Menos no es más. Podría ser muchísimo más. El hogar donde vive la bióloga marina Patricia Ayón junto a su esposo tiene unos 50 metros cuadrados. Es lo que se conoce como una tiny house (casa pequeña), un tipo de vivienda en el que miles en el mundo han encontrado pura calidad de vida. Se mudó en julio del año pasado, después de que su hijo de 24 años le contara de una empresa peruana que había empezado a fabricarlas. “Estamos muy contentos. No imaginábamos cuán felices podríamos ser aquí”, narra Patricia.
Esto fue lo que pasó. Ellos tienen un departamento en Chorrillos, pero también un terreno en Pachacámac con el que no sabían bien qué hacer. Levantar una casa de concreto ahí podía costarles hasta US$ 300 mil, presupuesto con el que no contaban. “Yo siempre quise una casa pequeñita, pero que fuera funcional. Y dimos con César Leiva y su empresa Tiny Houses Perú. Él me diseñó una como la quería. Tiene un estar, una cocina, baño, dormitorio. Le agregamos una terraza fuera. Y ahí aprovechamos el espacio al máximo. Los escalones, por ejemplo, son también cajones”, cuenta.
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Otra ventaja, además, es que ella puede mover la casita a cualquier parte del terreno cuando se le antoje, e incluso llevársela a otra parte. “Yo vivo rodeada de frutales, hortalizas. Estoy haciendo un gallinero porque quiero criar ponedoras. Mi esposo, cuando tiene que hacer una pausa activa del teletrabajo, se para, sale y comienza a regar o plantar en una maceta. Es la maravilla de la vida sencilla”.
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ESPACIO CHICO, VIRTUD GRANDE
El movimiento social de las Tiny Houses en el mundo empezó hace algunos años y va ligado a la idea de reducir en gran porcentaje el espacio construido en el que vivimos. Implica ser flexibles en los planes y hábitos que uno pueda tener, pero los beneficios a la larga son estupendos. Uno gasta menos en equiparla –con lo que se consume menos– y mantenerla. También se pagan menos impuestos. Si uno es más aventurero, incluso, puede mudarse de ciudad en ciudad.
“Es verdad que las tiny houses están vinculadas a la vida junto al espacio abierto, a la naturaleza. Pero bien podría usarse una en la ciudad, en el fondo de una casa, en un estacionamiento grande”, explica César Leiva, el ingeniero civil y empresario que fundó con la pandemia Tiny Houses Perú, la única empresa que ahora las hace aquí. “Puedo tener una, lista, en 45 días”. César tiene un negocio de construcción en general desde hace 15 años. También importa y comercializa PVC, entre otros materiales. “Paramos por la COVID-19 y la cosa comenzó a reactivarse lentamente a fines del 2020. Yo tenía mucho insumo en stock. Sabía de las tiny, pero me animé a armar una como stand para exhibir mis productos en una feria. Luego, como jugando, comencé a ofrecer las casitas en noviembre de ese año y salió la primera. Se fue a la playa Chocalla”, afirma César. Luego el boca a boca y las redes sociales hicieron el resto. Dato importante: la estructura de las tiny houses es la de un tráiler de fierro galvanizado a la que después se añaden otros revestimientos, como madera prensada.
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“En año y dos meses hemos vendido 20 tiny houses. Están en Pachacámac, Mala, Asia. Pero también en Lobitos, en Tumbes y en Oxapampa, en la selva central. Una señora ha comprado ahí una y la renta como parte del sistema Airbnb a turistas. Está planeando adquirir cuatro más”, agrega.
CASERO, HAY MODELOS
El mismo César planea ya, junto a un socio, armar su villa tiny en Pachacámac. Él construirá las casitas y las venderá y aquel alquilará el espacio.
“Para todos los interesados en saber más, estamos organizando este 12 y 13 de febrero un Tiny Fest en el ex fundo Casa Grande, allá mismo. Exhibiremos tres modelos e invitaremos a emprendimientos afines a un modelo de vida sostenible, como aquellos referidos a biohuertos, cafés orgánicos y más”. Entonces, ¿andas pensando en darle un giro a tu vida? Quizá solo necesites algo chico para comenzar. //
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