Entrevista publicada en octubre de 2019 en la edición impresa de Somos
Domingo 8 de setiembre, 6:18 p.m. Una camioneta de lunas polarizadas se estaciona en los exteriores del teatro Canout, en Miraflores. De ella desciende Yola Polastry: peluca dorada, vestida con traje como del lejano oeste –color palo rosa–, salvo por la clásica boina. Dos personas la acompañan hasta los interiores del recinto. El público, que está entretenido por un payaso que hace su número en el escenario, pareciera no notar la presencia de la llamada ‘Reina de los Niños’, quien entra con prisa. Le damos el alcance en los camerinos. Antes de las fotos en el backstage, pregunta a su equipo si está todo listo. Tal y como hizo durante los 22 años que estuvo en la televisión, la artista supervisa hasta el más mínimo detalle. Incluso minutos antes de salir a escena. “Ya son las 6:30 p.m.”, le dice alguien del personal técnico. Las burbujitas, con prendas y pelucas blancas, ya están en el escenario. Se suma Yola y empieza el show.
Los asistentes –en su mayoría– son adultos o, como los llama la animadora: niños adultos. “Todos llevan un niño dentro y lo importante es sacarlo. Recordar lo que fue tu infancia es muy hermoso”, agrega. Algunos van en familia, como si se tratara de una tradición de fin de semana, motivando así a que Yola se reinvente en cada espectáculo. “Me gusta hacer el show una vez por semana. Es como tener un programa de televisión para todos. Realmente la pasas muy bien”, reconoce emocionada, esta vez desde la comodidad de su casa en una recóndita zona de La Molina. Asegura que le gustaría volver a la pantalla chica, pero es como hablar “de un imposible” porque ve muy complicado que “apuesten por espacios para niños”. En su lugar, en cada presentación privada (cumpleaños, bodas, baby showers, eventos corporativos) o en el teatro, lleva un mensaje que forma parte de su campaña ‘Recobrando valores’, que impulsa desde su salida de la televisión, en 1994, y que consiste en que los menores tengan en ella a un mejor referente del que encontrarán en la programación televisiva actual. “La televisión es una mala maestra. Ahora es sucia y me aterra. No me inspira a ser más”, sentencia con autoridad.
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Miércoles 24 de setiembre. “Deseo estar aquí todo el tiempo que me pueda valer por mí misma”. Ese es un fragmento del mensaje que Yola envió a un amigo periodista –que constantemente le pregunta por su salud– y que decidió compartir conmigo por WhatsApp tras preguntarle cómo se sentía. Casi cuatro meses después de nuestro primer contacto, finalmente la ‘Chica de la Tele’ me presenta a Yolanda Piedad Polastry Giribaldi, la mujer detrás de la figura nacional con la que –probablemente– usted creció. “Me siento cada día mejor. He retomado mis actividades”, agrega casi de inmediato, sin dejar pasar duda alguna sobre su vitalidad. A inicios de setiembre del 2018 anunció a través de algunos medios que sería intervenida con urgencia por el neurocirujano Henry Pacheco debido a un aneurisma cerebral. Esa, sin embargo, no fue su primera complicación de salud.
Ya con más confianza, Yolanda cuenta que a lo largo de su vida ha sufrido “enfermedades muy raras”. A los siete años la desahuciaron tras ser diagnosticada con púrpura sanguínea (manchas en la piel de color rojo o púrpura, provocadas por un sangrado subcutáneo). “Me llevaron a donde un hierbero que me recetó un sinfín de plantas, conocidas y no conocidas. Ya parecía vegetariana, pero quedé totalmente curada”. A inicios de los 80 por poco y pierde el ojo izquierdo debido a una queratitis por Acanthamoeba (una ameba que invade la córnea, genera una inflamación y, eventualmente, pérdida de la visión). “Una infección de las más terribles, pero fui el único caso [de tres a nivel nacional] en el que lograron salvar el ojo”, comenta.
