(Foto: Sergio González/ El Mundo de España)
(Foto: Sergio González/ El Mundo de España)
Redacción EC

El es una de las principales causas oncológicas de decesos femeninos a nivel mundial, pero la prevención ha contribuido a mejorar esos números. Sin embargo, una severa interrogante se abre cuando esta enfermedad ataca a una mujer en pleno embarazo.

Según cifras de la Sociedad Americana contra el cáncer, una de cada 3.000 gestantes es diagnosticada con cáncer de seno. Pese a que se trata de casos raros, esta neoplasia es la que más comúnmente se encuentra durante el embarazo, la lactancia o el primer año después del nacimiento de un niño.

La de Cristina –llamada así únicamente por el diario español “”– es uno de estos casos excepcionales y también una prueba viviente de que es posible superar el cáncer de mama, incluso en las situaciones más complejas.

Hace casi dos años, Cristina se encontraba en el quinto mes de gestación de su segundo hijo y durante una visita al Hospital Gregorio Marañón de Madrid se le informó sobre un diagnóstico reciente: le habían detectado cáncer.

“Recuerdo al recibir la noticia la sensación de vértigo e incredulidad mezcladas, pero en ningún momento sentí que mi bebé pudiera estar en peligro”, cuenta a “El Mundo” la mujer, quien en ese entonces tenía 35 años.

Previamente, Cristina había detectado un pequeño bulto al palpar su seno derecho, por lo que decidió acudir al médico. Tras esto vino una serie de pruebas destinadas a establecer de qué tipo de cáncer se trataba.

Según Miguel Martín, presidente de la Sociedad Española de Oncología, se trata de un caso en el que es difícil detectar el cáncer de mama, debido a los cambios que atraviesa el pecho de una mujer de cara a la lactancia y que, además, “no pueden realizarse pruebas radiológicas”.

Pese a que a partir del tercer mes de embarazo la quimioterapia es segura si se lleva a cabo un tratamiento cuidadoso, Cristina optó por no poner en riesgo al pequeño que llevaba en su interior, recibiendo el apoyo del personal de salud a cargo de ella.

“El equipo médico me escuchaba y tenía en cuenta mis preferencias. Por ejemplo, yo no quería quimioterapia y se respetó”, dijo al respecto al protagonista del relato.

Finalmente, se optó por un tratamiento bastante específico para el caso, que tuvo como primer paso la estimulación del desarrollo de los pulmones del concebido ante un eventual nacimiento prematuro. Tras esto se procedió a la extracción quirúrgica del bulto, que para entonces había crecido.

El parto se produjo en la semana 35 y Pablo, el bebé de Cristina, nació con unos saludables 3.030 kilogramos. Después de esto empezó el tratamiento por quimioterapia para reducir los remanentes del cáncer de mama en la madre.

“(Pablo) No necesitó incubadora y nos los llevamos a casa con nuestro hijo mayor a los dos días. Todo transcurrió con normalidad”, dijo Cristina sobre el feliz nacimiento.

Lo que vino después fue la pérdida de cabello propia de la quimio; no obstante, la madre no tuvo mayores complicaciones más allá de algunos días de malestar. “He tenido la suerte de no tener efectos como los vómitos”, explica Cristina.

Sobre el final feliz de esta historia, el oncólogo Miguel señala que casos como este despiertan muchas dudas pero aclara que “el embarazo no es un factor de riesgo que favorezca el desarrollo de un tumor maligno”.

De cualquier manera, el caso de Cristina tiene un aspecto fundamental: la prevención. Fue la autoevaluación de su cuerpo la que hizo que acudiera a examinarse cuando la enfermedad se pudo tratar adecuadamente.

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