Los satélites vuelan en órbitas opuestas y, por tanto, corren el riesgo de chocar de frente, con una velocidad relativa de casi 15 kilómetros por segundo.
El rozamiento o la colisión tendrá lugar el miércoles a las 23H39 GMT (18H39 en el Perú), a 900 km sobre la ciudad de Pittsburgh, según la firma LeoLabs.
Estas colisiones entre satélites que ya nadie controla son tan inusuales como peligrosas porque generan miles de fragmentos que pueden destruir o dañar los satélites activos.
En 2009, cuando se encontraron de frente el satélite de comunicación activo Iridium 33 y el satélite militar ruso fuera de servicio Cosmos 2251, volaron miles de fragmentos de más de 10 cm contaminando las órbitas.
El telescopio espacial, el IRAS, fue un proyecto conjunto de la NASA, Reino Unido y Holanda y estuvo operativo 10 meses. Según una base de datos de la Agencia Espacial Europea (ESA), pesa una tonelada, y mide dos por cuatro por cuatro metros.
El satélite experimental estadounidense, el GGSE-4, fue lanzado por la Fuerza Aérea de Estados Unidos y es ligero (85 kg), pero tiene una forma inusual: es muy delgado (60 cm) pero tiene 18 metros de largo y se desplaza verticalmente.
La probabilidad de colisión calculada por LeoLabs ha oscilado en los últimos días, pasando de 1 en 1.000 a 1 en 100, con una distancia probable de 12 metros entre los dos aparatos, según su último cálculo del miércoles.
La compañía aún considera el choque “poco probable”, pero los operadores consideran que este nivel de riesgo es alto.
No obstante, existen incertidumbres significativas sobre la trayectoria exacta de los satélites.
Si ocurre, el choque podría crear mil escombros de más de 10 cm, dijo a la AFP Dan Oltrogge, de Analytical Graphics, y más de 12.000 fragmentos de más de 1 cm.
¿Cuándo sabremos si se produjo? “Para la órbita baja, la cobertura del radar es buena, y podemos observar la fragmentación, veremos objetos separándose”, explicó Oltrogge.
A simple vista, sin embargo, es poco probable percatarse, dijo.
La altitud de 900 km es particularmente frecuentada por satélites. Los operadores deben calcular constantemente el riesgo de colisión con los más de 20.000 objetos catalogados en la órbita de la Tierra y a menudo desviar su trayectoria, lo que ya no es posible cuando un satélite está “muerto”.
Agregar algunos miles de restos “creará más trabajo para los operadores y más riesgos para sus vehículos”, advirtió el experto.
“También creará los llamados desechos letales no detectables, porque son lo suficientemente grandes como para matar a un satélite, pero demasiado pequeños para ser detectados en la actualidad”, agregó.
AFP
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