Su primer encuentro con el Perú fue un baño de realidad que no ha olvidado. Ese año, 1983, Orin Starn llegaba al país como tantos gringos mochileros con todas las ganas de conocer el Cusco y en el camino escuchó las noticias de una presunta insurgencia en Ayacucho. Con la imprudencia que otorga la juventud se fue hasta allá de inmediato, solo para ver, y fue recibido con un fusil en el estómago. Un policía bastante alterado en una garita ayacuchana lo veía extraño en sus fachas y sospechaba que podía ser un terrorista. Así fue como supo que la cosa era seria. Esa misma noche, en la puerta del hostal barato en que se hospedó, Sendero asesinaba a un policía.
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Esa primera impresión no logró empañar su imagen del país, del que está enamorado, dice el profesor Starn a Somos vía Zoom desde sus oficinas de la cátedra de Antropología Cultural en Duke University, en Carolina del Norte. Después de esa primera visita, volvió al país varias veces, ya como antropólogo, para estudiar el fenómeno de las rondas campesinas y este año ha publicado Ríos de Sangre (IEP, 2021), primera edición en español de un libro sobre los orígenes de Sendero Luminoso, que lanzara junto al historiador Miguel La Serna. Nunca ha perdido contacto con el país, dice, y es un ávido seguidor de la coyuntura peruana.
–Hace unas semanas, el entonces canciller Héctor Béjar tuvo que renunciar luego de que salieran declaraciones en las que dice que Sendero Luminoso fue en gran parte producto de la CIA. ¿Esto es correcto?
Nosotros hemos investigado y no hay prueba de que Sendero Luminoso haya tenido a la CIA en sus orígenes. Todo lo contrario. Lo que se ha sabido es que la CIA tuvo una participación posterior. En los años 80, la agencia no estaba muy metida en acciones de contra insurgencia. A fines de esa década sí encuentras un interés creciente de parte del gobierno de los Estados Unidos, por el auge del narcotráfico. Luego tienes esta historia, contada en libros, de como un asesor de la CIA que tenía contactos con gente del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) participa con la donación de algunos aparatos de escucha. Entonces el involucramiento de la CIA fue tardío y no para apoyar a Sendero sino para combatirlo.
–¿Por qué sostienen esto algunos?
La idea de Sendero como un grupo armado por los Estados Unidos es una versión que se manejó en ciertos círculos de la izquierda desde un principio, una suerte de auto negación. Como militantes de izquierda, algunos no han podido o querido creer que una versión del marxismo podía tener resultados tan monstruosos, sangrientos y horribles. Esto es único en Latinoamérica. Si hablas con gente que vivió bajo Stalin o en la revolución cultural de Mao, sin ninguna novedad te van a decir que a nombre del comunismo se pueden cometer cosas muy feas, pero acá se maneja una visión más romántica. Digo esto sin minimizar la posición contraria. Creo que el capitalismo es un proceso brutal y salvaje que ha causado mucho sufrimiento humano.
–El presidente del consejo de ministros, Guido Bellido, ha tenido palabras ambiguas para la senderista Edith Lagos. ¿Quién fue Edith Lagos?
La historia de Edith Lagos es conocida porque muere temprano y la convierten en una suerte de Robin Hood, de Micaela Bastidas o Juana de Arco. Su velorio fue masivo. Esto fue en 1982, cuando en Ayacucho aún se tenía una visión distinta de Sendero. Después, cuando ellos llegan a ver la verdad de Sendero y su violencia, la cosa cambia. En SL los principales líderes eran mujeres pero Edith Lagos no era una figura importante, solo una militante. La misma Elena Iparraguirre nos lo confirma en el libro.
–¿Cómo se puede entender las palabras del primer ministro?
Que Bellido parezca negar que (Lagos) fue senderista, o que se sienta incapaz para hablar de la violencia y el sufrimiento que vino con SL, del cual Edith era parte, no lo entiendo. Se nota una actitud evasiva, de no querer pronunciarse en contra de Sendero, y me parece sorprendente. Me recuerda a la forma como en cierto momentos algunos voceros de SL contestaban preguntas. Me parece una falta de transparencia. No poder hablar claro sobre Sendero es algo novedoso en la política peruana. Ese no poder decir que Sendero fue un movimiento que causó mucha destrucción, mucha muerte, que no se esté dispuesto a condenar, eso es una novedad que crea muchas dudas.
