La semana pasada explicamos la complejidad de factores que afectan el clima y la consecuente dificultad en realizar pronósticos confiables, especialmente a largo plazo. Esto, naturalmente, suscita la pregunta de cuánta certeza podemos tener al hacer predicciones o hablar del cambio climático.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) basa sus conclusiones en una vasta gama de estudios y observaciones científicas de determinantes climáticos (las condiciones de base que influencian a largo plazo los fenómenos meteorológicos), el análisis de evidencia histórica, tendencias actuales y modelaje de comportamiento futuro. Los científicos son generalmente reacios a formular predicciones. Sin embargo, la cantidad y calidad de información trabajada por más de tres décadas por la red mundial del IPCC ha llevado a un inusual consenso respecto a la ocurrencia del cambio climático y cómo se manifestará.
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Observación histórica
Hay algunos términos claves para entender cómo se estudia el clima y el cambio climático: condiciones determinantes, tendencias y rango de probabilidades.
Las condiciones determinantes son factores macro, que establecen los parámetros de absorción del calor del Sol, el combustible de la maquinaria climática del planeta. Estas condiciones, explicadas la semana pasada, determinan el comportamiento de corrientes de aire y mar, y las fluctuaciones de temperatura y humedad. Las condiciones determinantes, como la temperatura del mar y la composición de gases de la atmósfera, no son inmutables; por esto, su monitoreo continuo resulta clave para conocer su relación con los fenómenos meteorológicos.
Las tendencias son cambios graduales que pueden distinguirse a lo largo de un tiempo mayor que las ocurrencias estacionales, desde décadas hasta siglos y milenios. Las tendencias se conocen estudiando el registro continuo de condiciones climáticas, a escala local y global. Gracias a los registros realizados alrededor del mundo desde el siglo XIX, hoy sabemos que las tres últimas décadas han sido sucesivamente más cálidas que cualquier década desde 1850. También sabemos que el planeta ha seguido esa tendencia de manera concurrente a la producción de CO2 y otros gases invernadero, resultado del crecimiento demográfico y la Revolución Industrial.
“Gracias a los registros [...] hoy sabemos que las últimas tres décadas han sido sucesivamente más cálidas”
Para determinar las tendencias previas a los registros meteorológicos existe la paleoclimatología. Esta usa conocimientos de geología. Fósiles y capas geológicas dan el tipo de vegetación, acidez y composición atmosférica de hace millones de años. Las capas de glaciares antiguos revelan variaciones en la precipitación y otras condiciones hasta más de 250 mil años atrás.
Un concepto ligado a las tendencias son los índices climáticos, que incluyen temperatura, humedad y precipitación en un período extenso. Comparándolos con las condiciones de un momento dado, indican si se trata de condiciones normales o anómalas.
El rango de probabilidades son los márgenes mínimos y máximos de temperaturas y fenómenos meteorológicos que se pueden esperar. Estos se calculan a escala regional y global, con base en los cambios en las condiciones determinantes y tendencias.
Observaciones presentes y futuras
Notar cambios y tendencias requiere registrar una gran cantidad y variedad de observaciones de manera sistemática, en el mayor número de lugares posibles. En el Perú, el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi) mantiene una red de estaciones por todo el país que miden horaria o diariamente temperaturas, precipitación, humedad relativa, vientos y niveles de aguas. Esto también permite conocer el estado del tiempo e interpretar los indicadores meteorológicos, la base de los pronósticos climáticos.
Las estaciones meteorológicas, ubicadas de manera estratégica para registrar las condiciones de un lugar con un mínimo de interferencia, se valen de una variedad de instrumentos. Los principales incluyen termómetros para marcar temperaturas máximas y mínimas, higrómetros para medir la humedad, cantidad de agua que contiene el aire, y pluviómetros para medir la cantidad de lluvia o nieve. Un hidrómetro marca la cantidad y velocidad del agua que pasa por ese punto, y un anemómetro mide la velocidad del viento; normalmente el instrumento más visible de una estación. Un barómetro mide la presión atmosférica. Como regla general, a menor presión atmosférica mayor probabilidad de precipitación.
“Notar cambios y tendencias requiere registrar una gran can-tidad y variedad de observaciones de manera sistemática”
Las observaciones no se limitan a la superficie. Uno de los factores determinantes más importantes del clima son las corrientes de viento a gran altura, y la presión atmosférica que afecta su comportamiento. Para medir estas corrientes, los servicios meteorológicos del mundo colaboran lanzando de manera sistemática globos de gran altura. Estos están equipados con barómetros, termómetros, higrómetros y anemómetros, más un GPS y un radiotransmisor para comunicar datos y ubicar las observaciones en el mapa conforme avanzan. Estas estaciones voladoras se lanzan desde más de mil puntos alrededor de la Tierra, a razón de dos a cuatro cada día, desde el Ártico hasta la Antártida.
Otra red de observación más vasta es la del mar: una red global de boyas meteorológicas registra y transmite datos sobre la superficie y, bajo ella, en algunos casos hasta a cientos de metros de profundidad. Las boyas se utilizan desde los años 50. Desde entonces se han sofisticado y multiplicado mucho. Las hay ancladas y a la deriva; estas últimas también indican el comportamiento de corrientes marinas.
Los satélites han introducido en los años 70 una nueva herramienta de alcance global. Una red de comunicaciones que, además de realizar observaciones meteorológicas a gran escala día y noche, permite la conectividad de estaciones meteorológicas terrestres, boyas y globos, todo en tiempo real.
La correlación y procesamiento veloz de todas estas observaciones nos dan una imagen precisa del clima en todo el planeta, algo que habría sido impensable hace solo décadas. También nos han alertado a los cambios drásticos que están siendo desencadenados y nos ayudarán a tomar las medidas necesarias para enfrentarlos y mitigarlos.
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