A casi un año y medio del primer caso de COVID-19 en el Perú, la pandemia deja diversas lecciones. Desde la necesidad de tomar decisiones basadas en evidencia científica hasta la importancia de la atención primaria de salud.
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Con más de 17 millones de dosis administradas en todo el país y 7,6 millones de peruanos totalmente inmunizados, el Ministerio de Salud, así como las sociedades científicas y médicas, esperan la tercera ola de COVID-19, que se prevé sea distinta a las dos primeras.
¿Cuánto hemos aprendido en este tiempo? ¿Qué herramientas tienen hoy los médicos para atender pacientes covid? ¿Qué acciones se pueden tomar para afrontar mejor la nueva ola de contagios?
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El Comercio conversó con el doctor Álex Castañeda, médico infectólogo y presidente de la Sociedad de Enfermedades Infecciosas y Tropicales - Filial Macronorte, respecto a las alternativas de tratamiento contra el COVID-19 que se estudian en el mundo y sobre cómo se debe utilizar la ciencia para hacerle frente a la emergencia de salud.
“La ciencia es la que tiene que marcar el derrotero de la lucha contra el covid”, afirma.
- En este momento hay dos principales alternativas terapéuticas que ya se usan en el mundo: estas son los antagonistas de la interlucina-6 y también los anticuerpos monoclonales, ¿cierto?
Así es. Ambas estrategias son las más novedosas que existen. Los anticuerpos anticitoquinas ya vienen siendo trabajados desde hace algún tiempo y se los usa en pacientes con enfermedades severas [por COVID-19] más que con enfermedades leves. ¿Y esto por qué? Porque estas citoquinas se ven expresadas en las formas severas, los máximos niveles de estas sustancias proinflamatorias se ven en la formas severas que terminan incluso en la muerte. Entonces, tener anticuerpos que bloqueen a estas sustancias es lo que podría hacer que estos pacientes sobrevivan. Algunos ya están en estudios muy avanzados y con muy buenos resultados. Otros fármacos parecidos a ellos [anticuerpos monoclonales], que están todavía en fase 2, se llaman antifactores de crecimientos celulares, que intentan aplacar el inicio de la respuesta inmune de las formas severas, pero todavía es muy precoz tratar de llegar a una conclusión.
- En algunos países ya se utilizan.
En el mundo ya hay respuestas frente anticuerpos monoclonales contra lo que se conoce la espiga [Spike], la parte de la unión del virus con nuestras células. En ese sentido, ya hay información, por ejemplo, del estudio Regen-Cov, que fue hecho en pacientes asintomáticos o con enfermedades leves. Se vio cómo la carga viral de estos pacientes infectados cae notablemente. Incluso en aquellas personas que tenían alto riesgo de ir hacia formas moderadas o severas que todavía eran asintomáticos o que estaban empezando esta enfermedad se redujo la hospitalización o la muerte en un 71,3%. Pero, por otro lado, también hay una reducción importante causada por otros tipos de anticuerpos monoclonales que están siendo estudiados, entre ellos [el analizado] en el estudio BLAZE-1, de fase tres, que lo que hace es reducir también incluso la mortalidad en 80% en las personas que tienen factores de riesgo, y este es el grupo más golpeado por el coronavirus.
- Para el corto tiempo que ha pasado desde el inicio de la pandemia, esto muestra que la investigación en alternativas de tratamiento ha avanzado rápido. ¿Se puede prever que en un mediano plazo se tendrán algunas disponibles de manera generalizada?
