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Race for Water Odyssey
Franco Arambulo

La situación es crítica. Estudios realizados por la Fundación Ellen MacArthur, creada en el 2010, revelan que la producción mundial de plástico se ha multiplicado por 20 en los últimos 50 años. Peor que eso: demuestran que en los próximos diez años se fabricará más plástico que el que se ha elaborado desde los inicios de su industrialización, en la década de 1950. Lo espeluznante es que el 80% de los desechos marinos se compone de dicho material, del cual solo el 15% flota en la superficie. El resultado: vemos poco y nada de lo que tan solo es la punta del iceberg.

Es en este contexto que el empresario suizo Marco Simeoni crea la Fundación Race for Water. ¿El reto? Buscar soluciones para conservar los océanos. Así, en el 2015 zarpó Race for Water Odyssey, una expedición científico-medioambiental que evalúa la contaminación por plásticos en los océanos de todo el planeta. “En aquella excursión descubrimos que recoger basura en el mar es prácticamente una utopía. Las islas de plástico, como las conocemos, ya no existen. El viento, las mareas y demás condiciones han provocado que la basura se parta en micropedazos, que generan una ‘sopa’ que hoy navega a su merced por los mares”, afirma Simeoni a Somos. Muy pronto notaron que la solución debía encontrarse en tierra firme y que es necesario evitar a toda costa que los desechos terminen en el mar. “El problema con los microplásticos es que son tan pequeños que no se ven y por eso a nadie le importan”, agrega.

OBRAS MAESTRAS

En el 2016, junto a la empresa francesa ETIA, los científicos suizos idearon una tecnología capaz de transformar los desechos plásticos en energía, ya sea gas comercial o electricidad. Sin embargo, hoy la propuesta va más allá. Mediante una economía circular, se genera empleo a los recolectores de basura en las calles. Ellos se encargan de juntar el plástico que luego es transformado en energía y, con la venta de esta última, se les remunera e incentiva. Ahora sí, logrando beneficios de triple impacto: sociales, económicos y ambientales.
Conscientes de que este derivado del petróleo no es el único contaminante que perjudica nuestros océanos, Race for Water se comprometió con la transición energética y creó una embarcación totalmente autosostenible. “Para una nueva odisea de concientización buscamos un barco propulsado solo por energías limpias: solar, eólica e hídrica”, explica Simeoni.

NAVES DEL FUTURO

La obtención de energía mediante paneles solares es hoy bastante común, aunque tiene limitaciones. Por ejemplo, no es posible almacenar la potencia por mucho tiempo sin obtener pérdidas o fugas. El hidrógeno, por su parte, sí permite una provisión eléctrica eficiente. Y, para cuando es necesario y el viento así lo quiere, la cometa del barco tira de él, aliviando sus esfuerzos energéticos y facultando la recarga de los motores. Es así como se combinan y complementan diferentes fuentes de energía a bordo de una embarcación que parece del futuro.

La innovadora proeza requirió de un equipo de ingenieros, marineros y técnicos especializados que zarpó de Lorient (Francia) el 9 de abril del año pasado. Atravesó el Atlántico estudiando los mares de Cuba, República Dominicana y Panamá y hoy se enrumba hacia el Callao. Se tiene prevista su llegada el 15 de marzo, gracias al apoyo de L+1, la red de empresarios y agentes de cambio comprometidos con el desarrollo sostenible del Perú.

La expedición alrededor del mundo –que esperan dure cinco años– busca concientizar a los líderes de opinión y el público en general sobre la urgencia extrema de preservar los océanos y mantenerlos a salvo del ‘mar’ de plásticos que los está matando.

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