Soy de una generación que creció durante la última etapa del llamado jugador más grande de todos los tiempos, Michael Jordan. Soy de una generación cuyos padres nos contaban que la magia en el basketball se apreciaba en una exhibición de los Harlem Globetrotters o en el juego físico, veloz y extravagante, de los señores Bird, Abdul-Jabbar y Magic.
Y soy de una generación que descubrió el verdadero significado de la palabra magia hace 24 años; cuando un 3 de noviembre de 1996, Kobe Bryant pisaba por primera vez una cancha de NBA.
Pasaron los años y el joven Kobe, quien vistiera la 8 y posteriormente la 24 de un emblemático equipo como Los Angeles Lakers, convertiría su carrera en un boom cargado de récords, aplausos, inspiración, cánticos de MVP (Jugador Más Valioso) y también de controversias. Fue precisamente todo lo que Kobe significaba que me llevó a soñar en grande, a entender que con coraje, disciplina y pasión se logran grandes objetivos.
Es así como en 2014, me enrumbé en la aventura de cumplir uno de mis más grandes anhelos: ver jugar a Kobe Bryant en el mítico Staples Center. Hay quienes viajan a seguir las pistas de Maradona en Buenos Aires: el tour que elegí fue perseguir a Kobe,
-LA HISTORIA-
Lamentablemente una lesión impidió que viera a Mamba Negra en acción. Sin embargo, queda en mi memoria la presentación de aquel equipo que, pese a no contar con múltiples estrellas, en el segundo que se proyectó la imagen y voz de Kobe en todo el estadio se coreó su nombre.
Fue de esos ruidos que silencian todo lo demás.
No era un partido de fútbol, donde se acostumbra a hacer una cosa así, era una arena de basketball rendida a los pies de un jugador que con su ejemplo, carisma, empuje, talento y sencillez, trascendió las fronteras de la NBA y se convirtió en leyenda.
Lo más cerca que estuve de Kobe Bryant fue esa misma noche en el Staples Center. Estuve tan pendiente del juego de la entonces estrella en ascenso, Steph Curry , que no reparé que Kobe estaba ahí en primera fila acompañando a sus Lakers. Alto como un rascacielos y sonrisa noble como un profesor. Fue en el momento en que enfocan a las estrellas que su rostro apareció en las pantallas, de pronto miré hacía abajo y ahí estaba él; prácticamente frente a mis ojos. Nuevamente, el estadio estalló como si se tratara de la final de una Copa del Mundo.
Algunas personas no entienden el impacto que puede tener la carrera de un deportista en el corazón de millones de fanáticos alrededor del mundo; otras, decidimos escuchar con atención y envolvernos con la influencia que tuvo un jugador como Kobe a todo nivel. Su repentina partida deja en claro el cariño y respeto que se le tenía.
Solo esos breves minutos cerca a Kobe hizo que todo el viaje -y todos mis ahorros- valieran la pena. En casa aún tengo la bufanda de Los Lakers que me regalaron a la entrada del estadio.
Gracias Kobe por inspirarnos, por impulsar no solamente el básquet alrededor del mundo sino también el deporte femenino, por recordarnos lo hermoso que es compartir una pasión con el mundo entero, por regalarnos lo que hoy se conoce como Mamba Mentality (*) y trascender las barreras del juego.
Soy de una generación que guardará el recuerdo de Kobe siempre.
(*) Ama lo que haces, Aprende a dejarlo ir, Tiene que doler, La excelencia cuesta, El deporte es un arma y La política es una cosa seria. Los seis pilares -resumidos- de la Manba Mentality.