Luis Miranda

El francés Frédéric Thibaut se pasea por un viñedo de troncos gruesos, tan viejo que ya producía uvas en la época de Ricardo Palma. Es un viñedo de uvas quebranta, la variedad patrimonial que solo existe en nuestro país. Las ramas cuarteadas se pierden en el horizonte y brindan a esta parte de la viña Tacama un acento histórico y a la vez vivo. “Hay toda una corriente de , y Tacama quería tener uno. Porque nosotros contamos con parras pisqueras muy viejas, pero siempre las hemos usado en piscos”, señala el enólogo, que lleva la mitad de su vida en el Perú.

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El primer vino patrimonial de esta bodega es el Toñuz, 80 por ciento quebranta y 20 de tanat, siendo esta variedad no patrimonial un acentuador del color tinto. “Ya vendrá el primer patrimonial blanco de Tacama, y seguramente será un albilla, variedad de la que tenemos parras de 150 años”, agrega.

El resultado es un vino con sabores a frutos rojos, a compota, seco en boca, pero con agradables sensaciones frutales. No es un vino de enorme complejidad. Esto, como en la mayoría de vinos patrimoniales, lo hace muy fácil de beber y es ideal para el consumidor peruano, orgulloso de sus tradiciones. Las uvas patrimoniales se dividen en tradicionales, como la negra criolla; y criollas, como la quebranta.

Ismael Carpio, de bodega Pampas, en el distrito vitivinícola de Los Aquijes, Ica, es uno de los impulsores de los vinos patrimoniales, que se caracterizan por su frescura, sabores frutales y amables.
Ismael Carpio, de bodega Pampas, en el distrito vitivinícola de Los Aquijes, Ica, es uno de los impulsores de los vinos patrimoniales, que se caracterizan por su frescura, sabores frutales y amables.

Los historiadores señalan que la producción de pisco en el Perú se vio incrementada cuando, durante la colonia, se prohibió a los productores peruanos elaborar vino, para no competir con las bodegas españolas. Hoy podemos disfrutar otra vez de vinos de esas uvas que llegaron hace siglos a nuestro país.

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Nos trasladamos a la bodega Tres Generaciones, en Subtanjalla, Ica, para conocer los vinos patrimoniales de esta famosa viña familiar, que ha cosechado prestigiosos premios por sus piscos, bajo la égida de Juanita Martínez de González. Ellos exhiben tres productos: un vino quebranta rosado, un vino de uva albilla seco y un torontel, también seco. “La pandemia nos obligó a innovar, a desarrollar vinos a partir de uvas patrimoniales. El resultado ha sido muy bueno”, celebra Luis Antonio González Martínez, gerente de producción de agroindustrias Tres Generaciones, mientras mueve un vino torontel premiado con medalla de plata en su copa, un néctar, como él llama, con notas a manzana verde y la frescura del terruño iqueño.

“No tienen nada que envidiarles a otros vinos del mundo”, añade Jesús Anchante, el sommelier de la bodega. “Por ejemplo, en este rosado de quebranta resaltan los sabores nobles de las uvas peruanas, que no se parecen en nada a otras. En boca, la acidez que nos hace salivar, sabores a pera y ciruela, un vino muy dinámico que ayuda a acompañar los platos peruanos”.

La producción de vinos patrimoniales está dando pie a que las regiones ofrezcan vinos novedosos. En Arequipa, por ejemplo, ya se produce vino de uva negra criolla; y en Lunahuaná, de uvina. Los vinos patrimoniales apuntan a convertirse en los favoritos de la casa, pero aún son poco conocidos. Ante el avance de los campos destinados a la agroexportación, que están quitándoles territorios a las viñas patrimoniales, consumir estas bebidas es ayudar a preservar la tradición.

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Muchas bodegas están produciendo vinos a partir de las ocho variedades de uvas pisqueras y el resultado es muy auspicioso. Incluso, ya se dice que son el complemento ideal para las comidas peruanas. “La gastronomía nacional despegó, pero nuestros vinos se quedaron. Lo que estamos impulsando es que estos vinos acompañen las mesas”, señala el ingeniero agrónomo Alan Watkin, presidente del comité vitivinícola de la Cámara de Comercio de Ica, mientras nos muestra un vino patrimonial del fundo La Mora, ubicado en Pisco.

“Se trata de un blend de uva Italia (moscatel de Alejandría) y quebranta, muy aromático y que puede consumirse incluso en la playa, helado, debido a su muy agradable sabor”. Y justamente lo dice en el bar con vista al mar del hotel Radisson de Paracas, donde los vinos patrimoniales concursarán en las tres categorías: tinto, blanco y rosado (ver recuadro). “El objetivo de este certamen es mostrar la buena producción que existe en nuestro país. Hay productores pequeños y medianos que también elaboran vinos correctos desde Lima hasta Tacna, en el norte y en las alturas”, concluye Watkin. //

SIGLOS DE HISTORIA EN LA ETIQUETA
  1. Se llama uvas patrimoniales a las que, por su historia y raigambre, forman parte de nuestra cultura y tradiciones vitivinícolas. Las ocho uvas de este tipo son: torontel, Italia, moscatel y albilla (aromáticas); negra criolla, mollar, quebranta y uvina (no aromáticas). Todas han adquirido características propias a lo largo de cinco siglos.
  2. Los mejores vinos patrimoniales se harán presentes en el III Concurso Nacional del Vino Peruano, el 31 de octubre y el 1 de noviembre, en el hotel Radisson de Paracas (https://camaraica.org.pe/).
  3. Entre vinos patrimoniales, internacionales y experimentales, se calcula la participación de más de 130 etiquetas y casi medio centenar de empresas de Lima, Ica, Arequipa, Moquegua, Tacna y La Libertad, siendo la de Ica la delegación más numerosa.
  4. El concurso premiará a los mejores, según la norma de la Organización Internacional de la Viña y el Vino, institución con sede en París que establece los parámetros de un buen vino.

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