El aneurisma es un capítulo aparte. Su vida artística y personal dio un estrepitoso giro de 180 grados. El episodio ocurrió en el teatro de la av. Petit Thouars 4550, donde suele presentarse cada año entre julio y setiembre. Estaba en el escenario, repasando el número de la ‘Gallina Turuleca’ y, de pronto, su mente se puso en blanco. Un olvido, reconoce, bastante inusual, por lo que decidió ir con un especialista. Con la voz entrecortada y ligeras pausas, nos contó que de no ser por el radiólogo de turno –quien años atrás la había contratado para animar la fiesta de su hija por sus 17 años– no habrían dado con su diagnóstico a tiempo. Hallar al médico adecuado también fue toda una odisea. “Llegué al doctor Henry Pacheco y me rogó que no espere para intervenirme. Acomodé todo –porque estaba llena de contratos– y me operaron. Pensé de todo, Vanessa”, me dijo, conmovida. “Pero entré con la seguridad y confianza que me inspiraba el equipo médico y por lo humanos que son”.
“Llegué al doctor Henry Pacheco y me rogó para que me opere [...]. Pensé de todo, pero entré [a sala] con seguridad y confianza” - Yola Polastry.
La mujer que logró convertirse en un ícono infantil en la mejor época de la televisión nacional volverá a afrontar una situación complicada. “Yo no sé si voy a volver a escribir igual, no sé si voy a volver a estar en contacto contigo, no sé si esto va a resultar bien…”, me dice al teléfono. El próximo 6 de noviembre será su tercer chequeo médico. Comenta –entre largos silencios– que está preocupada. Tras la segunda evaluación (hace un año) volvió a entrar a sala. “Desde la segunda operación soy diferente. Yo me siento muy bien. Espero que ya no me intervengan... Poco a poco voy sintiendo lo que antes no. Estoy retomando mis actividades”.
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En los 70, Yola Polastry recibió una extenuante capacitación de tres años antes de entrar a la televisión. “Se me preparó para ser la conductora que los niños debían tener”. La formación familiar y religiosa del colegio Santa Rosa de Lima, en Lince, jugó también un rol importante. Aunque, menciona con orgullo, era una mujer “moderna” para la época. “Trabajaba y producía. Salía, claro, a un lindo restaurante, estaba con gente de mi edad. Luego iba a casa a escribir los libretos. Era mi vida y no tenía ningún problema. Me dediqué a los niños del Perú y no me cansé. Cuando una mujer se quiere casar, lo hace. Si quiere tener un hijo, lo tiene. Yo no tuve. De repente me fui más por el lado de misionera, pero todo fue en su momento”, remata. Ha pensado, cómo no, en retirarse alguna vez, pero siempre hay una interrogante que cala en su mente: le preocupa que su show desaparezca. Y con él, su recuerdo. “El día en que ya no esté, ¿quién lo va a hacer?”.
Su vigencia tiene un aliado: la tecnología. Twitter es la red social que más usa. Lo que escribe en su cuenta @YOLA_POLASTRY, que supera los 20 mil seguidores, son opiniones de todo tipo. “La tengo como una columna para que me lean”. Plataformas musicales como Spotify, por ejemplo, ayudan a que sus temas lleguen a las generaciones más jóvenes. Hasta el momento tiene cinco mil oyentes mensuales, y va en aumento.
Yola no suele decir su edad. “La gente ya sabe qué edad tengo”. Dice que el próximo 25 de febrero entrará a una edad ‘distinta’. “Me asusta el número y tendría que trabajar una nueva producción de mi vida”, señala. A propósito de una entrevista que le hizo este diario hace siete años, donde dijo que era eterna, le preguntamos si se seguía sintiendo así. “En mi mundo, soy la única que nunca cambió de profesión. No tuve esos arranques de locura. Soy eterna”. Y vaya que tiene razón. Siempre será la reina de la televisión. //
LA BANDA DE HOLA YOLA
INICIOS. En 1971, debutó como actriz en la telenovela El adorable profesor Aldao, de Panamericana Televisión.
MUNDO INFANTIL. Desde 1972 a 1994 fue conductora de los programas El mundo de los niños, Los niños y el mundo y Hola Yola.
BURBUJITOS. El humorista Jorge Benavides, la empresaria Roxana Vargas, el ex congresista Alberto Beingolea y la actriz Ebelin Ortiz fueron parte del cuerpo de baile y canto de sus programas.
CONTACTO. Para contratos, puede llamar a 98618777 y 980700147 o escribir a yolapolastry4@hotmail.com