las peñas. La accidentada costa de Huarmey ha hecho que aquí se conserven playas vírgenes y paisajes repletos de vida natural.
Luis Miranda

La niebla se acerca y en breve no podrá distinguirse el fondo del abismo. ‘Purunga’ ata la soga al clavo: una estaca de fierro de construcción que a muchos escaladores le parecería muy delgada para soportar el peso de un hombre.

Estamos al borde de un precipicio de 100 a 150 metros al que llaman Mercadillo, porque abajo, donde revientan las olas como cachetadas de gigante, hay abundantes mariscos.Purunga’ ya está bajando, apoya un pie en un descansadero y mira hacia el fondo su destino. Continúa descendiendo por esas rocas negras como si fuera un cangrejo de peña. A veces tiene dónde agarrarse, pero otras la soga cuelga libre y debe soportar con sus manos el peso del cuerpo, sin cornisas donde poner los pies, como una arañita insignificante a la que el viento balancea en medio de una altitud pavorosa.

MIRA TAMBIÉN: Ellos son los últimos descendientes de los incas: los peruanos cuyo linaje proviene de esta milenaria civilización

De pronto la niebla llega desde abajo, sube de prisa y se traga con un aliento helado toda noción de realidad. El abismo se convierte en un enorme altar de sacrificios que recuerda las pruebas de valor que se practicaban en la antigüedad. “Era una costumbre de nuestros ancestros, que usaban estos bajaderos. Hemos encontrado restos de clavos. Y también redes. Diferentes tipos de redes de fibra vegetal”, dice Juan Loo Guimet, cuyo padre de ascendencia china también era apodado como él, ‘Purunga’, pero no le gustaba que su hijo se ganara la vida o la muerte de esa manera, oficio que aprendió de los mariscadores del pueblo.

HERRAMIENTAS. El traje de neopre- no se usa desde hace una generación atrás para soportar los fríos fondos abismales y evitar cortes en las rocas. Las cañas armadas de redes y puntas metálicas sirven desde tiempos remotos como brazos para alcanzar los mariscos de difícil acceso. (Foto: Luis Miranda)
HERRAMIENTAS. El traje de neopre- no se usa desde hace una generación atrás para soportar los fríos fondos abismales y evitar cortes en las rocas. Las cañas armadas de redes y puntas metálicas sirven desde tiempos remotos como brazos para alcanzar los mariscos de difícil acceso. (Foto: Luis Miranda)

La afición por los frutos del mar viene desde las más remotas culturas de América y la prueba son las toneladas de conchas que se encuentran en las huacas de la zona. Actualmente, quedan en Huarmey unos 15 hombres que siguen la casi extinta tradición de acudir al fondo de los abismos. Y es que allí, donde casi nadie se atreve, están los mariscos más grandes y valorados.

Es un oficio riesgoso. Siete han muerto desde que ‘Purunga’ tiene memoria. Uno de ellos, su amigo Juan Diego Santos, quien bajó en época de maretazo y el océano se llevó su cuerpo a las profundidades. Nunca apareció. ‘Purunga’ ha sobrevivido a tres accidentes. El primero cuando el fierro que sujetaba la soga se rompió de tan usado y oxidado. El hombre alcanzó a impulsarse para caer en el mar pero las rocas le reventaron un brazo. Con el hueso descubierto tuvo que subir, usando la extremidad sana y los dientes. Y la ayuda de su amigo Juan Diego. Tuvo que ser operado y dice que solo después sintió dolor.

PREPARADOS. Los mariscadores le deben la vida a estas antideslizantes zapatillas artesanales elaboradas con restos de redes de pescar. Otros accesorios son las redes y los clavos o punzones.
PREPARADOS. Los mariscadores le deben la vida a estas antideslizantes zapatillas artesanales elaboradas con restos de redes de pescar. Otros accesorios son las redes y los clavos o punzones.