–Hoy hay muchos libros sobre Sendero. El de ustedes es uno de los últimos que se ha publicado...
Vemos nuestro libro como parte de un proceso de diálogo, de esfuerzos que van a seguir porque hay mucho más que trabajar sobre esta historia que es tan fundamental para la historia moderna del Perú y una cicatriz abierta que todavía no sabemos sanar. Vemos el libro como una contribución a este proceso de memoria e historia, para entender lo que pasó y no reducir todo solamente a unas ideas fáciles.
–El libro está estructurado en base a varios personajes que van apareciendo y reapareciendo entre capítulos, periodistas, ronderos, activistas sociales, policías, los propios senderistas, ¿cuál fue el más difícil de perfilar?
Diría que el de Augusta la Torre. Hay un mito alrededor de ella y es una persona clave en el surgimiento de Sendero como hija de una familia comunista, esposa de Guzmán. Una persona que tenía buen trato, carismática, que tenía el aspecto físico de una estrella del cine, que hablaba quechua y sabía llegar a los campesinos y que, al mismo tiempo, era muy rígida. Su familia se refugia en Suecia durante los 80 y ellos nunca han querido compartir detalles de su historia. Fuimos tres veces a Suecia y hemos conversado con su madre, Delia Carrasco, que es la entrevista más larga que ha dado.
–Sobre la naturaleza de Sendero se ha dicho mucho. Una parte de la izquierda los ve como desviados de la doctrina socialista. Ustedes dicen lo contrario, que encajaba perfectamente dentro de los principios marxistas leninistas.
Sobre Sendero existen un montón de teorías que los postulan como una “aberración extrema” del marxismo. Hubo teorías de conspiración que decían que era un movimiento financiado por cubanos, que los soviéticos estaban metidos en esto y que mandaban a combatientes en helicópteros desde portaaviones en el Pacífico. Lo que nosotros decimos, al leer la historia del movimiento comunista del siglo XIX y XX, es que, contrario a esta visión de Sendero como una aberración o desviación, vemos que muchos de sus principios se encajan perfectamente con la doctrina comunista y su práctica ortodoxa, y podemos comenzar hablando de la violencia.
–¿Podrías desarrollar más esa idea?
Sendero es sangriento porque esa idea del terror como un instrumento político para llegar a la tierra prometida, que es muy fuerte en su formación ideológica, viene de Marx, Lenin, Mao. El mismo título de nuestro libro, Ríos de Sangre, es una frase de Lenin que usa Guzmán en uno de sus discursos como un requisito para llegar a la tierra prometida del comunismo, donde él se propone como un Moisés marxista. El mismo Mao también dice de que sí tienen que morir millones para que llegue el comunismo, que así sea. Entonces, la idea del terror viene directamente de la tradición comunista.
–También está la idea del Partido como una entidad casi sagrada.
El partido es una entidad sagrada, mítica, que no puede equivocarse. Hay muy poco de original en Sendero. Quiero anotar que este no es un libro antimarxista. Marx es uno de los teóricos más importantes para entender el funcionamiento de la sociedad y el capitalismo. Como el cristianismo, el marxismo es un movimiento heterogéneo. Así como en uno tienes a la teología de la liberación, y del otro lado el Opus Dei, en el marxismo tienes formas diversas. Podemos hablar de José Carlos Mariátegui, Walter Benjamin y otros que realmente no tienen nada que ver con la visión del socialismo estatal, del marxismo ortodoxo, economicista de Sendero.
–Todo eso último me recuerda mucho lo que decía la CVR de cómo Abimael necesitaba convertir a su partido en una religión. Eso se muestra en la evolución de sus discursos, que termina usando hasta metáforas bíblicas.
