L.N. es médico. Su especialidad es la geriatría. Cuida la vida de vulnerables siendo también él uno. Es hipertenso. El día previo a la cuarentena compró una bicicleta para asegurarse que cumpliría con sus guardias aún si no hubiera otro tipo de transporte. Pero el sábado pasado terminó tan cansado que aceptó que un colega lo jale. Y dejó la bici. “Pu-cha...”, pensó al despertar. El gobierno había declarado el “toque de queda” para el domingo 5 de abril y él lo había olvidado. Y si bien como médico tenía el permiso para transitar, no encontraría taxis ni buses ni combis para cruzar su distrito y llegar al Callao, donde queda el hospital. Sin pensarlo dos veces, corrió a alistarse y se echó a andar.
L.N. es alguien muy cercano a mí. Pero esta vez no importan los nombres propios ni los apellidos, porque así como él hay miles de médicos, enfermeras, policías y otros servidores que, pese a sus propios dramas, desde el lunes 16 de marzo -día en que se inició la cuarentena en el Perú-, están haciendo hasta lo imposible para mantenerse de pie en la primera línea de defensa de nuestro país, en la guerra contra el coronavirus.
El día que L. N. me contó sobre su larga caminata, le escribí que descanse un poco. “Se vienen 36 horas de trabajo sin parar. Ya después se dormirá el sueño de los justos”, respondió, resignado. Y cómo decirle “no exageres”, si poco antes me había contado cuánto debe desinfectarse después de su trabajo para abrazar a sus hijos sin miedo. Cómo decirle “no exageres”, si me contó que el proceso le tomaba unos cuarenta minutos. Y que a casa debía entrar prácticamente en calzoncillos. ¿Cómo decirle “no exageres”?
Los héroes también lloran y no podría ser de otra manera, porque son humanos. Sin embargo, gracias a ellos estamos resistiendo. Estamos conteniendo al virus. Son cuatro policías los que han muerto hasta el momento, sin embargo. Contagiados en el cumplimiento del deber, en sus funciones. Condenados mientras velaban por otros, irresponsables. Así también el jueves se anunció la muerte del primer médico peruano a causa de covid 19. Un médico liberteño, que lo había dado todo como jefe en un hospital de San Juan de Lurigancho.
La mayoría de peruanos estamos en casa, pero ellos están frente a frente con el virus. Y aunque tienen miedo, no abandonan. Por eso duele tanto ver el video que se hizo viral en las redes este lunes, en el que un Policía de una comisaría de Lambayeque se quiebra mientras se dirige a sus compañeros. “Oh, padre todopoderoso, señor. Te lo suplico padre santo. Ten misericordia de nosotros, padre. Muchas muertes, señor. Muchas muertes, padre. Solo tú, Dios mío, puedes parar esto, señor. Ten misericordia, padre, de nosotros”, oró con la voz quebrada, mientras unos cuarenta agentes policiales miraban el suelo, buscando fortaleza.
Una suerte de demanda y súplica fue también la intervención que hizo un militar a los pasajeros de una combi que recorría el martes las avenidas Lima y Perú, en Comas, a quienes dejó “mudos” al explicarles, muy emocionado, por qué no deben salir de sus casas durante la cuarentena. “Esto se va a alargar y está creciendo mas. Yo estoy parado acá desde las cuatro de la mañana. No veo a mi familia desde que empezó todo y tampoco puedo dormir. Tengo ocho horas parado acá, hasta que me vaya, hasta que me desinfecte, hasta que almuerce; de ahí tengo que dormir tres o cuatro horas para regresar de nuevo. ¿Para qué? Para cuidarlos porque no entienden. ¡Tengan conciencia, señores!”, exigió, entre conmovido y cargado de frustración.
¿Bastará para agradecerles con que el presidente Vizcarra les haya llamado héroes? ¿Será para ellos un bálsamo que el arzobispo de Lima haya grabado un mensaje en el que señala que hoy Cristo está representado en el sacrificio de todos ellos? “Mas que aplausos, queremos que se queden en sus casas”, responden ellos. Piden poco.
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