Mediodía. Veintidós grados. Brillo solar soportable como para ir a la playa (o lo más cercano a ella). Transeúntes que sienten la brisa fría en sus rostros. No hay rastros de mascarillas. Parece una escena del verano de 2020, cuando el coronavirus se sentía lejano; pero así viven, desde mediados de este año, los poco más de 280 mil habitantes de Orlando (Florida) luego de que el municipio sugiriera el uso de mascarilla a quienes “no están totalmente vacunados”.
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