Una de las cosas que convierte a Sendero en un movimiento anacrónico es que a fines de los ochentas y comienzos de los 90, cuando sigue peleando su supuesta guerra popular, ya estamos viendo la caída del muro de Berlín, el cuestionamiento del comunismo en sus versiones más rígidas y ortodoxas. En China estaban las reformas neo capitalistas de Den Xiaoping, pero Sendero mantiene esta visión rígida, ortodoxa, y eso va en contra de lo que se ve en otros movimientos comunistas en Latinoamérica y en el mundo en ese momento; por ejemplo los kurdos, bajo Ocalan, o Prachanda, de Nepal, maoísta hasta la muerte, que se flexibiliza y hace alianzas hasta con partidos de centro derecha.
–¿Y cuál era la postura de los peruanos?
Se veían como líderes de una revolución mundial, lo cual era ya algo alucinatorio. Guzmán estuvo encerrado en barrios de clase media durante toda la guerra y no entendió el mundo, no vio que sus ideas se habían hecho anacrónicas. En los años 60 o 70, la idea de la revolución estaba en todas partes. Las Panteras Negras en los EE. UU., etc. En los años 80 el mundo era otro. En el libro lo decimos: los héroes en esa época eran Nelson Mandela, Vaclav Havel, el Dalai Lama, grandes figuras que abogan por la transformación de la sociedad por medios pacíficos.
–Si Sendero nace del anacronismo, ¿se podría decir que su derrota estaba anticipada?
Sendero estaba sentenciado desde el inicio porque las fuerzas de la Historia estaban alineados en contra de ellos. Deciden ir a una guerra cuando el comunismo iba perdiendo mística y atracción entre los jóvenes, y cuando lo que veíamos más bien era movimientos jóvenes de Europa, movimientos rockeros y de jóvenes disidentes por ejemplo, que se oponían al comunismo y decían ya no queremos saber nada de una economía planificada y un control estatal sobre todo. Los movimientos guerrilleros, sobre todo en los 90s, estaban deponiendo las armas y firmando acuerdos de paz, como el FMLN en EL Salvador.
–¿Tenían a la historia en contra?
Nunca fue un movimiento masivo. No sabemos exactamente cuántos militantes tenían pero nunca llegaron a ser un movimiento masivo al estilo de lo que consiguió Ho Chi Minh en Vietnam o Fidel Castro con el movimiento 26 de julio en Cuba. Incluso si hubieran llegado al punto de tomar el poder, pienso que los Estados Unidos y los países vecinos no iban a permitir una república popular en Perú al estilo de Corea del Norte. Probablemente hubiera ocurrido alguna suerte de intervención. Ojo: creo que Sendero sí tuvo un control y una gran capacidad destructiva, como asesinatos, bombas y cosas que creaban la sensación que se trataba de un movimiento que podía llegar a tomar Palacio, pero nunca estuvieron cerca de él ni Guzmán de ser presidente. Caos, pobreza, miseria, sangre… en eso sí fueron muy buenos.
–Para algunos peruanos hay la impresión de que Sendero o al menos personas filo senderistas están en el poder. De otro lado, la derecha peruana quiere establecer la idea que ser izquierdista es ser terrorista.
Hemos llegado a una situación incierta y compleja, llena de denuncias… es un poco como lo que está pasando en los Estados Unidos con Q-ANON y las teorías de la conspiración que hacen que no sepamos qué creer. Hay un sector de la derecha que quiere que la izquierda desaparezca completamente, y la quieren pintar toda con brocha gorda, el famoso “terruqueo” y una de las cosas que se olvida, y esto sí me emociona y me enoja, es que muchos izquierdistas mueren luchando contra Sendero Luminoso. Ahí está el caso de María Elena Moyano, pero también de muchos alcaldes de pueblitos que fueron asesinados, algunos amigos míos. Entonces, decir ahora que toda la izquierda es senderista, o decir que si tu hablas de justicia social que eso signifique que seas senderista es algo muy feo y cierra el diálogo y es una de las razones por las que escribimos el libro, porque queríamos que se entienda que es una situación compleja. Como tú has dicho, para avanzar tienes que abrir diálogos con el pasado, que es algo que cierto sector de la derecha no quiere. //
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