El sueño es necesario para que el ser humano recupere las energías utilizadas durante el día. Se sabe que los adultos deben dormir entre 7 y 8 horas al día; mientras que los recién nacidos lo deben hacer entre 16 y 18 horas.
¿Pero siempre fue así? Según Roger Ekirch, investigador de Virginia Tech, esta es una costumbre adoptada tras la invención del foco incandescente en el siglo XIX.
“Antes de la popularización del uso de la luz eléctrica, la gente dormía mucho y practicaban el sueño segmentado: descansaban varias horas al inicio de la noche; luego se despertaban a mitad de la noche para comer, beber, caminar, conversar, orar, etc. Después, retomaban el sueño hasta la mañana siguiente. Con la llegada de la electricidad nos fuimos a dormir más tarde pero menos horas”, asegura el experto en un reportaje publicado en “Newsweek”.
Estudios más recientes demuestran la influencia negativa de la tecnología en nuestros hábitos de sueño.
Científicos del Hospital Brigham publicaron un estudio que señala que el uso de libros electrónicos con iluminación propia o dispositivos móviles con otras fuentes de luz de ese tipo puede cambiar los ritmos circadianos y afectar de manera negativa el sueño. Esto puede ocasionar obesidad, trastornos metabólicos y diabetes.
Un estudio de la Universidad de Chicago señala que en la actualidad dormimos entre una y dos horas menos que a mediados del siglo pasado. El Centro Pew halló que el 83% de adolescentes en EE.UU. duerme con el teléfono en la cama. ¿Le suena familiar?