Yo diría a corto plazo. Por ejemplo, en el Reino Unido ya se aprobó, se autorizó, el uso de estos anticuerpos monoclonales. En varios países ya está siendo usado con autorización de emergencia, estoy hablando Estados Unidos, Brasil, Suiza, Italia. Pero el Reino Unido ya lo está usando de manera prácticamente generalizada, y eso es beneficioso para ellos por dos motivos: uno, se puede usar como tratamiento, y si yo tengo un paciente fuente en una casa con COVID-19 que tal vez ya infectó a cinco de sus miembros; de estos cinco, si dos tienen factores de riesgo, esos pacientes sí podrían recibir estos anticuerpos y de esa manera se bloquea completamente la probabilidad de que estos pacientes lleguen a una hospitalización e incluso intubación. Segundo, junto con nuestra vacunación, sería la fórmula ideal [para evitar la transmisión del virus]. ¿Qué es lo que sucede con los anticuerpos monoclonales? Se bloquea el ingreso, todos los virus necesitan una célula para vivir, entonces no pueden replicarse. Entonces, no solo se bloquea sino, además, se neutraliza la probabilidad de que uno contagie a otras personas. Ya no puede ingresar a ninguna célula y de esa manera se limita. Sería un complemento interesantísimo también no solo como tratamiento, sino también como profilaxis. Estas son las indicaciones que se están usando actualmente en Gran Bretaña.
“Lo mejor para cuidar a nuestra población es tener las más avanzadas herramientas [contra el COVID-19]″
- Los tratamientos más la vacunación forman, entonces, el combo completo que se necesita para finalmente lograr controlar la pandemia.
Así es. Ese es el componente sanitario que nos faltaría tener, y por eso tal vez el Estado peruano podría estudiar esta alternativa, estas formas de poder optimizar, cortar la cadena, cortar el avance del virus. Hay otras medidas adicionales que tienen que complementarse: la parte social, la parte económica, etcétera. Pero hablando de la parte sanitaria, yo creo que sería un combo interesantísimo que se considere al menos para aquellas personas que tienen una enfermedad leve [por COVID-19] y que tengan factores de riesgo.
- Entiendo que ninguna de estas alternativas se usa en el país
Exacto. Es cuestión de que el Estado peruano se actualice. No debemos decir: ‘Bueno, allá lo hacen, nosotros no tenemos que aspirar a lo mejor’. Y lo mejor para cuidar a nuestra población es tener las más avanzadas herramientas, que se están dando en países del primer mundo. ¿Por qué no usarlas en países como el nuestro? Tenemos que hacer ese esfuerzo.
- Tendría el Gobierno que mostrar interés en traer estos tratamientos.
Yo diría que hay un paso intermedio: complementar [esa voluntad] con evaluaciones de tecnología sanitaria, como lo hace EsSalud con su Instituto de Evaluación de Tecnologías en Salud e Investigación o el Instituto Nacional de Salud con sus evaluaciones de ensayos clínicos, de tal manera que se junten en un foro y se vea la pertinencia de usar estos tratamientos, y determinar en qué tipo de pacientes se aplicaría, además para que se pueda hacer el cálculo de la inversión, etc.
- En este momento en el país cuáles son las alternativas de tratamiento que se utilizan, además del oxígeno medicinal, los corticoides… ¿allí se agotan las alternativas?
Bueno, basándonos en la información científica, que es lo que tiene que primar en cualquier toma de decisiones, la ciencia es la que tiene que marcar el derrotero de la lucha contra el covid. Se usa efectivamente dexametasona, pero en escenarios hospitalarios no en cualquier escenario, no en escenario comunitario ni ambulatorio. El [estudio] Recovery, por ejemplo, demostró la eficacia de dexametasona cuando el paciente está en fase inflamatoria intensa, que se da en pacientes severos, graves, que están en UCI o con requerimiento de oxígeno de alto flujo. Allí sí se ha visto que se reduce un 30% la mortalidad, que es mucho hablando estadísticamente, es una reducción importante. Lo segundo es el hecho de tener algunos fármacos que eviten las cadenas de procuagulante. Se hablaba de Rendesivir, pero después salieron estudios que mostraban que solo generaba reducción en la hospitalización más no en mortalidad. Entonces, todo esto es dinámico. En ciencia todo es dinámico porque puede aparecer después información con una mejor metodología, se pueden encontrar beneficios de algún medicamento. En ese sentido, por el momento solo tenemos el soporte de oxígeno de alto flujo, posición prona [paciente boca abajo], los cuidados propios de UCI, corticoides… y nada más. Entonces, tener fármacos sería lo mejor.