La segunda vez fue por cansancio. Había estado en otro acantilado y cuando intentaba subir por otro, sus brazos no respondieron y se dejó caer sujeto a la soga. Aterrizó de pie y se malogró las piernas, al menos por un tiempo. No paró a pesar de que los tendones le duelan desde esa vez. La tercera fue la peor. Una roca cedió a sus pies y se aplastó las costillas contra una piedra. Luego, sin aire en los pulmones, cayó al mar y la corriente lo zamaqueó en uno de esos callejones que se esconden entre las rocas llenas de cangrejos. Luego de varios minutos tuvo la fortuna de toser o recuperar el aliento y arrastrarse hasta la superficie rocosa.

¿Vale la pena arriesgarse por unos soles? Hoy sacó 150 docenas de mariscos. A dos soles cada una son 300 soles. Todo depende de los pedidos. “Si tuviera dinero, no dejaría de venir”, dice. No hay nada como descubrir el valor de la vida cuando estás al borde de perderla. O cuando descubres cuevas en el abismo que nadie visitó nunca. Ingresar hasta donde tus ojos pueden ver.

CUANDO BAJA LA MAREA. ‘Purunga’ puede extraer hasta 300 soles en mariscos por día. Pero ni un sol en días de maretazo. Los productos más preciados son el barquillo (también llamado lengua), el chanque, la pausa y el blanco.
CUANDO BAJA LA MAREA. ‘Purunga’ puede extraer hasta 300 soles en mariscos por día. Pero ni un sol en días de maretazo. Los productos más preciados son el barquillo (también llamado lengua), el chanque, la pausa y el blanco.

A veces ‘Purunga’ usa una cámara de llanta para llegar a las islas cercanas y regresar con varios kilos de marisco. Una vez se llevó el susto de su vida cuando un animal enorme lo estuvo asediando, un animal de aleta puntiaguda y panza blanca que había llegado con las corrientes cálidas. Él agarró su clavo y pensó que si iba a morir sería luchando. Pero cuando presentía que el tiburón se lanzaba a arrancarle una pierna, pudo notar que no era eso sino una gigantesca mantarraya. Durante los últimos años, Juan Loo y algunos mariscadores han aprendido a usar doble soga, como los trapecistas, para salvar su vida. Y drizas en vez de simple sogas. Aún bajan y suben algunos tramos incluso sin cables pero en general se cuidan más.

Como toda persona de pueblo, aman a su familia y quieren ver crecer a sus hijos. A ‘Purunga’ lo ilusiona el restaurante que ha montado en el distrito. El Punto Marino. Última cuadra de prolongación Olivar, en Buena Villa, Huarmey. Su esposa, Liliana Aponte, ofrece los manjares más ricos que usted podría probar. Un plato de mariscos de Huarmey. Su precio es razonable, pero su valor es incalculable. //

EL DOCUMENTAL

Purunga, el hombre de los acantilados es un documental que narra la vida de este extraordinario personaje. Detrás de este trabajo está Valentin Proult, biólogo francés que se dedica al estudio del impacto del calentamiento global y su efecto en la naturaleza más hostil. “Cambié los tubos de ensayo y el protocolo por el guion y la cámara en 2016. Mi trabajo cinematográfico se centra en Asia Central, en la Amazonía, en Canadá, siempre con personajes que viven en contacto con la naturaleza”.

En diciembre de 2017 viajó de vacaciones al Perú. Cuando llegó a Huarmey, descubrió la historia de los mariscadores que bajan los vertiginosos acantilados para buscar la fruta del océano. Su historia le fascinó, así que volvió. “Alquilé una moto y todos los días, con mi cámara de mano y mi dron, seguí a ‘Purunga’ en su ruta. Cuando regresé a Montreal, Canadá, el canal internacional TV5 se interesó en el proyecto. Ya entregamos el documental de 52 minutos”. Actualmente busca socio en Perú y Sudamérica para difundir una versión en español. Contacto:

VIDEO RECOMENDADO

¿Qué días no puedes comer carnes rojas en Semana Santa y por qué?

Contenido Sugerido

Contenido GEC