“No se permiten mascotas”, era uno de los gritos que más repetían los guardaparques frente a una cola interminable de autos y minivans. Quienes llevaron perros ese día estuvieron entre las (al menos) 800 personas que se quedaron sin ingresar a la Reserva Nacional de Lachay con el rabo entre las piernas. Y es que las lomas mejor protegidas de Lima no se daban abasto ante la multitud de niños, jóvenes y vacunados que habían llegado en masa a respirar neblina y verdor. Era como si dos años de pandemia hubieran sido suficientes para enloquecer a una población harta de engordar entre cuatro paredes.
La cifra oficial de visitantes fue de 1.950 personas, pero a mí me figura que fueron cinco mil, entre los que pudieron pagar un ticket e ingresar, y los que se quedaron a pisotear en dos o cuatro patas la kilométrica alfombra de hierbas y flores amarillas que hay desde el kilómetro 105 de la Panamericana Norte hasta donde los guardaparques te dicen que ya no cabe nadie más. Un grupo folclórico que se quedó afuera aprovechaba el pánico para grabar su más reciente video con dron sobre la alfombra herbal, a pesar de que no tenían autorización para hacerlo. “No podemos con tantos visitantes”, me dice una acongojada guardaparques que trata de no enloquecer entre la procesión de autos que tuvo que estacionar en el camino porque dentro de Lachay todas sus playas y zonas de camping estaban tan llenas como las de cualquier mall en domingo. “Pido orden y algunos me insultan”, añade.
LEE TAMBIÉN: Diez sitios al aire libre para pasar un gran día en familia en Cieneguilla y Pachacámac
Una señora destapa su jugo embotellado y arroja el sello de plástico al suelo. Una lechuza mira el espectáculo humano desde una tranquera y el especialista del Sernanp Miguel Aztocasa me asegura que nunca disfrutó tanto de Lachay como en plena temporada de inmovilización, cuando la reserva quedó en silencio. “Decidí pasar todos los meses de pandemia aquí. Porque cada día es único”, suspira quien se ha hecho viejo cuidando un ecosistema que solo destina un dos por ciento de su inmenso territorio para los visitantes. Todo lo demás en un santuario donde conviven desde zorros y águilas hasta tarántulas y petirrojos.
Felizmente, la gran mayoría de visitantes entiende que esto es una maravilla: las únicas lomas que sobreviven enteras gracias a su categoría de reserva. Caminan en silencio, no salen de los senderos, no llevan música portátil, no botan basuritas y hasta recogen las que encuentran. Lo recomendable es salir de Lima a las 6 a.m. para obtener un lugar en el paraíso.
LEE TAMBIÉN: La Confianza: el espacio en Lunahuaná para escapar de Lima donde todos conocerán tu nombre
Las muchas lomas de Lima
En el pasado, las lomas rodearon toda la actual zona urbana de Lima. Ir a las lomas del Rímac a ver la amarilla flor de Amancaes era una de las actividades favoritas. Hoy ya solo quedan retazos entre barrios y fábricas. O hay que subir hasta las cumbres de los cerros para gozar de ellas. Pero aún estamos a tiempo de salvarlas gracias a defensores como Gabriela García en Pachacámac, Jonathan Retes en lomas de Lúcumo o Iván Reyna y la comunidad de Asia, Cañete, donde se han realizado acciones de conservación y limpieza tan eficaces que hoy se puede acceder a través de caminos prehispánicos para contemplar todo un paisaje que incluye taras centenarias y molles y una de las mayores concentraciones de flor de Amancaes. La joya en Asia es que aquí y solo aquí se conserva la orquídea de Lima, la única frente al mar.
Apenas me encuentro con Gaba, la feroz defensora de las lomas de Pachacámac, me lleva hasta lo que parece maleza que sobrevive entre las huellas de los autos. Allí distingue varias especies de plantas. “Mira, aquí hay malva, caigua cimarrona, tabaco y ortiga, y mira también margarita de las lomas”. Las lomas siempre han sido el gran jardín de los pachacaminos, agrega. Estamos apenas en el ingreso oficial a la zona de lomas que por años han usado los ciclistas de montaña para practicar el deporte emblemático de este distrito y donde, sobre todo los fines de semana, acuden cientos de ciclistas en autos o pedaleando desde la ciudad. Digo ingreso oficial porque las lomas en realidad envuelven Pachacámac. Pero últimamente el tráfico de tierras y la dejadez de las autoridades han permitido que se siga construyendo sobre la parte baja. Últimamente una urbanizadora ha levantado sus muros en plena zona de verdor ancestral.