“Nosotros hemos sido fuertes críticos de la ivermectina”
- Sobre ello, hay un detalle importante: desde el inicio de la pandemia en el país se recomendaron algunas alternativas como ivermectina e hidroxicloroquina. Fueron retiradas porque se comprobó que no eran eficaces para el COVID-19. ¿Cuáles son las lecciones y autocríticas sobre ello?
Sí, acá la principal lección es que la ciencia debe primar en una pandemia, la ciencia tiene que primar sobre el empirismo. Pero acá hay un pequeño detalle, un problema grande: la ciencia a veces es compleja, y a veces los científicos no sabemos llegar a la población, de manera que aparece la pseudociencia, [impulsada por] gente que no usa argumentos científicos, pero hace pensar a las personas que sí hay estudios, pero estos no tiene rigor metodológico, tienen inferencias falsas, y así fácilmente llega un mensaje equívoco a la población. Eso es lo que ha pasado.
- Pero también había conflicto de intereses de los propios médicos que recomendaban algunos fármacos.
Evidentemente. Muchas de las personas que han hecho esto han tenido tremendos conflictos de intereses. Pero el detalle está también en la infodemia [abundancia de información sobre covid]. Es cierto que hay libertad expresión, pero si hay una información que va a dañar a mi población, que va a poner en alto riesgo de muerte a mi población, tengo que ponerle un límite a eso. Nosotros hemos sido fuertes críticos de la ivermectina, porque hemos estudiado [el caso], incluso hemos publicado algunos papers [estudios] donde veíamos que el desenlace, sea muerte o sobrevida, no tenía nada que ver con haber usado o no ivermectina, y eso lo corroboran después otros investigadores a nivel mundial. Fíjense, esto ha llegado al punto de que personas que han generado esta ola en el mundo, como el doctor [Andrew ] Hill de Gran Bretaña tuvo que retractarse públicamente. Fue publicado su paper que decía que la ivermectina servía y después él mismo se retracta diciendo que se basó en información de muy bajo nivel, poco validada y que realmente le apena que se haya tenido unos resultados que aparentemente han engañado a la población mundial. Con todo ello, yo pienso que las personas, en especial los médicos, y eso me apena mucho, a veces no leemos como quisiéramos. Entonces, un consejo a los médicos: guíense de sus sociedades científicas. También tenemos la Academia, las universidades, tanto públicas como privadas, que han puesto el hombro para llevar mensajes basados en ciencia. El Colegio Médico también ha hecho lo mismo. Ahora que estamos ad portas de la tercera ola, yo creo que hemos aprendido muchas cosas y debemos estar ya preparados para este embate. No la vamos a acabar [la tercera ola], es cierto, pero la vamos a menguar lo más que se pueda con las lecciones aprendidas en el pasado.
- Para terminar, ¿qué debería hacer el gobierno para estar preparado para la tercera ola?
Pienso que el Estado peruano actual debe tener un rol no solo de vigilar, sino como decisor para tener y conseguir las mejores tecnologías para nuestro país. En este caso, tecnologías sanitarias como tratamientos de primer orden, tratamientos que están a la vanguardia en estos momentos en el mundo. Tenerlos lo más pronto posible para poder complementar las medidas de vacunación que están dando también efectos positivos en el Perú. Ojalá podamos terminar rápidamente la vacunación en las diferentes regiones para poder menguar esta tercera ola. Estos tratamientos de hecho van a poder salvar vidas junto con las medidas de prevención que ya todos conocemos: distancia social, lavado de manos, uso de mascarilla…
- Pero estos tratamientos serán efectivos si acceden no solo quienes puedan pagar por ellos, sino todas los personas que los necesiten.
Evidentemente. Lo que estamos comentando es para todos los peruanos sin distingo. Aquellos que tienen la mayor probabilidad de morir, ¿por qué no se pueden beneficiar con estos tratamientos? Entonces ese acceso debe ser equitativo, evidentemente, pero abocado a esas personas que son los que más sufrirían.
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