El controversial dióxido de cloro sigue siendo un tema de discusión, al menos para el Congreso de la República. El jueves, el congresista de Unión por el Perú (UPP) Posemoscrowte Chagua presentó la moción de orden del día 11833, que propone la formación de una comisión que investigue los posibles beneficios y efectos adversos de este producto, así como la factibilidad y viabilidad de futuros estudios en el país al respecto.
Chagua pide un “análisis neutral, objetivo y amplio”, por el plazo de 60 días. Sin embargo, ¿se justifica que el Congreso analice este tema –de carácter científico y de salud pública– en particular? ¿Cuál es la postura de las entidades especializadas?
—Desinfectante y blanqueador—
El dióxido de cloro es un gas de color amarillo que, al mezclarse con el agua, produce un derivado llamado clorito. Ambos compuestos, tanto el gas como el clorito, son agentes oxidantes, esto significa que degradan las proteínas de las membranas celulares y pueden provocar que las células –ya sean humanas, bacterianas o de otros microorganismos– mueran.
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Por ello, el dióxido de cloro se emplea para potabilizar el agua, como blanqueador en la fabricación de papel y en el proceso de descontaminación de las piscinas. Es, en otras palabras, un eficaz desinfectante y antibacteriano.
En las redes sociales este producto forma parte de las “sustancias milagrosas” (junto con la solución mineral milagrosa o MMS), pues se le atribuye la capacidad para curar muchas enfermedades, entre ellas, el COVID-19.
Uno de sus primeros promotores es Jim Humble, autor de “La solución mineral milagrosa del siglo XXI”. Él afirma que el dióxido de cloro puede servir para tratar desde el autismo hasta el cáncer, incluso el VIH. Pero Humble también dice –indica la cadena ABC7– que viene de la galaxia Andrómeda, que su presencia en la Tierra tiene como fin salvar a la humanidad y se autoproclama arzobispo de la Iglesia de Salud y Sanación Génesis II.
Durante la pandemia, ha sido el alemán Andreas Kalcker quien ha impulsado el uso de este compuesto, sin ofrecer evidencias acreditadas.
Uno de los congresistas firmantes de la moción de Chagua es Rubén Ramos (UPP), químico farmacéutico. Él indicó a El Comercio que el Ejecutivo debe “darse la molestia de hacer investigaciones clínicas para –si es debido– decirle no [al dióxido de cloro] con fundamentos”. Opina que deben hacerse primero las pruebas necesarias para determinar si es tóxico o no.
“Hay estudios in vitro y en animales sobre su toxicidad, pero no hay un estudio clínico todavía”, comenta Ramos. “Yo soy químico farmacéutico. A dosis altas, esta sustancia o cualquier otra, o un compuesto, es tóxico. La toxicidad está en función a la dosis”, agrega.
Ramos señala que las entidades responsables que desaconsejan el consumo de dióxido de cloro no tienen fundamentos sólidos y que se basan en suposiciones.
Alfonso Zavaleta, profesor de Farmacia y Bioquímica de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH), se opone a esos comentarios y deja un mensaje claro: el dióxido de cloro no es un medicamento.
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“No se recomienda que este desinfectante sea consumido porque lesionará el intestino y las vías digestivas, y cuando se absorba, va a lesionar todos los órganos internos, como el riñón o el pulmón. Es un agente tóxico. No tiene acciones terapéuticas en ninguna enfermedad. En Internet, se dice que mata al COVID-19 o altera el pulso de la enfermedad. Es una falacia, una mentira que parece verdad. No es un agente terapéutico. No es aceptado por ninguna de las entidades especializadas. No es un medicamento, es un producto para desinfectar el agua de las piscinas o para blanquear la ropa”, añadió el especialista.
La moción señala que existen varios testimonios a favor de su uso. No obstante, Zavaleta detalla que una serie de pacientes en Arequipa llegaron al hospital con un cuadro severo de la enfermedad, y muchos de ellos llevaban un frasco de dióxido de cloro. “Algunas personas creen que esto funciona y han dejado que la enfermedad avance, llegando tarde a emergencia”, agrega el experto.
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“Puede existir un riesgo para la salud por su consumo, te puedes enfermar. Pero, para mí, lo más complicado es que esta sustancia se recomienda como prevención y la gente que la toma termina bajando la guardia antes, y no sigue las otras recomendaciones porque se siente protegido”, subraya Alejandra Ruiz León, bioquímica, historiadora de la ciencia y divulgadora científica.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) no recomienda usar productos a base de dióxido de cloro o clorito de sodio por vía oral o parenteral en pacientes con sospecha o diagnóstico de COVID-19.
“Si se ingieren pueden causar irritación de la boca, el esófago y el estómago, con un cuadro digestivo irritativo severo, con la presencia de náuseas, vómitos y diarreas, además de graves trastornos hematológicos, cardiovasculares y renales”, informa la OPS.
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La Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA) ha recibido informes de eventos graves en pacientes que consumieron dióxido de cloro, como insuficiencia respiratoria y alteraciones en la actividad eléctrica del corazón.
En el Perú, la Dirección General de Medicamentos Insumos y Drogas (Digemid) advirtió el año pasado, antes de la pandemia, que este tipo de productos representa un riesgo para la salud pública.
Asimismo, Essalud publicó en julio una búsqueda sistemática rápida de la literatura con respecto al uso de dióxido de cloro y derivados en pacientes con diagnóstico de COVID-19. Concluyó que “a la fecha, no existe evidencia científica que permita sustentar el uso de dióxido de cloro o derivados como agentes terapéuticos en el contexto de COVID-19. De hecho, existen reportes de reacciones adversas serias por ingesta de estas sustancia”.
Al preguntarle a Zavaleta sobre si una dosis mínima o adecuada de productos a base de dióxido de sodio puede terapéutica, dejó en claro que que estos compuestos no matan al virus. “Puede que una gotita no me haga daño, ¿pero eso me servirá? No. ¿Tenemos evidencia de que sirva para matar este virus? No. [...] Un ensayo clínico con dióxido de cloro es muy poco probable que se pueda llevar a cabo por razones éticas, pues toda la evidencia nos dice que no sirve”, recalca el experto.
Sobre la relevancia que ha ido tomando esta sustancia, Ruiz León sostiene que “la crítica debe ir más allá de cómo funciona, porque esa sustancia hoy se llama así, pero con el tiempo se seguirá reinventando. Lo importante es que entendamos la profundidad de este problema, tener un espíritu crítico”. Para la divulgadora, lo ideal es que la población sea capaz de cuestionar una sustancia que se promociona como milagrosa [por su supuesta capacidad de tratar y curar enfermedades incurables], en lugar de abrazarla como única esperanza.
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