Mujeres de todo el globo se atrevieron a denunciar las agresiones de las que habían sido víctimas. En nuestro país, Cayetana Aljovín, Verónica Zavala y Natalia Iguíñiz, entre otras, se sumaron al hashtag ‘yo también’.
Mujeres de todo el globo se atrevieron a denunciar las agresiones de las que habían sido víctimas. En nuestro país, Cayetana Aljovín, Verónica Zavala y Natalia Iguíñiz, entre otras, se sumaron al hashtag ‘yo también’.
Ana Núñez

La última vez que subí a un ómnibus de transporte urbano, uno de esos rojos con azul que unen el Callao con San Juan de Lurigancho, previo paso por el Centro de Lima, un hombre se masturbó a mi lado. Eran las seis de la tarde. Ni siquiera había oscuridad para usarla como apañadora cómplice. El muchacho tendría unos 22 años, pinta de universitario, de ‘chico bien’. Quizá hasta haya escogido el asiento de su costado porque me inspiró confianza, como si se pudiera andar confiando en la gente por lo poco que nos pueden revelar los ojos. No solo se tocó, no solo se frotó: el sujeto se bajó la bragueta y dejó su miembro expuesto a mi mirada por algunos segundos. “¡Mierda! ¿Está pasando esto realmente?”, fue lo único que pensé.

Han pasado casi tres años de ese horrible episodio, no el único y quizá no el más grave acoso sexual que he vivido. Como a muchas mujeres, algún desconocido me ha tocado el cuerpo, el pecho, las nalgas, como si fuera un objeto al que se puede echar mano con quién sabe qué poder o potestad. “Debe de ser un desadaptado”, dirán con soslayo algunos. “¿Cómo estarías vestida?”, se atreverán a preguntar otros. No. No hay justificación ni atenuante. Los casos son más comunes de lo que podríamos imaginar. Y esta semana un hash-tag de dos palabras reveló no solo cuánto más comunes, sino cuánto peores.

#MeToo
La idea de visibilizar el verdadero tamaño del monstruo fue de la actriz norteamericana Alyssa Milano como respuesta al escándalo en Hollywood por las acusaciones de agresión sexual contra el productor Harvey Weinstein. “Si todas las mujeres que han sufrido acoso o abuso sexual escribieran ‘yo también’ en su estado (‘#me too’, en inglés), enseñaríamos a la gente la magnitud de este problema”, escribió la actriz el domingo en su cuenta de Twitter.

Anahí de Cárdenas piensa que en un país como el nuestro –cuya capital ha sido calificada por la fundación Thomson Reuters como una de las cinco ciudades más peligrosas e injustas para las mujeres– casi todas las ciudadanas hemos sido víctimas, por lo menos, de acoso callejero.

Pero las experiencias de agresión que ha vivido la actriz no solo tienen que ver con las relaciones tóxicas que alguna vez tuvo y de las que logró salir, o con el acoso callejero. Cada día debe enfrentarse a nuevas posibilidades de ser agredida a través de las redes. “A mí me han dicho de todo en redes sociales. Me han dicho de puta para abajo sin ningún tipo de motivo. No puede ser que cada día tengas que abrir tus mensajes o tu inbox y debas leer sandeces de gente que ni te conoce”, lamenta.

Sororidad femenina 
​Diana tenía 23 años cuando fue víctima de una violación en estado de inconciencia por parte de su ex enamorado, además del acoso callejero del que, considera, es víctima por lo menos el 90 por ciento de las mujeres. “Yo sufrí una violación en estado de inconsciencia y lo más terrible es que la persona que me violó había sido mi enamorado. Ocurrió una noche que estaba en el Sur con algunas amigas y lo último que recuerdo es que él llegó y me dio un vaso de algo. Al día siguiente amanecí a su lado en un hostal con dolores de cuerpo y de cabeza. Durante muchos años decidí ignorar lo que había pasado esa noche porque estaba en negación, pero un día lo confronté y él respondió que todo lo que había pasado yo se lo había dejado hacer”, cuenta Diana.

A la joven abogada le costó muchísimo aceptar que había sido víctima de violación. Ella, que se sentía empoderada, que desde tan jovencita había sido tan trabajadora y exitosa. Ella. “Me tomó mucho tiempo dejar de maltratarme a mí misma culpándome de esta situación”, añade.  

A los 12 años, la entonces pequeña Kathy Subirana fue víctima de tocamientos indebidos por parte de un hombre con el que se cruzó en la calle. Ella recuerda perfectamente aquel episodio. No puede borrar de su memoria al sujeto estirando el brazo hacia su pequeño cuerpo y luego, lanzándole un beso volado con desparpajo.

“Durante años me vestí con ropa floja y prendas que me tapaban desde el cuello hasta la punta de los pies. Siempre buscaba sentirme como el patito feo, porque pensaba que quizá esa era la forma de evitar que pasen estas cosas”, dice Kathy.  

La periodista afirma que es increíble el coraje que están tomando muchas mujeres a partir del movimiento Ni Una Menos para denunciar sus historias y decir basta. “Este ‘Yo también’ es para mí como decir tú no sabes con qué demonios estoy luchando, pero estoy luchando”, finaliza Subirana.

De vuelta a marchar
El 25 de noviembre, fecha en que históricamente se celebra el Día de la No Violencia Contra la Mujer, las peruanas volverán a salir a las calles a gritar Ni Una Menos. Esta será la tercera gran marcha nacional en rechazo a todos los tipos de agresiones contra las mujeres del mundo. La primera gran marcha se realizó el 13 de agosto del 2016.

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