(Ilustración: El Comercio)
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Elmer Huerta

Cuando el 31 de enero del 2019 se anunciaron 41 casos de un extraño brote de enfermedad en la ciudad china de Wuhan, se dijo que se trataba de una enfermedad respiratoria, y que eran siete los pacientes graves, de los cuales uno había fallecido por una neumonía.

De allí para adelante, esas dos palabras –respiratoria y neumonía– se grabaron en la mente del público y los científicos. El –la enfermedad causada por este inédito coronavirus (SARS-CoV-2)– era, en esencia, un problema enteramente respiratorio, comparable a una gripe. Esa percepción se afianzó cuando se supo que el principal modo de contagio del virus era a través de las pequeñas gotas de saliva y mucus que se despiden con la tos y el estornudo.

Pero lo cierto es que, entre las muchas cosas que la ciencia ha aprendido en las últimas semanas, el nuevo coronavirus es en realidad una enfermedad multisistémica; es decir, afecta muchos otros órganos. Además de los pulmones, el SARS-CoV-2 afecta vasos sanguíneos, corazón, intestinos, hígado, riñones, ojos y cerebro.

—Receptores ECA-2 —

En primer lugar, recordemos que los virus no son seres vivientes, son complejas moléculas que contienen un ácido nucleico central –ya sea ADN o ARN–, el cual se encuentra rodeado por una capa protectora de proteínas, azúcares y grasas.

Los virus solo cobran razón de su existencia cuando ingresan al núcleo de una célula viva, toman por asalto su sistema de reproducción, hacen millones de copias de sí mismos, causan enfermedad en el proceso y salen para buscar otra víctima a quien parasitar y en quien multiplicarse otra vez.

Dicho eso, el truco para entender por qué el nuevo coronavirus ataca tantos órganos diferentes es el saber que para ingresar a las células usa un receptor llamado ECA-2, o enzima convertidora de angiotensina, el cual normalmente controla la presión arterial y es muy abundante en la nariz, vías respiratorias y alveolos pulmonares, pero también en vasos sanguíneos y otros órganos. Al respecto, recientes investigaciones han demostrado que los tejidos en la mucosa de la nariz –muy ricos en el receptor ECA-2– son el punto de entrada del virus.

Puede decirse entonces que –a diferencia de muchos otros virus, que tienen preferencia por órganos específicos, como el de la hepatitis, que causa enfermedad casi exclusiva del hígado; el VIH, que ataca a un cierto tipo de linfocitos; o el de la encefalitis, que tiene como blanco principal el cerebro– este nuevo coronavirus es capaz de atacar a los órganos que tienen abundancia de receptores ECA-2.

— Tormenta de citoquinas—

Los pulmones son, sin duda, el órgano blanco del ataque de este coronavirus, y sufren daño directo (neumonía viral), o indirecto, por un grave fenómeno inflamatorio llamado tormenta de citoquinas.

Estas últimas son un tipo de proteína producida por algunas células inmunes y no inmunes, y son capaces de frenar o estimular el sistema inmunológico. Algunos ejemplos son las interleukinas, los interferones y los factores estimulantes de colonias.

Al llegar a los pulmones, el virus estimula la producción de citoquinas, las que en algunas personas se producen en exceso, y se da la paradójica situación de que, en su afán de destruir al agente infeccioso, el sistema de defensa destruye también al pulmón. Esa es la tormenta de citoquinas, grave complicación que puede causar la muerte por el síndrome de dificultad respiratoria aguda (ARDS) y falla de múltiples órganos.

—Más órganos afectados—

Los riñones pueden ser directamente atacados por el virus, o por consecuencias de complicaciones de la enfermedad. El 20% de pacientes con COVID-19 tiene diarrea, lo que evidencia el daño intestinal producido por la gran cantidad de receptores ECA-2 de los intestinos. Uno de cada dos enfermos hospitalizados muestra inflamación del hígado, y no se sabe si es por un ataque directo del coronavirus, o por efectos secundarios de medicamentos.

Como evidencia de daño cerebral, algunos pacientes presentan convulsiones, otros pierden brevemente el conocimiento, y se ha informado de derrame cerebral en gente joven. Se especula que la infección deprime el reflejo del tronco encefálico, que detecta la falta de oxígeno, lo cual explicaría que algunos pacientes no tengan falta de aire, a pesar de estar con niveles peligrosamente bajos de oxígeno en la sangre.

La conjuntiva o membrana protectora de los ojos se inflama severamente en los más enfermos, y se ha demostrado que las lágrimas de esos pacientes pueden contener virus infecciosos. Muchos informan que han perdido el sentido del olfato, quizá por la afectación del cerebro o de las terminaciones nerviosas en la nariz.

En tanto, el corazón –cuyas células contienen abundancia de receptores ECA-2– puede sufrir daño directo, con ataques cardíacos, arritmias cardíacas y miocarditis o inflamación del corazón.

Los efectos sobre los vasos sanguíneos pueden causar una grave condición llamada coagulación intravascular diseminada, en la que se forman múltiples pequeños coágulos en venas y arterias, las que constituyen una de las tres principales causas de muerte por la infección.

—Corolario—

Sin duda, en las últimas semanas, la ciencia está aprendiendo mucho acerca del daño que ocasiona el nuevo coronavirus, daño que es mucho más amplio sobre el organismo que el inicialmente reportado. Estamos seguros de que este es solo el comienzo y, dada la naturaleza dinámica de la ciencia, debemos estar atentos a las noticias que se presentan en las próximas semanas.

Mientras tanto, hasta que no se tenga una vacuna o tratamiento efectivo, respetemos la cuarentena, adoptemos las nuevas reglas de distancia social, usemos siempre una mascarilla en público y lavémonos las manos constantemente para evitar el contagio.

A SABER...

¿Quiénes son las personas que corren más riesgo por el coronavirus?

Debido a que la covid-19 es un nuevo coronavirus, de acuerdo con los reportes que se tienen a nivel mundial, las personas mayores y quienes padecen afecciones médicas preexistentes como hipertensión arterial, enfermedades cardiacas o diabetes son las que desarrollan casos graves de la enfermedad con más frecuencia que otras.

¿Hay cura para la covid-19?

Aún no existen pruebas de que alguna vacuna o medicamento pueda prevenir o curar la enfermedad. Sin embargo, los afectados deben recibir atención de salud para aliviar los síntomas; y si el paciente está grave, deberá ser hospitalizado.

La OMS coordina esfuerzos para encontrar la cura contra este nuevo coronavirus que ha acabado con la vida de miles de personas.

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