Una reciente prepublicación del Instituto Sudafricano de Enfermedades Infecciosas comunica un hecho inquietante: enfrentada con plasma de convalecientes, ricos en anticuerpos neutralizantes contra el SARS-CoV-2, y contra anticuerpos neutralizantes monoclonales, también específicamente dirigidos contra el nuevo coronavirus, la variante sudafricana logró burlar la actividad neutralizante de ambos tipos de anticuerpos.
Los autores concluyen que la variante sudafricana –también la variante brasileña, que comparte similares mutaciones– podría ser causa de reinfecciones en personas que ya sufrieron la enfermedad, y que podrían causar la enfermedad en personas ya vacunadas. Hoy veremos en qué consisten esas variantes.
—Cepa, linaje y variante—
Para entender esos términos, los cuales incluso los especialistas tienen dificultad de definir, es importante recordar que los virus no son seres vivos, pues no nacen, no crecen ni mueren. Los virus son moléculas que tienen una sola razón de existencia, su reproducción. Para eso, infectan células vivas, se apoderan de su aparato reproductor y se reproducen haciendo miles de millones de copias de ellos mismos, lo que causa la enfermedad en el proceso.
Es importante entender que la frase “hacer copias de sí mismos” es una simplificación idiomática para representar el complejo fenómeno biológico llamado replicación viral, en el que el genoma o ácido nucleico del virus (que en el caso del SARS-CoV-2 es un ARN) se multiplica cientos de millones de veces. En ese proceso de replicación, normalmente ocurren cambios (mutaciones) en el genoma del virus.
Cuando esas mutaciones son simples y no afectan el comportamiento del virus, se denominan linajes. De este modo, se habla del linaje original del virus –el que apareció en Wuhan– y de otros linajes como el europeo, el estadounidense, etc. Los linajes son útiles para seguir la pista de la evolución temporal y geográfica del virus.
Pero si las mutaciones que ocurren durante la replicación le dan algún tipo de ventaja evolutiva al virus, por ejemplo, hacerlos más infecciosos, ya se habla de una variante.
Una cepa implica un cambio genético más profundo, pues lo convierte en un virus con comportamientos fundamentalmente diferentes, como que sea capaz de infectar por nuevas rutas, por ejemplo.
“Si las mutaciones que ocurren durante la replicación le dan ventaja evolutiva, se habla de una variante”.
—Las variantes—
Cuanto más circula un virus en una comunidad (es decir, más oportunidad tiene para replicarse), más posibilidades existen de que ocurran mutaciones y se originen variantes. Algunas de las que se han encontrado hasta ahora –porque es muy probable que existan muchas más– están en el Reino Unido, Sudáfrica, Nigeria, Estados Unidos y Brasil.
Las ampliamente conocidas son la variante británica –que hace que el virus sea mucho más contagioso–, la sudafricana y la brasileña, que, como veremos, además amenazan la efectividad de las vacunas.
—La espiga—
Es aquella parte de la estructura viral que aparece como extensiones que protruyen de su superficie y tiene dos funciones importantes: la primera es que le permite infectar a las células y la segunda es que contiene las proteínas contra las que están dirigidas las vacunas que se desarrollan.
La variante británica tiene 23 mutaciones en la espiga, casi todas en zonas que controlan la entrada del virus a las células, por eso es más contagiosa.
Las variantes sudafricana y brasileña, además de presentar esas mismas mutaciones, tienen mutaciones en la zona RBD (Receptor Binding Domain) y NTB (N-Terminal Domain), segmentos de la espiga contra la que están dirigidas los anticuerpos neutralizantes que produce una persona naturalmente infectada, o que es vacunada.
Recordemos que, al infectarse con el SARS-CoV-2 o al recibir la vacuna, la persona produce anticuerpos neutralizantes que, como su nombre lo indica, neutralizan al virus, impidiendo la infección.
—El hallazgo—
El experimento descrito por los investigadores sudafricanos es simple en su diseño y ejecución. Enfrentaron a la nueva variante (llamada 501Y.V2) a dos tipos de anticuerpos neutralizantes: los anticuerpos monoclonales presentes en tres medicamentos recientemente aprobados para el tratamiento de COVID-19 y aquellos que están presentes en el plasma de personas que ya superaron la enfermedad.
Lo que estaban evaluando era la capacidad de neutralización de esos dos tipos de anticuerpos contra la variante sudafricana.
Los resultados indicaron que la variante escapó completamente a la acción neutralizante de las tres clases de anticuerpos monoclonales presentes en los medicamentos, y mostraron además un escape sustancial o completo de la acción neutralizante de los anticuerpos de pacientes convalecientes por COVID-19.
Los autores concluyen que existe la posibilidad de que esas variantes puedan causar reinfección en personas que ya pasaron la enfermedad y presagian que las vacunas actuales tendrían una eficacia reducida. Los investigadores dicen también que la variante brasileña P.1, ya encontrada en Japón, podría tener las mismas características.
En palabras sencillas, la variante sudafricana podría no ser neutralizada por las vacunas que se están desarrollando en este momento, por lo que los autores sugieren que es imperativo que las empresas farmacéuticas fabricantes de vacunas desarrollen plataformas ágiles y flexibles, que les permitan ir cambiando sus vacunas, en respuesta a las variantes que se vayan presentando en el futuro. En otras palabras, que procedan como se hace en la actualidad con las vacunas contra la gripe, que cambian cada año, de acuerdo con las variantes que se producen constantemente.
—Corolario—
A pesar de que existe la capacidad tecnológica y humana para hacer más vigilancia genómica (disciplina que analiza el genoma del virus en busca de variantes), en el Perú solo se han hecho 441 secuenciamientos genéticos del virus y se han encontrado cuatro variantes británicas.
El Perú debe invertir más en vigilancia genómica. De otro modo, estaremos luchando a ciegas contra un enemigo que muta todo el tiempo para atacarnos.
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