Bruno Ortiz Bisso

En una actividad realizada en la cámara de Diputados de México, encabezada por el ufólogo de ese país Jaime Maussan, se presentaron los que serían . Enfatizó que no se trata de cuerpos encontrados en naves que cayeron sobre la Tierra, sino que estaban sepultados y encontrados de manera fortuita hace pocos años atrás.

Si te suena conocida la historia, es que se trata de las supuestas “” halladas en el 2016 en Nasca, departamento de Ica, al sur de Lima. , cuando lograron que un parlamentario organizara una actividad oficial para que presentaran sus hallazgos en el Congreso de la República; esos restos fueron mostrados como parte de una audiencia pública realizada por el Congreso mexicano, mientras deciden si es necesaria emitir una legislación sobre fenómenos anómalos no identificados (FANI), que antes eran conocidos como ovnis.

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En la actividad mexicana, además, se presentaron el piloto de combate y exdirector de la Marina de EE.UU., Ryan Graves, que hace unas semanas apareció ante una comisión del Congreso de su país y aseguró que hay “” en posesión del Gobierno de Estados Unidos.

¿Qué tanto se puede creer en estas afirmaciones? Para varios medios que han dado la noticia, parece que el que los participantes en esta actividad hayan tenido que hacer un juramento en el que prometen que lo que dirán es cierto valida todo lo mostrado.

Pese a todo, hay una novedad: Maussan presentó como nueva evidencia un análisis realizado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) a estos restos. Aseguró que la institución le realizó un análisis de carbono-14 y determinó que tenían 1.000 años de antigüedad. El tema es que de este análisis no se sabe más que lo escuchado. Diversos medios, entre ellos la CNN lo han solicitado sin éxito.

[ACTUALIZACIÓN: El Laboratorio Nacional de Espectrometría de Masas con Aceleradores (LEMA) de la UNAM, mencionado por Maussan en su participación, niega haber comprobado la existencia de vida extraterrestre].


Pero, después, básicamente es lo mismo que hemos venido escuchando desde hace varios años.

¿Y entonces, cuál es el problema?

El mismo de siempre: que a todo este tema la falta claridad. Todo está por fuera de la normalidad en cuanto al camino que deben seguir las investigaciones serias. Hasta el momento, las “novedades” con respecto a esta investigación no se han anunciado en fueros académicos, sino en medios de comunicación y en actividades públicas lejanas al tema científico. Porque hablar de esto ante políticos (como ha sucedido ahora en México y antes en Perú no es la vía adecuada).

Del mismo modo, hasta ahora no se conoce de alguna publicación hecha por los investigadores en alguna revista de prestigio, evaluada por pares, para darle más seriedad al trabajo hecho. En este punto, la justificación que, por ejemplo, utilizan los promotores de pseudociencias es que “no los dejan publicar”, “que los censuran”, “que hay muchas trabas”, “intereses ocultos que no quieren que la verdad salga a la luz”. Yo sé que muchas malas investigaciones han llegado a ser publicadas en estas revistas, pero de todas maneras el hecho de pasar por ese filtro jugaría a su favor.

Pero no solo eso. El Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses del Ministerio Público recibió de la Fiscalía parte de los supuestos restos -porque en ese momento los objetos más grandes estaban en la Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica (Unica)- y los sometió a diversos estudios científicos. Según , el arqueólogo y experto forense Flavio Estrada, encargado del trabajo, señaló estaban armadas: “Lo que descubrimos fue que la presunta piel estaba compuesta de una mezcla de pegamentos, fibra vegetal, papeles molidos, gomas… y que los huesos sobre los cuales se habían montado eran de animales; es decir, les habían cortado la parte del hocico y habían usado solamente el medio del cráneo, y en la parte posterior, donde está el occipital, habían elaborado la cara de estos ‘extraterrestres’”.

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Además, debemos recordar que estas excavaciones, extracciones e investigaciones se realizaron sin contar con la autorización del Ministerio de Cultura (Mincul), ente rector en estos casos.

Corolario

Una de las características de las pseudociencias es el uso del ‘cherry picking’. Así se le llama al elegir algunos datos o hechos verdaderos y sacarlos de su contexto original, para emplearlos como supuesto fundamento de posiciones o puntos de vista interesados.

En lo particular, me parece que responder con “ya se van a enterar”, “pronto publicaremos todo”, “se vienen novedades que revolucionarán lo que ya conocemos” al pedido de evidencia de la investigación no hace más que poner más sospechas sobre ella. El colega Yerson Collave, que a su paso por este diario estuvo cubriendo el tema, recuerda que “protagonistas” de esta investigación, como el instituto Inkari no cuentan con publicaciones registradas en bases de datos como Scopus ni Google Scholar.

Lo que no debemos olvidar es que las investigaciones originales están financiadas por Gaia.com, una plataforma digital de streaming dedicada a la difusión de contenido relacionado con los sobrenatural, el fenómeno ovni (o FANI, como se le debe llamar ahora), aunque también tiene contenido de yoga, meditación y etcétera. Y, como se imaginarán, acceder a esos contenidos (que son muy requeridos en la actualidad) tiene un costo que va desde los 10 dólares mensuales u US$82 anuales.

¿Qué ganan con todo esto? Con estos elementos, saca tus propias conclusiones.

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