Son músicos, atienden mesas o taxean: conoce a la orquesta de migrantes venezolanos en el Perú. FOTO: Elías Alfageme.
Son músicos, atienden mesas o taxean: conoce a la orquesta de migrantes venezolanos en el Perú. FOTO: Elías Alfageme.
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Ana Núñez

Bien decía Sandoval, el personaje interpretado por Guillermo Francella en la película argentina El secreto de sus ojos: la gente puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de amor, de religión, de Dios... pero hay una cosa que no puede cambiar: de pasión. Ante la crisis humanitaria que se vive en su país, en los últimos años unos profesionales tuvieron que dejarlo todo y emigrar al Perú –como otros más de 800 mil de sus compatriotas–, casi en un acto de supervivencia. Entre ese todo que dejaron, para la mayoría de ellos incluyó sus familias, sus amigos, sus pertenencias. Y seguro también sus instrumentos musicales, esos artilugios de cuerda, viento o percusión con los que se ganaban la vida entre sinfonías y canciones, pero que debieron entregar a cambio de algunos billetes que sumaran para el viaje. Sus instrumentos, sí; pero su pasión, nunca. Su pasión por la música emigró con ellos.

Pero, como ellos dicen, un inmigrante no puede darse el lujo de esperar por un trabajo acorde con su oficio. Así que hay muchas posibilidades (más de 400) de que detrás del ambulante que ofrece bombas o arepas, la muchacha que sirve el menú o el conductor venezolano de taxi por aplicación, haya un músico formado y educado en el Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela (creado a fines de los 70 por el maestro José Antonio Abreu), capaz dellevarnos a otra dimensión con la simple ejecución de su instrumento.

La historia de Alexander Gómez (48) podría ser la excepción que confirma la regla. En mayo del año pasado, después de vender todo lo que pudo para poder vivir con su esposa y dos pequeños niños, llegó al Perú, solo y tras siete días de viaje por tierra. Apenas un mes después, Alexander consiguió trabajo como profesor de guitarra, flauta y piano en una escuela de música en Los Olivos. Desde niño se ha dedicado a eso, así que tuvo suerte porque, sentía, era lo único que sabía (y sobre todo quería) hacer.

Desde allí, desde esa humilde academia de música en la urbanización Pro, se comenzó a gestar lo que hoy se ha convertido en la orquesta Sinfonía Migrante, un batallón de más de cien músicos venezolanos profesionales que poco a poco intenta dejar la venta ambulatoria, los restaurantes de menú y los aplicativos de taxi para dedicarse a lo que realmente les apasiona. Y aunque eso pueda estar aún un poquito lejos, al menos ya han vuelto a juntarse con sus instrumentos. Lo que venga solo puede ser mejor.

Pero antes de que existiera Sinfonía Migrante, existió Acadeo, una pequeña orquesta de cámara de 25 músicos. Una vez tras otra, Alexander veía con tristeza que hasta su trabajo llegaban músicos compatriotas suyos que pedían una oportunidad y que en ese momento no era posible dársela. Había, además, un grupo de WhatsApp del que era miembro y al que iban sumándose cada vez más y más músicos inmigrantes. Así que se le ocurrió hacer una pequeña orquesta de cámara (Acadeo) y buscar oportunidades para tocar en pequeños colegios y universidades. Y así fue hasta diciembre del año pasado.

Meses antes, en agosto del 2018, el grupo había tenido una presentación gratuita en el Lugar de la Memoria (LUM) como parte de un evento sobre la migración en el Perú. La presentación fue un éxito. El aforo fue superado y aunque entraron 300 donde debían entrar solo 270, más de 200 personas se quedaron afuera.

Tan importante como la gran acogida a la orquesta fue la presencia, ese día, de un representante del Teatro Municipal. La orquesta Sinfonía Migrante recibió su primera invitación para realizar un concierto pagado en un escenario a la altura de su música. Vestidos de elegante negro, el domingo 10 de noviembre, 105 músicos venezolanos, acompañados de un coro de 40 voces (también venezolanas) tuvieron su primer gran concierto y ya les han confirmado un concierto de Navidad para el 21 de diciembre en el parque Kennedy. Ya lo decía Sandoval y ya lo vemos ahora: aun en las circunstancias más difíciles, un hombre no puede cambiar de pasión. //

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