Dos noticias recientes han puesto en evidencia la importancia y el alcance global de los cables submarinos de telecomunicación. Primero, el aislamiento de Tonga a raíz de una erupción volcánica submarina; segundo, el temor a que Rusia corte cables submarinos para causar graves daños económicos y logísticos a los países de la OTAN.
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Las grandes antenas de telefonía celular y las antenas para señales satelitales nos hacen olvidar que la vasta mayoría del tráfico de Internet y telecomunicaciones circula por cables de fibra óptica bajo tierra y bajo el mar. El mundo entero está conectado hoy por una enorme y compleja red de cables.
Del telégrafo al mar
La primera comunicación a gran distancia se logró con la invención del telégrafo, patentado en 1837.
Basado en descubrimientos e invenciones iniciadas en el siglo XVIII, este aparato transmite pulsos eléctricos, cuya duración e intermitencia es controlada al extremo de un alambre transmisor. Al otro extremo, el receptor traduce la combinación de pulsos a letras, según un código, como el código Morse.
Tan pronto se vio que el telégrafo podía enviar mensajes a cualquier sitio donde pudiese llegar el alambre transmisor, se empezó a pensar cómo conectar Norteamérica con Europa. Naturalmente, tales cables tendrían que extenderse cruzando océanos.
El gran problema tecnológico era la ausencia de materiales aislantes que protegieran los alambres del agua e impidieran que los pulsos eléctricos perdieran carga inmediatamente o hicieran cortocircuito. Fue Samuel Morse, inventor del código Morse, quien en 1942 probó el primer cable submarino. Él utilizó un alambre recubierto de material impermeable: cáñamo embebido en brea y resina del árbol de caucho sudamericano.
Ese mismo año, los ingleses experimentaron con goma del árbol de gutapercha del sudeste asiático, que produce un látex parecido al caucho y que resultó ser mejor aislante para cables.
“A finales del siglo XIX, existían ya 30 barcos exclusivamente dedicados a tender y mantener cables submarinos”.
Limitaciones
El primer cable submarino que funcionó, recubierto con resina de gutapercha, se instaló entre Inglaterra y Francia en 1849. La cubierta aislante de los cables inicialmente protegía el alambre contra el agua, pero no tanto contra la flora y fauna marina.
La protección y durabilidad de los cables era un problema constante. Aparte del desgaste y fallas en los cables, hubo problemas con embates de corrientes submarinas y fondos marinos cortantes.
La segunda gran limitación de los cables era la distorsión de la señal. Los cables más largos se extendían miles de kilómetros y no tenían la calidad de aislante. Además de la distorsión y la pérdida de carga intrínseca, el magnetismo podía afectar la transmisión. Se intentaron mecanismos para aumentar la carga eléctrica e instrumentos que permitían detectar señales con mayor precisión. Aun así, el deterioro de las pulsaciones limitaba a pocas palabras por minuto por línea.
Rápidamente se desarrollaron nuevos cables reforzados con caucho, gutapercha, y un revestimiento de hierro o acero. Estos eran más costosos, pero podían llevar varios alambres separados, líneas telegráficas.
En la década de 1850 hubo una expansión acelerada de conexiones submarinas en Europa, y en 1858, después de cuatro años de trabajo, la Atlantic Telegraph Company colocó el primer telegrama oficial entre dos continentes: un saludo de la reina Victoria al presidente de EE.UU. El cable funcionó solo tres semanas, cuando un voltaje excesivo (para lograr mayor rapidez) lo destruyó. Un segundo cable, tendido en 1865, se rompió a mitad de camino y tuvo que ser abandonado.
Finalmente, en 1866, un tercer cable llegó desde Foilhomurrum (Irlanda) hasta Terranova (hoy Canadá), al mismo tiempo que el cable anterior logró repararse y ambos entraron en servicio. Esta conexión cambió para siempre las relaciones entre Norteamérica y Europa. Los mensajes, que hasta entonces tomaban dos semanas o más, podían llegar en dos minutos y tener respuesta inmediata. A finales del siglo XIX, existían ya 30 barcos exclusivamente dedicados a tender y mantener cables submarinos.
“La primera comunicación a gran distancia se logró con la invención del telégrafo, patentado en 1837”.
Entre continentes
La radio, inicialmente patentada por Guillermo Marconi en 1896, se usó como telégrafo inalámbrico. En menos de tres años empezó a ser usada para comunicación entre barcos y, buscando competir con los cables transatlánticos, en diciembre de 1901 logró la transmisión exitosa entre Terranova e Inglaterra. Eventualmente se establecieron estaciones radiales transatlánticas para la telegrafía y, luego, la transmisión de voz.
El teléfono, inventado a fines del siglo XIX, fue desplazando al telégrafo como medio de comunicación directa, ya que podía transmitir la voz mediante señales eléctricas. Lamentablemente, la distorsión de las señales hacía imposible su transmisión mediante cables submarinos. La tecnología necesaria para transmitir fidedignamente a grandes distancias, incluyendo amplificadores de señal, no se alcanzó hasta después de la Segunda Guerra Mundial.
El uso de cables telefónicos submarinos enfrentó, a partir de los años 60, una competencia directa de los satélites, que usan señales de radio. La rápida evolución de la compresión de datos, los transistores y la transmisores satelitales, casi volvieron obsoletos a los cables transoceánicos, hasta que en los 80 se dio una revolución informática: la fibra óptica.
Próximamente explicaremos cómo la fibra óptica dio un nuevo impulso a los cables submarinos, y cómo ambos se dieron la mano para un crecimiento explosivo con otro invento: Internet.
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