De Finlandia a Australia, pasando por España, las incautaciones aumentan y surge un preocupante ‘modus operandi’: planos disponibles libremente, un taller clandestino en casa y una impresora 3D capaz de fabricar fusiles o pistolas difíciles de rastrear.
El 22 de septiembre, Islandia conoce la detención de cuatro hombres sospechosos de querer atacar instituciones del Estado. Entre el arsenal incautado figuran tres armas semiautomáticas salidas de una impresora 3D.
Días antes, la guardia civil en España descubre la fábrica clandestina de un hombre de 51 años en Bermeo (norte), a raíz de una transacción sospechosa de precursores de explosivos a través de una plataforma de comercio en línea.
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Los guardias civiles se incautan de dos impresoras 3D de última generación, armas listas para su uso, artefactos explosivos, tres kilos de pólvora, más de seis kilos de precursores, entre otros, en esta operación que no fue la primera de este tipo.
“La impresión de armas en 3D no es un fenómeno nuevo”, apunta Europol en un correo enviado a AFP, precisando que fabricar un arma completa en 3D sigue siendo un “reto” en comparación con la calidad del armamento convencional.
Sin embargo, “los rápidos avances tecnológicos pueden convertirlo en una amenaza más importante en un futuro próximo”, agrega la organización de cooperación policial europea
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Avances tecnológicos
En Estados Unidos, donde la fabricación de armas para el uso personal es legal, Cody Wilson es el primero en 2013 en presentar un arma de plástico, salvo su percutor metálico.
Su nombre es “Liberator”, en referencia a la pistola que Washington distribuyó a los resistentes en los países ocupados por Alemania en la Segunda Guerra Mundial.
Apoyándose en los avances tecnológicos, este criptoanarquista busca defender así la libertad incondicional de expresión y de tenencia de armas, protegida por la Constitución estadounidense.
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En Europa, un hombre apodado JStark también se da a conocer con su FGC-9 --siglas de Fuck Gun Control (Que le den al control de armas)--, un arma semiautomática hecha en un 80% de plástico y con piezas y materiales vendidos en ferreterías para esquivar las prohibiciones.
En paralelo, la calidad de las impresoras progresa y sus precios bajan. Entre varios cientos de dólares y varias decenas de miles dependiendo de la tecnología de impresión. Todos los programas para configurarlas están disponibles en el Darknet.
Según Christian Goblas, experto en balística en la universidad francesa de Ruán, la impresión “3D metálica” será asequible en el próximo decenio y permitirá la producción de piezas más resistentes.
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Opción más viable
Por ahora, “un arma completamente fabricada en plástico que no suene en los pórticos de detección es una fantasía”, asegura el experto. Sin hablar de la munición.
¿Quién se dedica entonces a una fabricación lenta, posiblemente peligrosa y más cara que la compra de armas convencionales en el mercado negro?
“Es un fenómeno mundial pero sigue siendo emergente. Abarca perfiles muy variados, con un espectro ideológico muy amplio”, resume Rajan Basra, experto en el centro internacional de estudios de la radicalización del King’s College de Londres.
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La mayoría son coleccionistas motivados o “ideólogos”, “survivalistas” o personas deseosas de competir con las autoridades.
Cuando la policía de Hong Kong incautó en septiembre armas fabricadas en 3D y atribuidas a opositores prodemocracia o cuando los rebeldes en Birmania posan en las redes sociales con FGC-9, para Basra, se trata de la encarnación del concepto libertario inicial.
En menor medida, los extremistas consideran las armas impresas como un opción cada vez más viable, sobre todo en territorios como Europa o Canadá, donde la adquisición de armas de fuego es ilegal o supeditada a permisos, según los expertos.
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El hombre que mató dos personas en un ataque contra una sinagoga y un restaurante turco en 2019 en Halle (centro este de Alemania) escogió este método.
Once de las doce últimas incautaciones en Europa implican a militantes de extrema derecha, según Basra.
Sin embargo, la impresión 3D es “poco probable que sea el futuro del terrorismo”, ya que hay opciones “más mortíferas y más fáciles” y otras tácticas innovadoras como drones o armas químicas o biológicas, apunta Jacob Ware, experto del Council of Foreign Relations.
El especialista en contraterrorismo aboga así por adaptar rápidamente la legislación e ir más allá que Estados Unidos, donde desde finales de agosto se obliga a los comerciantes y fabricantes de armas a incluir un número de serie para las impresas en 3D.
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