Jorge Chávez Noriega

Basta caminar por las primeras cuadras de la avenida Tacna para entender que el Señor de los Milagros es fe y devoción, pero también cultura y tradición. En una esquina, el aroma de unos humeantes anticuchos se mezcla con el olor a incienso. Vendedoras de turrón, así como decenas de comerciantes que ofrecen rosarios, esculturas y estampitas, detienen el paso de cientos de creyentes que llegan al Santuario de Las Nazarenas para orar y pedirle un milagro al Cristo Moreno. Un mar morado de personas que, pese a las dificultades que tienen que afrontar, no pierden las esperanzas de que las cosas vayan a mejorar, tanto para ellos y sus familias como para el Perú.

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