La preocupación por el cambio climático es algo que los peruanos conocemos bien. El registro arqueológico muestra cómo desde las épocas preincaicas hemos buscado explicar y enfrentar este fenómeno, que afecta cada aspecto de nuestras vidas.
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La cultura Nasca desarrolló reservorios y acueductos subterráneos para proteger el agua, que resultaba cada vez más escasa. Para influir en las causas de los cambios climáticos, algo que les era tecnológicamente imposible, recurrieron a poderes más altos. Gracias al trabajo de la Dra. María Reiche, se piensa que las Líneas de Nasca fueron diseñadas para pedirle agua a los dioses durante un período de desertificación. Culturas posteriores recurrieron a sacrificios humanos en los nevados, tratando de afectar el clima para beneficio de la agricultura, la pesca, y su supervivencia.
Irónicamente, hoy sabemos que el ser humano es quien viene afectando el clima significativamente; desgraciadamente, no para su propio bien. Desde la deforestación de los Andes hasta la contribución de gases para el efecto invernadero, nuestro país no ha sido muy diferente al resto del mundo. Ahora, el planeta mismo nos está rindiendo cuentas.
—Cambios rápidos—
El Sexto Informe de Evaluación publicado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés) es contundente: estamos en crisis. El efecto de la actividad humana sobre el clima está causando una rápida aceleración del calentamiento global.
El mayor problema es la acumulación artificial de los gases de efecto invernadero, que atrapan el calor recibido del Sol o generado en tierra. Este calor está desestabilizando el equilibrio climático en el que logró prosperar la humanidad. Registros de hielo extraídos de glaciares antiguos muestran una relativa estabilidad climática en los últimos 15.000 años, período que coincide con el desarrollo de la agricultura y la civilización.
—La enfermedad—
De manera similar a lo que pasa cuando calentamos el agua en una olla, conforme sube la temperatura en la Tierra los océanos y la atmósfera se agitan de manera creciente. Aunque quizás una mejor analogía sea el cuerpo humano, que solo puede mantenerse vivo cuando mantiene un rango de temperaturas de solo unos pocos grados alrededor de los 37,5 °C.
El planeta tiene fiebre y no está bajando. La incineración diaria de más de 80 millones de barriles de petróleo es una parte del problema. A eso hay que sumarle una cantidad mayor de carbón y gas, y la producción de metano y óxido nitroso, gases de efecto invernadero más potentes que el CO2. El calentamiento del mar, el suelo y el aire no solo afecta la circulación y la intensidad de los fenómenos climáticos. En el Perú, el calentamiento evapora glaciares que son fuente de agua; también causa acidez y desoxigenación del mar, algo que hemos visto con el fenómeno de El Niño.
—Problema que se acelera—
El sexto informe del IPCC nos pone sobre aviso: los cambios generados por la actividad humana son distintos a los cambios cíclicos que vieron nuestros antepasados. La fiebre está aumentando más rápido de lo que se temía. Será prácticamente inevitable que la temperatura promedio del planeta suba en esta década a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales.
El informe nos da una descripción impactante de los cambios que vienen intensificándose en regiones polares y de alta montaña, así como del alza del nivel del mar, su acidez y la productividad de las zonas costeras. También nos muestra que después del 2030 será casi imposible impedir que la fiebre alcance dos grados sobre la temperatura normal; casi imposible.
La buena noticia del sexto informe es que, además de darnos el diagnóstico, a diferencia de reportes anteriores, nos brinda todo un recetario. Este trabajo incluye medidas que se deben tomar para frenar el calentamiento acelerado, y empezar a revertir la tendencia antes de que la fiebre cause al planeta un ‘delirium tremens’, y un eventual shock del que no podríamos recuperarnos.
—La receta—
El sexto informe explica formas de transición para cada sector de actividad humana, con ideas que combinan la adaptación al cambio que se ha desencadenado, con las medidas necesarias para frenar y revertir la desestabilización. Menciona y profundiza opciones factibles, obstáculos y estrategias para hacer de la acción climática una manera de lograr el desarrollo sostenible.
Las áreas de mayor impacto climático donde el Perú puede lograr grandes avances, con beneficios económicos duraderos, son –de manera general– cuatro: actividad agroforestal, consumo, transporte y energía.
Los bosques son moderadores esenciales del clima. La depredación y mal manejo forestal causan un impacto inmediato en los ciclos de evaporación y lluvia, lo que puede convertir áreas boscosas en suelos áridos y erosionados. La agroindustria es capaz de contribuir al problema: la producción de carnes y el uso impreciso de fertilizantes producen metano y óxido nitroso, gases de efecto invernadero. El tipo y origen de los productos que consumimos y el régimen industrial definen la contribución de las industrias al calentamiento global.
“Los cambios generados por la actividad humana son distintos a los cambios cíclicos que vieron nuestros antepasados”.
Las áreas de mayor contaminación, y relativamente más fáciles de transformar, son el transporte y la energía. El Perú tiene un gran potencial de fuentes de energía renovables, incluyendo viento y sol, en todas las regiones. Como mencionamos en páginas anteriores, el país posee también potencial geotérmico, virtualmente ignorado.
El transporte, como las demás áreas, amerita una página aparte. El cambio a vehículos eléctricos es global y debemos ser parte de él. Por otro lado, tenemos vasto campo para mejorar el transporte público, masivo y personal. A nivel nacional y regional debemos invertir en la infraestructura para aumentar exponencialmente el uso de buses y trenes, preferiblemente eléctricos e impulsados por energía renovable. En las ciudades –planas y de clima relativamente benigno en gran parte del país–, además del transporte público masivo, necesitamos infraestructura e incentivos para el uso de bicicletas.
La pandemia nos ha demostrado que podemos actuar rápidamente para implementar cambios de manera local y mundial. La enfermedad que le hemos causado a nuestro planeta nos exige un nivel de acción aún mayor, que felizmente es plenamente realizable.
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