La pregunta de los analistas es qué hará Pedro Pablo Kuczynski con su reciente aprobación. Por ahora la convivencia –forzada– con el fujimorismo es una bocanada de aire.
La pregunta de los analistas es qué hará Pedro Pablo Kuczynski con su reciente aprobación. Por ahora la convivencia –forzada– con el fujimorismo es una bocanada de aire.
Juan Carlos Tafur

Pocos días antes de la designación de Mercedes Aráoz como primera ministra, si uno le alcanzaba una lista de nombres posibles a los congresistas fujimoristas, estos, casi por unanimidad, indicaban que cualquiera era bueno, menos la finalmente designada. 

Subsistían enormes resentimientos por la aspereza verbal con que Aráoz trató a sus rivales de contienda y había la promesa interna de vengar los considerados agravios apenas la historia les diese una oportunidad. 

¿Qué pasó en el camino para que del odio se pase a la confianza brindada a la flamante primera ministra, quien luego de su presentación ante el Congreso obtuvo nada menos que 83 votos, incluidos los de la bancada de Fuerza Popular? 

A la par, los niveles de aprobación presidencial también han subido significativamente. La última encuesta de Ipsos revela que PPK ha pasado de 22% a mediados de setiembre a 30% en octubre. Y puntualmente hablando de la primera ministra, un 45% aprueba su designación y un 31% lo hace con su gestión. 

Razones pueden ser varias: desde la pechada al Congreso con la cuestión de confianza al gabinete Zavala o la conformación del nuevo gabinete, mucho más político que el anterior y que ya empezaría a cosechar réditos. 

También podría existir un ánimo positivo en el país, debido a los expectantes resultados deportivos de la selección de fútbol. Así se explicaría que otros poderes del Estado también hayan mejorado en su percepción cívica. El Gobierno en general pasa de 24 a 32%; el Poder Judicial, de 24 a 28%; y el Congreso de la República, de 25 a 26%. Inclusive, la aprobación a la gestión del titular del Congreso, Luis Galarreta, sube de 29 a 32%.

En todo caso, esta última semana el Ejecutivo ha ganado terreno en el escenario de la confrontación con el Congreso, que amenazaba con conducirse hacia la conflagración final de una nueva censura y disolución del Legislativo. 

El gabinete Aráoz es de conciliación. 

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