ESTAS SON LAS LOMAS DE LIMA:
LEE TAMBIÉN: Quiénes son y cómo batalla el colectivo de madres y padres que exige el retorno voluntario al colegio
Justo hoy sábado se realizaba la competencia enduro de bicicletas. Y había un frenesí especial. Cuando venga cuide mucho de no transitar por zona de ciclistas, porque a veces surgen en el aire impulsados por rampas ocultas en la niebla. Gaba está acompañada de su hija Isabela, que recorre esos caminos verdes desde los cinco años, cuando su madre era una convencida defensora de este milagro ecológico. Junto a ella están Toti y Andrea, que no solo son sus vecinas, sino también compañeras de una sola lucha: salvar las lomas de Pachacámac. Su asociación se llama Defensores de las Lomas, y la integran unas dos mil personas de las diferentes localidades del distrito. En las colinas del fondo se ven grupos de turistas en pleno trekking. El problema es que, ante la falta de gestión de la municipalidad distrital y provincial, no hay rutas designadas para caminantes. Incluso hay trochas de exploración minera por las cuales los turistas también transitan. ¿Minera en pleno pulmón del distrito? Aquí viene lo bueno.
Los defensores de Pachacámac se constituyeron hace tres años para evitar que una cantera y las acciones irregulares de compraventa de terrenos de la comunidad de Cucuya de Huarochirí sigan destruyendo las lomas. Una compañía pretendía ampliar su cantera de Lurín hacia la zona de Pachacámac dentro del ecosistema de lomas.
“Nos unimos todos los vecinos que amamos las lomas y hasta la fecha hemos conseguido que Unacem suspenda el proyecto”, señala Gabriela García. Su principal objetivo es lograr la consolidación del parque metropolitano Paul Poblet Lind, creado por ley en 1992 y que comprende las lomas de Pachacámac, además de la recuperación y protección de la flora y fauna.
LEE TAMBIÉN: Afganistán: monumentos, sitios arqueológicos y lugares turísticos cuyo futuro es incierto
“En realidad, quisiéramos proteger también las lomas vecinas. Una pequeña parte de las lomas de Pachacámac que estaban en la zona de Lurín fue destruida por la empresa de cementos que pretende expandirse”. Mientras subimos por las laderas y hacemos fotos, me cuenta que supieron asesorarse con buenos abogados para lidiar incluso con entes estatales ligados con la producción y detener el daño a un ecosistema muy frágil. Pero aún no pueden cantar victoria.
Gaba quiere que más gente se una a la asociación y que todos los limeños defiendan estos espacios, que son vitales para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. “Las lomas siempre estuvieron ahí y ahora que sabemos que están en peligro las estamos defendiendo”, señala. Gabriela se da el lujo de ir más allá: “Uno de mis sueños es que aquí se reintroduzca a los camélidos, y que por ejemplo los parapentistas ya no suban en auto con sus equipos, sino en llamas”. Su primera experiencia en lomas fue visitando Lachay, y le encantó esa naturaleza tan verde donde alguna vez hubo cóndores y pumas. Ahora, de adulta y desde que vive en Pachacámac, disfruta los colores y olores de las lomas, el canto de los pájaros y el sonido de los insectos.
Incluso está aprendiendo el uso medicinal y alimenticio de las plantas de las lomas. “Las lomas siempre estuvieron ahí para los pachacaminos, pero ahora sabemos que están también ahí para los limeños”, dice.
Algún día se reconocerá el trabajo de estos defensores de lomas, así como de los coordinadores de Sistemas Frágiles de Serfor, de cuyo valioso trabajo nos ocuparemos en una próxima crónica. Mientras tanto, todos podemos sumarnos al esfuerzo de gente como Gabriela o de Jonathan y la asociación ACELL en Lúcumo, lomas que ahora están cerradas por la municipalidad en disputa con los vecinos que las protegen por años. //
VIDEO RECOMENDADO
TE PUEDE INTERESAR
- La pregunta del día de Somos: ¿Debería pedirse cartilla de vacunación para entrar a un restaurante?
- Afganistán: la historia de la única periodista peruana que viajó al país del Medio Oriente luego del 11-S
- El hombre que confundió a su presidencia con un sombrero
- Brutal: ¿qué se sirve en el contundente dark kitchen de arroces y sopas con el sello de Arlette Eulert?
- Lila Dasso: así es el restaurante que ha conquistado la calle más codiciada de Lima
Contenido Sugerido
Contenido GEC