Tomás Unger Golsztyn

Acaba de publicarse el último de una serie de libros sobre el impacto de la modificación de la fauna sobre el medio ambiente. Escrito por la bióloga Helen Pilcher, se titula “Changing Life: How Humans Have Altered Life on Earth” (Cambiando la vida: cómo los humanos han alterado la vida en la tierra). El biólogo holandés Menno Schilthuizen, al escribir la crítica, ha bautizado la obra como “adaptación al ”, título que me he prestado para este artículo.

A lo largo del tiempo, las diversas especies han visto casos aislados de mutaciones naturales dar una ventaja y mayor éxito a los individuos que la tenían; en efecto, mutantes. Esas ventajas que permiten adaptarse, sobrevivir cambios y multiplicarse más que los no mutantes han producido una selección natural, una de las bases de la evolución de las especies.

A diferencia de la evolución por selección natural que tomó millones de años, la intervención humana viene afectando la vida sobre la tierra solamente en los últimos milenios. Su mayor impacto, en el último siglo y medio, ha producido una gran cantidad de variantes de muchos vertebrados. Eso se ha logrado por hibridación, readaptación, clonación y modificación genética. Esta última tiene como uno de sus grandes avances el CRISPR/Cas9, un procedimiento que permite alterar los genes de un organismo.

El viejo caballo

Un ejemplo interesante de clonación, hoy un proceso relativamente común, es el de la yegua Cuartetera. En polo está permitido cambiar hasta seis veces de caballo durante un juego, por lo que el dueño de Cuartetera la hizo clonar ese número de veces para no cambiar –totalmente– de compañero.

Pero aún antes de la clonación, el caballo es uno de los mejores ejemplos de intervención humana en la modificación de una especie. Domesticado hace más de 5.000 años, este animal ha sido el más importante medio de transporte del hombre durante milenios. Eso dio razón para la especialización de acuerdo con el tipo de trabajo que desempeñaría, desde jalar carretas y diversos tipos de carruajes hasta cabalgar en un regimiento de caballería y atravesar el desierto. Para la diversidad de usos, se desarrollaron con cruces, a través de siglos, una enorme variedad de razas de caballos.

La cantidad de caballos en servicio en el siglo XVIII se contaba en cientos de millones. Hoy, a pesar de que ya no se usan ni para trabajo agrícola en los países desarrollados, ni para las guerras, hay más de 60 millones de caballos dedicados a diversas actividades en el mundo.

Más de 33 millones están en las Américas, 14 en Asia y más de seis en Europa. Los pocos caballos que hay en África están principalmente en el Magreb (norte), ya que en el sur la encefalitis trasmitida por la mosca tse-tse no permite que prosperen. Desde competencias en hipódromos hasta pruebas de equitación, el caballo es también un elemento de competencia y diversión.

El amigo más antiguo

Los últimos estudios indican que la amistad entre los humanos y el perro tiene no menos de 15.000 años, durante los cuales el humano ha seleccionado determinadas cualidades. La principal siempre fue como compañero a la vez que guardián y ayudante en ciertas tareas. Algunas características, por ser naturales, no necesitaron selección.

Con miles de años de experiencia, la humanidad ha desarrollado una variedad enorme de perros, algunas para trabajos específicos y otras por capricho: desde los grotescos como el bulldog, hasta los más eficientes, útiles e inteligentes como, el border collie. Este perro de trabajo, desarrollado por pastores escoceses en el siglo XIX, es una variante del collie escocés, y es uno de los animales más inteligentes al servicio del hombre.

Salvados y resucitados

En su reciente obra, Pilcher también explora la cambiante relación entre el ser humano y la naturaleza, y cómo, aunque nuestro principal interés han sido los vertebrados, cada especie juega un papel en una cadena de dependencia mutua del sistema ecológico. En otras palabras, las consecuencias de modificar vertebrados o alterar su modo de vida tiene múltiples consecuencias para todo el ecosistema. El problema es que no tenemos manera de saber todos los detalles de cómo estamos alterando esa cadena.

Además, siempre presente al lado del cambio de la fauna está el cambio radical que la sobrepoblación e industrialización han causado sobre la biósfera.

Hoy estamos viendo algunos esfuerzos por evitar la extinción de especies. Cuando se trata de pérdida de hábitat, la amenaza de extinción es inminente. Ese es el caso de muchos lobos, linces, y grandes felinos, como tigres y leones. También están los rinocerontes y otras especies, víctimas de cazadores o del comercio de animales. Una especie que está últimamente en las noticias es el orangután, arrinconado por las plantaciones de palma aceitera en Indonesia, su último refugio.

En muchos casos, esos animales en peligro inminente de extinción han sido rescatados o capturados para ser criados en cautiverio. A pesar de todos los esfuerzos por darles hábitat lo más parecido al natural, en la mayoría de los casos, eso resulta imposible. Esos múltiples esfuerzos hechos por grupos de defensores de la naturaleza, con la colaboración de zoológicos y otras entidades, no siempre han dado los resultados esperados. Una de las características indispensables para la supervivencia de todas las especies, que es saber obtener su alimento, normalmente se pierde en el cautiverio.

El futuro

Es probable que las especies que mejor se adapten y sobrevivan a todos estos cambios sean los insectos, que se multiplican rápidamente, con suficiente tiempo para desarrollar resistencia a los diversos de cambios adversos. El futuro de los animales más hermosos, a pesar de nuestra intervención, queda como una gran interrogante.

El título de este artículo es irónico e implica una contradicción: el es un período de cambio acelerado en el que la flora y la fauna existente luchan por la supervivencia, y entre la fauna en peligro de extinción estamos los culpables.

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