Uncharted, la película basada en la popular franquicia de videojuegos de aventuras, ha llegado a las carteleras precedida de críticas demoledoras que quizás no están siendo del todo justas. Por defecto, uno espera que cintas basadas en videojuegos no den la talla. Es lo que siempre ocurre. En su defensa, se puede decir que esta apuesta de Playstation y Naughty Dog no es el desastre que anticipaban las reseñas. Quien diga lo contrario es que nunca vio la Tomb Raider con Angelina Jolie, Street Fighter con Raul Juliá o lo que sea que hicieron con Mario Bros, para mencionar algunos de los horrores que yacen en nuestros recuerdos.
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Incluso apuestas que parecían seguras, como Assassin´s Creed, otro de esos videojuegos reverenciados por su valor de producción y relato apasionante, fracasó en todos los niveles, pese a contar con un presupuesto millonario y un reparto de estrellas encabezado por Michael Fassbender. El que haya jugado alguno de los títulos de Assassin´s Creed sabe que sus historias son tan cuidadas que se asemejan a una gran película interactiva. ¿Cómo se puede entonces fallar en la adaptación si tenían el camino señalado?
Las expectativas juegan en contra pero no es el único factor que explica por qué las películas basadas en videojuegos se suelen estrellar. Mucho tiene que ver el fandom que se crea alrededor de los juegos y la decisión del estudio de a qué público contentar, ¿al gamer que se jugó todos los títulos o a una audiencia mucho más amplia? El primero suele ser un auditorio exigente y pueden actuar como severos fiscales cuando no se les da lo que quieren. Cualquier desviación del producto original es un pecado. Fue un poco lo que pasó con la adaptación del anime Cowboy Bebop, de Netflix, que fue rechazado por los fans por darse demasiadas licencias. La serie fue cancelada a pocos días de su estreno por las malas cifras.
A diferencia de películas basadas en videojuego de buena aceptación en taquilla y crítica como Sonic, dirigida al nicho infantil, o Warcraft, que apuntó al exclusivo sector de los fans de la fantasía, la mira de Uncharted es mucho más vasta. La historia del aventurero Nathan Drake (Tom Holland) y su mentor Victor Sullivan (Mark Whalberg) que van en busca de tesoros tiene un atractivo más universal y para todo público si se tiene en cuenta el puñado de referentes en los que se mira, como las seriales de aventuras de los años cincuenta, las películas de Indiana Jones, la misma saga de Tomb Raider, entre otros.
¿Falla Uncharted en trasladar la acción sin pausa y las escenas de adrenalina a la pantalla? No. De hecho, la secuencia del avión está casi calcada del juego y es igual o más efectiva. Hasta la escena final de los barcos es equiparable en inventiva a las mejores secuencias de la saga de Naughty Dog. ¿Fracasa en no reproducir la dinámica de los personajes? No tanto. La película entiende bien que Nathan y Sully tienen una relación amical muy especial, en donde la admiración y el afecto que se tienen están sepultados por toneladas de cinismo. ¿En dónde se equivoca? En el casting, cómo veremos luego.
¿Puede alguien que no ha jugado los juegos, disfrutar de la película? Sí, pues, a diferencia de la ambiciosa y compleja Assassins Creed, la historia de Uncharted es fácil de seguir y se puede resumir en solo un par de líneas: un chico huérfano se convierte de adulto en un intrépido cazador de tesoros, que recorre los lugares más exóticos del globo descifrando puzzles que lo llevaran a grandes hallazgos. No es un arqueólogo como Indiana Jones ni tiene motivaciones académicas para sus empresas. El solo quiere el oro y la gloria, al igual que sus amigos y enemigos que siempre buscarán adelantársele.
En el balance final Uncharted resulta tan entretenida y competente como cualquier blockbuster que se hace con “corrección” y de ahí quizá el divorcio con quienes esperaban otra cosa. Su director Ruben Fleischer no es un Dennis Villeneuve o un Cary Fukunaga y no sabe como poner un sello personal a una película de estudio de gran presupuesto, de esas que se confeccionan por algoritmo. De ahí su principal problema: la elección de Tom Holland en el papel principal, alguien que no guarda ningún parecido físico con el personaje del videojuego, incluido solo por su indudable arrastre con el público adolescente.
A diferencia de Holland, el Nathan Drake de los videojuegos es un hombre a la mitad de sus treintas, con toda la seguridad y la solidez psicológica que le otorga el haber vivido una vida de aventura y excesos por el mundo. Holland es vendido como una versión joven de Drake, y se las ingenia para aportar agudeza verbal pero sigue siendo, en los descuentos, una versión apenas elaborada de su trabajo para Spiderman. Un Nathan Drake que muchas veces no sabe qué hacer o cómo salir de una situación.
Las películas basadas en videojuegos tienen una desventaja a la hora de la adaptación: deben condensar en un par de horas la dilatada trama y las complejas relaciones que los juegos construyen con mucho más tiempo de su lado. Eso lo sabe bien quien haya jugado The Last of Us (2013) y su secuela del 2019, otra maravilla de Naughty Dog que suma a su trama cautivante un desarrollo de personajes impresionante que se cocina a fuego lento.
Una película de dos horas no le haría justicia y es el motivo por el que HBO y Naughty Dog se encuentran elaborando una serie con Pedro Pascal (Game of Thrones, Narcos) en el papel protagónico. La producción ya ha iniciado y, con fortuna, la veremos en el 2023. //
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