Asia se ha convertido en el epicentro del dinero digital, tanto en el área de las criptomonedas como por el lado de las divisas digitales gestionadas por bancos centrales, que sitúan al continente al frente de la que está llamada a ser la revolución monetaria del siglo XXI.
Son muchos los factores que hacen de Asia única para liderar el mundo del dinero digital: además de ser un puntal en innovación, exportando hasta dos tercios de la tecnología global, su población tiene un nivel de conocimientos digitales más alto que el de otras regiones, apunta la OCDE, mientras hay cientos de millones aún sin cuenta bancaria.
Sus dos gigantes demográficos, China e India, aún tienen a un 20 por ciento de ciudadanos desconectados de los bancos, y en el sudeste asiático viven hasta 300 millones de almas no vinculadas a entidades financieras, anota la revista Global Finance.
Circunstancias que convierten a Asia en un lugar óptimo para la exploración del dinero digital, algo que la pandemia -y la dependencia tecnológica que ha generado-, no ha hecho sino acelerar; según Nikkei Asia, 60 millones de personas en el sudeste asiático se han convertido en consumidores online desde el estallido de la crisis.
Al frente de la innovación digital
La consultora McKinsey, por su parte, estima que la proporción de pagos digitales en Asia llegará al 65 por ciento en 2024, en contraste con la media global del 52% prevista entonces.
”Asia está por muchos motivos al frente de la innovación en dinero digital”, asegura a EFE James Kallman, director de Moores Rowland, consultora especializada en finanzas y tecnología con sede en Yakarta (Indonesia).
Japón fue de hecho el primer país del mundo en aprobar las criptomonedas, transferidas entre usuarios sin intermediarios mediante un sistema descentralizado conocido como blockchain (cadena de bloques), como mercancías o activos -no como divisas- en 2014.
El consumo de criptomonedas como Bitcoin se ha convertido en un fenómeno desde entonces en otras naciones asiáticas, con Vietnam y Filipinas alzándose como el segundo y tercer país, tras Nigeria, con más proporción de usuarios en 2021, según la compañía de datos Statista.
Al calor de su popularidad, muchos países de la región han optado por adentrarse en la ruta de las divisas digitales (CBDC, Central Bank Digital Currency), que comparten con las criptomonedas la tecnología blockchain pero difieren en su esencia: mientras las primeras son descentralizadas y el usuario preserva su anonimato, las segundas son emitidas y reguladas por una autoridad central como bancos y reservas federales.
Divisa nacional digital
Se trata más bien de digitalizar la divisa nacional, permitiendo a los países mantener un mayor control sobre sus políticas monetarias, pero también sobre las transacciones de sus ciudadanos, cuyos datos sí aparecen vinculados a la CBDC.
Dos mundos con un denominador tecnológico común que pueden colisionar, como en el caso de China, poco amigo de iniciativas que se escapen del radar de las autoridades. La segunda economía mundial, por ejemplo, prohibió todas las transacciones de criptomonedas en 2021, si bien ha disparado el desarrollo del e-yuan.
El ciber yuan, con valor idéntico al físico, ocupa el tercer puesto (tras Bahamas y Camboya) en nivel de madurez de proyecto de CBDC para todo tipo de clientes, según un estudio de PwC de 2021.
Este informe también sitúa a países asiáticos a la cabeza en la parte de iniciativas de CBDC destinadas solo a intercambios entre instituciones financieras, con Tailandia, Hong Kong y Singapur en los tres primeros puestos.
Laboratorio mundial
Asia se ha convertido pues en un laboratorio mundial donde se investiga cómo adaptar y regular el uso del dinero digital en sus diversas formas, con ejemplos de colisión entre el mundo “cripto” y las CBDC como China e India, y también casos de coexistencia más pacífica entre ambos como Japón o Singapur.
India ha anunciado recientemente un impuesto del 30 % a los activos digitales virtuales, manteniendo su reticencia hacia ellos y apostando en cambio por la rupia digital.
Japón, en cambio, puso el año pasado en marcha su primera fase de pruebas con una divisa digital mientras continúa permitiendo las transacciones de criptomonedas.
Por su parte, Singapur, que también estudia crear su propia moneda electrónica, ha concedido cinco licencias a servicios de criptomonedas, pero ha advertido contra su publicidad por ser “altamente arriesgadas” dada su proclividad a la especulación, postura similar a la de España.
Actividades ilícitas
”Las criptomonedas son una bendición para las actividades ilícitas, por lo que no debe sorprender que algunos países apuesten por el desarrollo medido, metódico y cuidadoso de las CBDC”, dice a Efe Kallman.
Pero su posible uso para acciones ilegales, con informes que vinculan las criptomonedas con el blanqueo de dinero, no es motivo suficiente para obviar sus beneficios, según See Wan Toong, jefe de tecnología de RedDot Digital, que aplica la tecnología blockchain al mundo de los videojuegos.
”Se podría decir que las criptomonedas podrían reequilibrar la riqueza mundial”, considera el singapurense, afincado en Taiwán, destacando su potencial como herramienta de inclusión financiera en un continente con grandes contrastes de desarrollo.
”Su rechazo proviene en gran parte de Wall Street, gobiernos y personas que aún tienen mucho interés en el viejo sistema, pero el blanqueo de dinero va a existir con y sin ellas”, añade.
De momento, los máximos representantes de ese “viejo sistema”, los ministros de Finanzas y gobernadores de bancos centrales del G20, instaron la pasada semana desde Yakarta a regular las criptomonedas, mientras desde el continente se dan pistas sobre lo que depara el futuro de la revolución del dinero digital.
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